"La caída del seductor"

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¡Buenos días mis preciosas criaturas! creo que me demoré un poco en actualizar, perdón, no tenía internet. Muchas gracias por todos sus comentarios!!! Se los agradezco mucho, las amo demasiado mis criaturas. 

Espero se encuentren bien, si están en cuarentena, respétenla. Un consejito para subir las defensas, si pueden tomen té verde! yo siempre tomo como unas tres tazas grandes de té verde, porque me gusta y me ha mantenido bien dentro de mi horrible salud. Recuerden lavar sus manos constantemente, no tocarse la cara, usar mascarillas si saldrán y evitar lugares dónde haya mucha gente. Cuídense mucho!!

Bien, aquí está la actualización del capítulo, creo que lo dije en twitter, (Sigánme, búsquenme por Aiiri_, lo encontrarán de inmediato porque tengo a Makotito llorando de foto de perfil y portada xD, siempre les responderé) ,pero le dí a este fic un máximo de 25 capítulos, y este es el 23, así que ya deben imaginarse que estamos cerca del final.  ¡Ha llegado el clímax!  Espero les guste. 

Perdonen todos mis errores. 

Disfruten de su lectura!

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Makoto pensaba que la muerte era muy cruel con él, porque no se lo estaba llevando en ese mismo instante, y es que Dios, la intensidad de aquellos dos pelinegros era algo que aterraba hasta el mismísimo diablo, entonces se preguntaba si era prudente decir algo o no, pero es que la tensión era tan grande, que no daba espacio al habla, dirigió su mirada hacia donde había ido Rin, ¿Por qué tardaba tanto?, se removió incómodo en la banca, como si se tratara de un gatito en medio de dos perros bravos, congelado y presa del miedo.

—¿Cómo estás de tu lesión? —El tono de voz de Haruka era duro, pero todo su lenguaje corporal demostraba que estaba a la defensiva. Makoto pudo darse cuenta de eso, en cambio Sousuke, el realmente estaba conteniendo su enojo.

—No es algo que creo te importe realmente —Sousuke no odiaba a Haruka, o no lo odiaba hasta que supo quién era realmente, después de que Kisumi le contara la verdad; quiso entenderlo, aún estaba intentando entenderlo, pero verlo ahí junto a quien era a la persona que amaba, sabía que Makoto era sensible, que si supiera la realidad se le rompería el corazón, más de lo que ya está, saber que el de orbes oceánicos sólo lo buscó por mero capricho sexual. Estaba enojado, quería golpearlo, pero era obvio que el daño colateral sería aquel precioso chico de hebras olivas, y sabía que Makoto no se merecía ese tipo de daño, porque en primer lugar él no era culpable de haberse topado con aquel monstruo de mirada azul, como tampoco era culpable de la ruptura de su relación.

—Sousuke... —Escuchó al de orbes esmeralda susurrarle, ¿Acaso fue muy áspero al responder? Su hermoso chico siempre preocupándose de que todos se traten con amabilidad, pero Haruka era hueso duro de roer, no necesitaba amabilidad alguna. Suspiró para sus adentros, tenía, muchas preguntas, ¿Makoto ya había caído a las telarañas del pelinegro?, ¿Ya había sido profanado por aquel demonio?

—Es mejor que me vaya —Dijo entregándole una sonrisa amable— Despídete de Rin de mi parte, dile que me perdone por la crepa —Extendió la mano a aquel precioso chico, sus ansias por tocarlo eran tales que su cuerpo desobedecía a su mente y respondía a la demanda de su corazón, por lo que un leve escalofrío le recorrió la espalda al volver a sentir la suavidad de aquellas sedosas hebras olivas. Sólo las acarició por unos segundos, segundos devastadores que le rogaban que se quedara hasta que el tiempo se volviese eterno. Su corazón se oprimió en un signo de dolor, no importa lo que pasara, no importa si Makoto se convirtiera en su infierno, pues él, feliz se quemaría en él.

—¿Tan pronto? —Makoto no pudo evitar sentirse pequeño otra vez, ¿Cuándo fue la última vez que recibió una caricia de aquel azabache, que sólo enternecía su mirada ante él? Sin embargo, no iba a dejarse a llevar, pues el amor entre ellos, había llegado a su término desde aquel día en que Sousuke decidió alejarse de él, y como fiel amante que fue, respetaba aquel dictamen, sabiendo que el corazón era más débil que la razón, y por ello no podía entregarse a la locura del amor.

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