Capítulo 15

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Recuerdos perdidos IV

Varias noches pasaron antes de que Marco se sintiera con fuerzas, otra vez. Había decidido hacer caso a la recomendación de Hekapoo de no salir a cazar,  así que se mantuvieron a punta de frutas en ese lapso de tiempo. Después de todo, había arruinado su vestido solo para tratar su herida, un gesto que le hizo saber que no era tan desalmada como aparentaba. Así que lo mínimo que podía hacer era obedecer.

Le costaba desprenderse de la sensación de ser un inútil, pues sentía que al no poder conseguir algo más que frutas no valía de nada. A pesar de que ella le dijo que con eso era suficiente, en el fondo sabía que solo lo decía para dejarlo descansar. Era lógico que comer únicamente frutas no los dejaba satisfechos.

Sintió la luz blanca golpear su rostro, abrió los ojos y despertó ansioso. Esta vez se sentía lo suficiente recuperado, así que quería comprobarlo, yendo al menos a pescar.

Un gran bostezo llegó después de haber estirado los brazos. Volteó hacia la otra cama y se encontró de lleno con aquel rostro sereno que aún descansaba. Era lo normal cada que abría los ojos. Siempre despertaba antes que ella lo hiciera, pero esta vez era diferente. De entre todas las anteriores, esa era la primera vez que no se topaba con su espalda al despertar.

No pudo evitar sonreír. Aunque podía solo ser que se haya movido durante el sueño, también podía significar un cambio de actitud. Comenzaba a ser menos fría y renuente, y el que haya sido tan atenta con él, lo convencía de ello, pues desde el incidente se había mostrado un poco más abierta a conversar. Y eso era algo que por algún motivo, lo hacía feliz.

Se levantó de su hongo dispuesto a hacer su labor recurrente: traer el agua para su compañera. Por alguna extraña razón que no comprendía, la chica no necesitaba asearse. No desprendía mal olor alguno, todo lo opuesto. Su aroma era agradable, muy femenino y excesivamente seductor, un deleite para el olfato tal si fuera una especie de oxitocina placentera capaz de dejar a cualquiera en un estado de hipnosis. Muy al contrario de su apestosa transpiración de adolescente.

Ni si quiera le era necesario cualquier necesidad digestiva, y eso resultaba más extraño todavía. Aquello solo pudo atribuirlo a su condición de demonio, o tal vez al hecho de tratarse de un ser mágico. Sea como sea, no dejaba de sorprenderle.

Antes de marcharse, decidió atizar la fogata con bastante leña. Se mantuvo un rato en la entrada viendo hacia afuera y no dejó la cueva sin antes probar suerte con sus tijeras, mismas que Hekapoo le había devuelto, noches atrás. Hizo un corte en el aire, pero nada. Había perdido la cuenta de las semanas que llevaban allí, pero al parecer aún no pasaban los tres meses.

—No te molestes. No va a funcionar. —Le habló una voz somnolienta detrás suyo.

—Oh, despertaste. —Volteó sobresaltado—. Solo quería intentarlo. No sé cuánto llevamos aquí y creí que talvez ya había pasado el tiempo.

Hekapoo terminó de estirarse y removió la melena rebelde que tapaba su rostro, antes de contestar.

—Créeme, nos daremos cuenta cuando haya pasado —destacó—. La estrella del día hará su aparición. Básicamente el amanecer nos lo hará saber.

—Ah claro, tiene sentido. —Rio nervioso. —Bueno, yo... Estaba apunto de ir al rio. De paso también intentaré pescar algo para comer.

—Está bien.

Hekapoo se inclinó por inercia hacia el huacal a su lado. Pasó la mano en falso puesto que estaba vacío.

—Disculpa, apenas iba para allá —decía rascándose la cabeza—. Recién me levanto y no creía que fueras a despertar tan pronto. No tuve chance de tener el agua lista, disculpa la...

Dimensión en llamasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora