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Pov Makoto Naegi.

Corría, corría completamente desesperado. Respiraba con evidente dificultad y mi cuerpo estaba bañado por el sudor. Seguí corriendo hasta llegar a la residencia femenina, no toqué la puerta al entrar simplemente saqué la llave de mi bolsillo y la giré con poca delicadeza para abrirme paso en el departamento.

Mi corazón se calmó cuando la vi allí, sentada en la una silla delante de la mesa disfrutando una taza de café. Ella me miró confundida y se levantó de su asiento.

—Hey, ¿estás bien? ¿Qué te ocu...?

Prácticamente me abalancé sobre ella, eso le provocó un pequeño susto.

—Makoto, que asco, estas todo transpirado...

Trató de apartarme y lo logró, me separó sólo unos pocos centímetros de ella, pero al instante su expresión cambió a una de asombro. Yo sonreí, tenía una gran sonrisa, estaba feliz, pero aun así, las lágrimas salían.

—¡Makoto, ¿qué ocurre? ¿Estás bien?!

Intenté responder, pero sólo sollozos salieron de mi boca. Mis piernas temblaban, no tardé en caer de rodillas frente a ella. Por patético que sonase, me aferré a sus piernas. Mi pecho dolía, dolía mucho.

—¿Makoto?

—Lo siento... Lo siento... Lo siento...

Sin saber por qué, comencé a disculparme. Tal vez por haberle pegado mi sudor. Tal vez por haberla dejado sola. Tal vez por el susto que le pude haber dado. Pero allí permanecí, en el suelo, abrazado a sus piernas y disculpándome.

Kyouko ni siquiera lo dudó, me despegó de sus piernas y se puso a mi altura, para luego abrazarme. Así estuve, llorando por un largo rato. Esos minutos sin saber cómo estaba Kyouko, habían sido una tortura.

¿Soy sentimental? ¿Soy sensible? ¿Soy débil? Tal vez lo sea, pero esos simples seis minutos que me tomó correr de la estatua al departamento habían sido suficiente para que mi cabeza se llenara de las peores ideas.

Una vez que me calmó por completo, ella me acarició la mejilla con suavidad, transmitiéndome una serenidad poco común.

—Makoto, ¿qué ocurrió?

—Enoshima... ha escapado...

La serenidad que Kyouko me transmitía se cortó, ya que pude notar la tensión en su rostro. Sin decirme nada fue hacia la puerta, tomó la llave que yo había dejado incrustada y cerró la puerta con seguro.

—¿Kyouko?

—Dame... unos minutos para pensar...

Ella se veía realmente tensa, preocupada, molesta. Al igual que a mí, la situación no le agradaba. Sin pensarlo demasiado marcó un numero en su celular, para poco después ser atendida.

—Hola, soy yo... Sí, sí, Makoto ya me lo dijo... Bien, necesito que haya guardias vigilando la estatua... ¿Yo? Sí... estoy bien... Sí, ok, dame dos horas...

Con esa conversación poco comprensible para mí, ella colgó.

—¿Quién era?

—Jin... ¿Vamos...?

—¿A dónde?

—Tú estás empapado en sudor y yo necesito relajarme...

Ella me extendió su mano para levantarme, yo la acepté y la seguí. No me sorprendió demasiado que me haya guiado hacia el baño. No emití queja alguna, simplemente vi cómo ella se deshacía de sus prendas y la imité.

Necesito de ti (Naegiri) (Hinanami)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora