Capítulo 36

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Resumen/contexto.

Amarys, la joven con habilidades eléctricas, había estado persiguiendo a Hekapoo y Janna, presentándose, para la demonio, como la presunta antigua guardiana dimensional.

Sin embargo, su situación dio un giro cuando fue capturada por Rhombulus por razones aún desconocidas. Logró escapar, pero su libertad se vio empañada por los efectos debilitantes de un sedante que amenazaba con derrumbarla en cualquier momento.

En medio de su huida desesperada, fue interceptada por una misteriosa mujer, aparentemente aliada de Rhombulus, acompañada de dos imponentes bestias (los drokers).

Durante el intercambio de palabras, la mujer, de nombre Kazael, terminó revelando su identidad como una perteneciente a la raza de Hekapoo: los arcángeles.
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Lazos.

Momentos antes del terremoto.

Ahí estaba. Aquella misteriosa mujer que hacía un segundo tenía un aspecto común, ahora se mostraba como una arcángel de grandes cuernos, meneando la cola mientras enseñaba los colmillos en una sonrisa jocosa.

Kazael saltó de la enorme roca en la que estaba sentada. Amarys no le quitó los ojos de encima, su mente aún procesaba la revelación y su cuerpo se estremecía con la imponencia de ese porte. O quizá verla de pie la hacía ver más temible, su estatura no pasaba desapercibida.

La mujer se acercó a la chica, con la misma sonrisa enigmática que parecía ocultar los mayores secretos de la historia arcángel. Extendió el brazo, ofreciendo la mano con amabilidad.

Amarys se aplastó contra el árbol y examinó la mano de Kazael con detenimiento, debatiéndose entre aceptarla o levantarse por su cuenta. Algo en su interior le gritaba que esta mujer no tenía buenas intenciones, y que su porte de amabilidad era una fachada entrenada al detalle para ocultar sus facultades oscuras. Por otro lado, estar tan cerca le permitió notar la marca en su ojo derecho, idéntica a la que tenía Hekapoo justo en el mismo ojo. Ante tal sorpresa la expresión de su rostro cambió a una de pasmo e incredulidad al mismo tiempo, contemplando con los ojos bien abiertos aquella cicatriz. El corazón comenzó a darle tumbos fuertes de un pronto a otro, amenazando con perturbar su estabilidad.

«No puede ser».

Miró a sus costados, los drokers seguían ahí, custodiando a la mujer como dos enormes sabuesos guardaespaldas aguardando la oportunidad perfecta para saltarle a la garganta. Un movimiento en falso la condenaría a una muerte horrible, así que debía mantener la calma y analizar sus opciones.

La fatiga de su cuerpo no le permitiría defenderse en condiciones, por lo que sería un suicido intentar librarse de la situación utilizando energía. Abrir un portal ni siquiera era una alternativa viable dado su estado. Estaba acorralada.

Ante la falta de reacción de la chica, Kazael no se ofendió, pues entendía el choque de confusión que debía estar pasando por su mente. Apartó la mano sin deshacer la sonrisa de su rostro.

—Tengo que decir que tú expresión es chistosa —dijo la mujer, retrocediendo hasta uno de sus sabuesos para acariciarlo—. Tendrás un sinfín de preguntas seguramente.

Amarys permaneció rígida, sentada, con la espalda pegada al árbol. La vorágine de alertas y pensamientos le impedían concentrarse, pero debía calmarse si quería llegar al fondo de esto. Lo mínimo que podía hacer era sacarle información valiosa. Aunque de nada serviría si no salía de allí con vida.

Kazael se echó una risita juguetona y continuó:

—Me recuerdas a una persona —dijo mirando hacia arriba, con expresión melancólica—. Suele ser muy asustadizo pero se traga el miedo para hacer frente a sus obstáculos. La criatura más valiente y frágil a la vez. —Se giró hacia Amarys y volvió a sonreír, sus ojos brillando con la calidez de una madre—. Eres plenamente consiente de lo que son los arcángeles, ¿no es así? —inquirió dando un paso hacia ella—. Tu semblante parece el de alguien que guarda muchos misterios y que sabe exactamente a quién tiene al frente.

Dimensión en llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora