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Ni en sus mejores sueños JiMin se habría imaginado el paraíso al que le llevaron los labios del pelinegro, que nada tenía que ver con el inocente roce de labios de hacía unos momentos atrás

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Ni en sus mejores sueños JiMin se habría imaginado el paraíso al que le llevaron los labios del pelinegro, que nada tenía que ver con el inocente roce de labios de hacía unos momentos atrás. No, este era un beso como los que el rubio en secreto ansiaba y soñaba que YoonGi le diera, y la realidad había superado a la ficción con creces.

El menor apenas y podía responder a la ferocidad de sus besos, a las travesuras de su lengua y se sentía perdido ante cada pequeña mordida que recibía, y que decir de las magníficas sensaciones que atravesaban su cuerpo al sentir las demandantes caricias del mayor sobre sí.

Ni el mismísimo infierno podía compararse con la fogosidad de Min YoonGi.

Y nadie podría culpar a JiMin de querer arder en él.

El rubio comenzó a sentir como el mayor rozaba su entrepierna con la suya, logrando sacarle pequeños gemidos entre besos.

YoonGi dejó de besarle para atacar su cuello, donde fue dejando varias marcas (que luego JiMin se enteraría que podrían tardar demasiado tiempo en irse).

El pelinegro chasqueó su lengua cuando se dio cuenta de cuanto le molestaba la ropa de aquel sujeto tan lindo que tenía entre sus brazos, seguro que había tomado de más y en realidad se encontraba en su cama, soñando. Estaba absolutamente seguro que esto era un maldito sueño, y como tal, no iba a desperdiciar tenerle debajo de sí.

El mayor agradecía su resto diurno y a la gran cantidad de alcohol que había ingerido hoy para poder tener a esa bolita de cabellos rubios, belfos celestiales y un culo de un infarto para sí.

No era la primera vez que soñaba con su vecino, y estaba absolutamente seguro que no sería la última.

Tampoco hablaría de la cantidad de veces que se había tocado pensando en él, y las otras tantas que se había sentido tan culpable por aquello...

YoonGi lo había prometido, y no rompería con su palabra.

Sin embargo estaba soñando, y allí no habría nadie que le juzgara.

Tan solo eran JiMin, sus hermosos gemidos y él, un pobre desgraciado que no podía acercarse al rubio.

- H-hueles tan bien... quisiera devorarte.

- H-hazlo entonces... - respondió JiMin.

YoonGi metió sus manos debajo de la ropa del menor, pudiendo apreciar su fuerte figura, palpando sus trabajados abdominales, desesperado por conocer mucho más del rubio, tomó la punta de su prenda y fue levantándola, dejando un camino de húmedos besos desde su cadera hasta su clavícula, terminando por quitarle cualquier tela que les separara.

10 Centímetros × YoonMin × MpregnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora