Capítulo 28 «Papá ogro»

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Ya hace muchos años que sucedió esto. Y aunque jamás me gustaron los finales como estos, supongo que para mí fue el mejor porque lo pude vivir con ellos. Tan vez no se dieron cuenta pero estuve ahí, en cada paso y golpe que se dieron contra el suelo cuando creían que volaban alto. Pero lo que ellos descubrieron un poco tarde fue que: no, no volaban muy alto, sino que ellos ya estaban en el cielo. Y lo que los hacía golpearse contra en mismo suelo no fue volar, sino tirarse del cielo y las nubes que significaba su amor a lo más bajo: el miedo, el temor, las dudas.

Pero volvieron a elevarse a donde lograron descubrir que estaban al encontrarse el uno al otro. 

Es grato ver que al menos aprendieron de sus errores. Que el estar lejos no significaba distancia y soledad, sino la posibilidad de volver a encontrarse y revivir esas emociones fuertes, confusas, que los hacia vibrar de alegría.

Agradezco que este final no lo haya sido para ellos. Que lo que para ellos fue un fín, también con el tiempo supuso un nuevo y mucho mejor comienzo.

Adrien

Sentado en la oficina de papá. Frente al mismísimo Gabriel Agreste. En una situación difícil de saber manejar, porque jamás me imaginé a un Gabriel tan enojado delante de mí. Porque creí que lo tomaría calmado y que bueno, tal ves me gritaría o enojaría en cuanto le terminara de explicar, pero no. Ahora lo tenía sin un ápice de tranquilidad o al menos yo no le veía con la capacidad de aguantarse las ganas de matarme en cuanto empezara a hablar.

Sus ojos estaban fijos en mí como reprimiendo sus impulsos de  arrancarme los testículos.

No se preocupen, yo los protegeré.

No había nadie más que yo, él, sus ganas te matarme y mi miedo en la oficina. No permitió que Marinette entrara conmigo ni aunque ella se lo rogó con lágrimas en los ojos.

Esperaba que siguiéramos así, en silencio toda la noche. Que no me obligara a hablarle o que yo no le tentara a matarme. Una de dos. Pero aunque esos eran mis sueños más anhelados en ése momento, no se cumplió.

—Habla. — Ordenó fuerte, claro, autoritario. Daba miedo.

Me estremeció el temor. Pero vamos, si había tenido el valor de enamorarme de mi hermana, la mujer que dormía a nada de mi habitación...debía tener el valor suficiente como para confesar el amor que sentía por ella ante su padre...sin importar que fuera el mío también.

—N-no sé qué quieres exactamente que te diga. — Tartamudee, ¡Maldita sea, tenía que tartamudear!

—No te hagas el deficiente mental Adrien. Sabes muy bien a lo que refiero.

¡Me cago en la...

En realidad no. Qui-quizá te cuante algo que nada que ver y te haga perder el tiempo. — Traté de sonreír inocente. Aunque parece no funcionar con el hombre que colaboró con mi creación.

Que no funda el pánico, que no funda el pánico

Sonrió de una forma espeluznante que me dio miedo, casi parecía burlarse de mi sufrimiento. —Así? ¿Entonces por qué tiemblas?

—E-es que la silla es inestable.

—¡Basta! —Golpeó la mesa con ambas palmas de sus manos asustándome más. Pero como un estúpido me quedé paralizado en mi lugar, dispuesto a aceptar mi fin o al menos un golpe. —Quiero que me digas de frente todo lo que le dijiste a Félix. ¡Ahora! —

Inhale y exhale al menos dos veces. — Yo...

—¿Tú qué?—Presionó inclinando su cuerpo sobre la mesa, acercándose a mí.

❇HERMANOS AGRESTE❇ []ADRINETTE[] MLA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora