Las apariencias engañan.
La Samarak era un tipo de planta muy particular. Similar a cómo lo hacía un cactus, estaba llena de vitalidad pese a crecer en un hábitat desértico. Eso podría decirse de no ser porque justo donde la planta asentaba sus raíces, todo a su alrededor cobraba vida, a varias decenas de metros a la redonda.
Sus propiedades curativas eran alucinantes, aunque con ciertos límites, por supuesto; la planta no te haría crecer una pierna amputada, o te rescataría de entre los muertos como Eros hizo con su amada Psique. No, eso era pedir mucho. Sin embrago, podría reparar lesiones y heridas en un santiamén, activar las defensas de tu organismo, e incluso proporcionar anticuerpos para futuros contagios.
Una planta así era un tesoro bendito, y los licantios lo sabían bien. No por nada la habían estudiado por años, fascinados por dichos beneficios, y sacando provecho de ella por generaciones.
Esto los hizo pensar ¿Por qué no trasplantar una y cultivarla en Licantia? Así se ahorrarían tener que cruzar dimensiones para llegar hasta ella, además de tener acceso fácil e ilimitado. Un plan lógico y a prueba de tontos, solo que había un pequeño problema: la planta siempre se marchitaba en el proceso.
Intentaron de todo para tenerla en Licantia; llevaron muestra de la tierra para sembrarla, replicaron al milímetro las condiciones del hábitat, utilizaron las semillas de sus flores, y hasta estudiaron su ADN para replicarla. Pero nada de eso dio resultados. No importaba lo que hicieran, la planta se negaba a crecer y florecer en otro sitio que no fuera la dimensión 670.
Como último recurso, lo único que pudieron hacer fue protegerla. Keyren solía ir él mismo en busca del elixir verdoso de dicha planta. La última vez que estuvo en la dimensión fue cuando conoció a Marco. Fue una locura detrás de otra lo de ese día, pero el incidente le ayudó a darse cuenta de que debían colocar seguridad para evitar que la planta se viera en peligro de extinción por visitantes extraños.
Y así lo hicieron. Rodearon una de ellas con bobinas electromagnéticas que generaban un campo de fuerza alrededor. Además, un par de guardias resguardaban el punto minuciosamente durante todo el día.
Keyren llegó al lugar, como otras tantas veces, en busca del elixir. Esta vez sin embargo no tuvo que extraer el líquido, pues los guardias ya lo tenían listo desde antes que él llegara.
—Su alteza —saludaron ambos grandullones, haciendo una leve reverencia al príncipe—. Tenemos lista la muestra, señor.
El hombre estiró la mano con el frasco de cristal y Keyren lo tomó agradeciendo la cortesía de la misma manera que ellos.
—Muchas gracias, Bannett —Le dijo mientras guardaba el frasco en el pequeño bolso que llevaba colgado a un lado de la cintura. Luego, del bolso más grande en la espalda, sacó un par de manzanas que ofreció a ambos.
Intentaron negarse apenados, pero Keyren insistió así que terminaron accediendo sin rechistar.
El chico se despidió de ambos al cabo de unos minutos, en los que estuvieron conversando trivialidades. Sacó su navaja y abrió un portal directo al palacio, en donde entregó la muestra a una de las enfermeras en el laboratorio. Se quedó al afuera esperando y pasado un rato, otra enfermera salió con un par de envases de cristal, en cuyo interior había un líquido verde. Este líquido era una solución de Samarak tratada, que en comparación no era nada espeso.
Cruzó el jardín interno y recorrió varios pasillos hacia el corredor de habitaciones, buscando los aposentos de su hermana. En el camino se topó con la duquesa Darya.
—Su alteza —dijo ella inclinando la cabeza. La mujer llevaba consigo una bandeja con dos jeringas y un par de envases trasparentes. Exactamente los mismos que llevaba Keyren—. Me dirigía a ver a la reina.
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Dimensión en llamas
RomanceUna relación mal vista por muchos reinos y sus altos mandos ¿Una miembro de la alta comisión teniendo amoríos? Marco y Hekapoo enfrentarán muchos inconvenientes debido a sus sentimientos. Una relación que traerá muchos conflictos. Y una unión que af...