NARRACIÓN DE PAOLA:
- ¿Sabes algo?
- ¿Qué? – pregunté al tiempo que me separaba de su pecho para mirarlo directamente a los ojos.
- Sigues viéndote tan hermosa como en aquel entonces – sonreí halagada.
- Me gustaría decir lo mismo de ti – frunció el ceño decepcionado por mi respuesta – me refiero a que ahora te ves mucho mejor que cuando tenías quince años.
- ¿Ya no me veo tan nerd? – solté una risita divertida.
- Nunca me pareciste un nerd, pero digamos que el hombre en el que te convertiste me gusta mucho más que aquel niñito penoso de lentes.
- En ese caso, la mujer que ahora está bailando conmigo me gusta mucho más que la niñita penosa que me iba a ver jugar americano a los nueve años.
- Pensándolo bien, me gustaba más ese niñito con su uniforme de "Los avispones" que el zorro que está bailando ahora conmigo.
- ¿Ah si? – sonreía asintiendo con la cabeza – Pues a mí me sigue gustando mucho más el ángel tan hermoso que tengo frente a mí.
- Pues viéndolo bien también me gusta más la imagen que tienes ahora, esa barba de candado se te ve muy bien – sonrió radiante haciéndome caer rendida ante él.
- Entonces ¿Si te gusto? – enarqueó una sola ceja, amaba ese gesto.
- Sabes bien que lo que siento por ti va mucho más allá de eso – me miró de hito en hito.
- ¿Que dijiste? – se encorvó para escucharme mejor.
- No me hagas repetirlo... sabes que no es correcto.
- ¿Correcto? ¿Y crees que negando lo que siente por mí haces lo correcto? – me encogí de hombros – Paola aún estamos a tiempo – presionó mis manos contra su cuerpo – Paola si de verdad aún sientes lo mismo que yo por ti estoy dispuesto a perderlo todo con tal de recuperarte.
Sus palabras se incrustaron con una nueva luz de esperanza dentro de mí, él me amaba, no era necesario que me lo dijera, las palabras salían sobrando cuando me miraba y me sostenía entre sus brazos como lo hacía ahora. Mi corazón se volcaba una y otra vez contra mi pecho, por un lado mi "yo" interno moría por escapar a su lado y no saber de nadie más nunca y por el otro lado mi conciencia me recordaba el daño que haría a los que más quería con mi decisión ¿A quién debía obedecer? ¿Debía pensar en mi felicidad o en la de los demás? La respuesta que apareció en mi cabeza fue demasiado egoísta pero ciertamente ya era momento de que dejara de ver por los demás y pensara un poco en mi beneficio.
- ¿De verdad estás dispuesto a dejar todo por mí?
- Por supuesto – movió la cabeza – mi novia, mis amigos, mi familia, mi trabajo ¡Lo que sea Paola! ¿No te das cuenta de cuanto te amo? – un nudo comenzó a surgir en mi garganta, hacía tantos años que moría por volver a escuchar esto – Por ti sería capaz de dar hasta mi propia vida ¿No te es suficiente eso?
De pronto todo a mi alrededor comenzó a darme vueltas, no sé si a causa de la impresión de sus palabras o de verdad la bebida estaba comenzando a hacerme efecto de una forma nada agradable. Solté la mano de Ricky para llevármela a la frente en un intento inútil de controlar el punzante dolor que había aparecido repentinamente en mi cabeza, cerré los ojos con fuerza deseando que no me ocurriera de nuevo lo que en aquella reunión con Mariana me pasó, pero la debilidad me recorrió rápidamente el cuerpo de pies a cabeza y en cuestión de segundos sentí que las piernas se me rompían al tiempo que la voz desesperada de Ricardo gritando mi nombre se dejaba de oír y me hundía de nuevo en aquella obscuridad en la que tanto me aterraba estar.
- Háganse para atrás – ordenó una voz a lo lejos – no la dejan respirar.
- ¿Ya está despertando? – preguntó una voz que podía jurar era de José.
- Aún parece inconsciente – le respondió otra voz bastante familiar.
- ¿Pero cómo fue? – preguntó esta vez una chica.
- Sólo estábamos bailando – respondió Ricky preocupado – y de repente se desvaneció entre mis brazos.
- ¿Se habrá emborrachado?
- No seas imbécil – le exclamó Pepe a Ongi – ¿Que tal si de verdad está muy grave?
Mis fosas nasales se vieron inundadas de nuevo por aquel penetrante olor a medicina y alcohol que se expandió de los pulmones hasta mi cabeza, traté de moverme pero mi cuerpo parecía bastante pesado para poder responder a mi solicitud, quise hablar pero sucedió lo mismo con mi lengua que parecía estar pegada a mi paladar haciendo que me fuera imposible emitir una sola palabra. Mis amigos parecieron notar mis inútiles intentos de volver en si, ya que al instante cesaron todos los murmullos a mi alrededor y ahora sólo resonaban mis débiles quejidos y la voz de Ricardo repitiendo mi nombre una y otra vez cerca de mi oído, al parecer el escucharlo fue motivo suficiente para que mi cuerpo comenzará a reaccionar de manera favorable y me llenara de la fuerza necesaria para poder levantar mis parpados y volver así a la realidad. Mi respiración comenzó a regularizarse mientras me enderezaba de lo que parecía ser una cómoda cama, giré la cabeza minuciosamente examinando detalle a detalle la habitación de paredes blancas y muebles rústicos en la que ahora me encontraba hasta que me percaté de la presencia de Arturo, Ongi, Pepe y su novia quienes me veían con preocupación al otro extremo de la cama de edredón rojo.
- Paola – me llamó una voz masculina a mi lado que con solo escucharla me hizo sonreír – ¿Estás bien?
- Eso creo – le respondí a Ricky con voz débil.
- ¿Qué te pasó mujer? – preguntó Ongi – De pronto azotaste como res.
- No lo sé – me encogí de hombros – de repente me dio un mareo horrible y me desvanecí.
- ¡Me asustaste mucho! – exclamó mi ex novio con exagerada preocupación – que bueno que estaba cerca de ti para sostenerte.
- Sí, gracias... no me he sentido muy bien últimamente.
- ¿Bebiste mucho hoy?
- No creo que sea por eso – le respondí a Pepe – Casi no tomo y aún así tengo estos malditos mareos.
- Tal vez es porque te sientes muy presionada con lo de tu boda – fulminé con la mirada a Evelyn, odiaba que en momentos como este me recordaran el compromiso al que estaba atada.
- Sí tal vez sea eso – respondí entre dientes.
- Bueno voy a traerte un vaso de Coca Cola bien fría – sugirió mi hermano – Tal vez se te bajó la presión.
- Hay que dejarla que descanse – comentó Pepe – Además somos muchos en la habitación y necesita respirar.
- No, no me quiero quedar sola – exclamé al instante – que tal si me vuelvo a sentir mal y...
- Yo me quedaré contigo – me interrumpió Ricardo colocando una de sus manos sobre mis hombros.
- No pues si por ti fuera no te le despegarías nunca – el silencio reinó en el cuarto tras el comentario de Ongi – Ya ves que con ese que donde hubo fuego cenizas quedan...
- ¡Un momento! – gritó Evelyn mirándome de hito en hito mientras Pepe se tapaba la frente con su mano – ¿Entonces tú eres la chava que era novia de Ricky hace muchos años?
- ¿No sabías? – le preguntó Arturo confirmando lo que ella acababa de interpretar.
- No, Pepe me dijo que sólo era una amiga de la banda – miró a su novio con el ceño fruncido.
- Y lo es – contestó él – no creí que fuera necesario contarte también el pasado de Ricardo y ella.
- No, ya veo que no – terció molesta – al parecer nunca consideras que sea necesario contarme nada de lo que pasa alrededor.
- Ah ya vas a empezar – mi amigo puso los ojos en blanco, acto que al parecer hizo enojar más a su novia pues al instante salió corriendo de la habitación azotando la puerta tras ella – mujeres...
- ¿Y ahora que mosca le picó a tu chava? – preguntó Ongi igual de confundido que nosotros.
- No sé, anda muy rara últimamente.
- ¿Ella sabía de mí? – pregunté cohibida.
- Todo mundo que conoce a Ricardo sabe de ti – me respondió Pepe – incluso aunque él no se de cuenta, no puede dejar de hablar de ti hasta cuando duerme.
- ¿Y qué? ¿Tú ya te dormiste con él o qué? – Ongi rió tras el comentario de mi hermano.
- Me han contado, me han contado – respondió él entre risas – aún no tengo esa fortuna.
- ¡Cálmate güey! – le gritó Ricky con una sonrisa en los labios arrojándole un cojín a la cara.
- Bueno ya hay que dejarlos solos – Arturo se acercó hasta donde me encontraba – Ahorita te traigo tu coca, hermosa – se inclinó para besar mi frente y acto seguido salió de la habitación con Ongi y Pepe tras de él.
El silencio que reinó en la habitación después de que nuestros amigos desaparecieran tras la puerta fue bastante profundo, giré mi rostro en dirección al de mi acompañante para quedar frente a frente con él, no hizo falta que me dijera una sola una sola palabra para interpretar lo que su hermosa mirada me insinuaba y ciertamente ahora más que nunca en mi vida deseaba hacer lo que sus ojos me proponían. En cuestión de segundos sus labios chocaron sedientos de amor con los míos que al instante correspondieron con desesperación al fascinante sabor de su boca, mis manos se enredaron en su cabello alborotando cada parte de él mientras Ricardo hacía lo mismo con el mío, bajé mis manos a la altura de su pecho y comencé a desabotonar deprisa su camisa como si el roce de su ropa me quemara y sólo la textura de su piel pudiera saciar mi alivio. Sentía sus manos recorrer cada parte de mi cuerpo al tiempo que sus humectantes labios se paseaban por toda mi garganta, cuando el peso me venció caímos los dos sobre la cama sin parar de demostrar todo el amor que sentíamos entre caricias y besos como lo habíamos hecho aquella primera vez...
- Paola – su hermosa voz sonó como eco dentro de mi cabeza – Paola...
- ¿Qué? – Sacudí la cabeza tratando de salir de aquella escena que el subconsciente me había recreado.
- ¿Estás bien? – preguntó preocupado alzando mi rostro de la barbilla – Te quedaste como ida.
- Sí es sólo que... – me reí de mi misma agachando la cabeza apenada – nada.
- ¿Qué? ¿En qué estabas pensando?
- Tonterías – me encogí de hombros – ¿En dónde estamos?
- Es el cuarto de la hermana de Ongi, pero parece que está de viaje o algo así.
- Es muy bonito – comenté viendo el estilo psicodélico que adornaban las cuatro paredes.
- No es mi estilo, para mí lo único bonito en esta habitación eres tú – suspiré – Oye debes ir con un doctor, no es normal eso de que te desmayes a cada rato.
- Sólo han sido dos ocasiones, la vez de la cena en tu casa y hoy.
- ¿Tan nerviosa te pongo para que te desmayes ? – torcí los ojos entre risas – No ya en serio, me preocupa mucho tu salud ¿Quieres que mañana te acompañe al doctor?
- No creo que sea necesario, de seguro algo de la bebida me cayó mal.
- ¿Segura? – asentí – Bueno entonces ahora que ya te sientes un poco mejor ¿Podemos retomar nuestra conversación? – sentí un cosquilleó dentro de mi estómago mientras asentía levemente con la cabeza.
- Creo que estoy dispuesta – respondí segura.
- ¿Dispuesta?
- Sí Ricardo – coloqué una de mis manos sobre su rostro sintiendo como los vellos de su barba me picaban la palma – Estoy dispuesta afrontar los problemas que se avecinan por ti – me miró completamente perplejo a través de la luz de la lámpara – Quiero estar contigo...
- Que... com-como - que – tartamudeó incrédulo.
- Voy a cancelar mi boda – aseguré – porque el hombre que amo eres tú.
NARRACIÓN DE RICKY:
Mis labios no podían articular palabra alguna, era tanta la adrenalina que había extasiado mi cuerpo de alegría que fue demasiado estúpido resumirlo inconscientemente en un desbocado suspiró y no en un apasionado beso desenfrenado como lo hubiera deseado yo. En cuanto sus palabras acompañadas por un sonoro eco interno atravesaron mi alma entré en un estado de shock en donde la credulidad luchaba por salir victoriosa ante mi completa perplejidad ¿Entonces al fin había logrado mi objetivo de recuperar a la mujer que amaba? ¿Al fin podía volver a reconstruir mi futuro a su lado? Mi corazón respondió volcándose contra mi pecho cuando de un segundo a otro sus cálidos labios carmesí se posaron con suavidad sobre los míos, la miré de hito en hito sin dar crédito a lo que estaba ocurriendo, ella cerró los ojos al tiempo que su boca se movía minuciosamente buscando respuesta de la mía y cuando al fin pude ser capaz de controlar los movimientos de mi cuerpo la besé con tantas ansias como hacía años no besaba a ninguna mujer; y es que Paola Luna no era cualquier mujer, ella era mi mujer, lo supe desde el primer instante en que sus labios se encontraron con los míos hace casi ya una década, lo supe desde aquel cumpleaños número dieciocho que le regalé un anillo de plata con el cual le juré la haría mi esposa en un futuro, lo supe desde aquella noche que nuestros cuerpos se entregaron por primera vez jurando con esto que lo nuestro sería eterno.
Mis deseos sobre ella aumentaron segundo a segundo al ritmo que nuestros labios iban indicando, deseaba con todas mis fuerzas deshacerme de cada una de nuestras prendas y fundirme en su hermoso cuerpo para toda la vida pues era sólo ella la única con la que quería estar, la única compañera que quería para la eternidad, la única con la que deseaba compartir todo, a la que conocía perfectamente y sin duda alguna amaba como un demente. Paola había nacido para mí y yo había sido creado sólo para ella, me lo decían mis manos que respondían nerviosas al tacto de su suave piel, me lo decían sus ojos que de vez en cuando abría para examinar mi asombro, me lo decía su cintura que encajaba perfecto entre mis brazos, me lo decía su respiración que al igual que la mía se había agitado, me lo decía su suave boca con besos y mordiscos que no deseaba que acabaran jamás.
Mi cuerpo reaccionaba ante ella de manera inconsciente, abrí los ojos y vi su hermoso rostro angelical a pocos centímetros del mío por debajo de mi cuerpo, me quedé como un imbécil contemplando su belleza iluminada por la media luz de la lámpara del buró mientras analizaba lo que había ocurrido en los últimos minutos ¿Estaba soñando? ¿De verdad era ella la que me había devuelto la vida entre sus labios y me había regresado la esperanza de un futuro a su lado? Acaricié sus mejillas sonrojadas con la yema de mis dedos mientras ella reproducía una de mis más favoritas melodías: su risa.
- ¿Tengo algo en la cara?
- Sí, los más hermosos ojos y la sonrisa más bella de siempre – respondí divertido.
- Te amo Ricardo Treviño – sus manos comenzaron a masajear mi cabello, sonreí satisfecho.
- Dime que esto no es parte de otro sueño a tu lado.
- No – me jaló suavemente hasta que mis labios chocaron suavemente con los suyos, me separé despacio mirándola completamente extasiado – Esta es nuestra nueva realidad.
- Te amo Paola Luna – tomé un mechón de sus cabellos entre mis dedos – Te amo con todas las fuerzas de mi ser.
- ¿Estás dispuesto a afrontar los problemas que se nos avecinan? – me mordí los labios antes de responder, mas no tardé ni un segundo en hacerlo.
- Por supuesto, sabes que por ti soy capaz de cualquier cosa – me miró con dulzura.
- Tenía mucho miedo a tomar mi decisión – ahora sus manos se pasearon suavemente por mi espalda – pero bastó una noche a tu lado para sentirme segura de darlo todo por ti – sonreí ampliamente al escuchar la seguridad de sus palabras.
- Te prometo que no te fallaré nunca – me acerqué a besar su frente – vamos a luchar juntos por nuestro futuro.
- Aunque Mariana e Iván...
- Ah – la silencié colocando mi dedo sobre sus labios – ahorita no es momento de pensar en ellos, deja que este momento sea único para nosotros.
- Pero es que ellos no...
- Por favor – la interrumpí – ya buscaremos la manera de que no salgan lastimados.
- Creo que eso es imposible.
- Bueno, pero pase lo que pase y digan lo que digan no nos van a separar ¿Verdad? – ella negó con la cabeza – ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo – me jaló de nuevo para besarme fugazmente – Todo sea por ti.
- Y yo todo por ti.
Estábamos apunto de perdernos de nuevo entre nuestros labios cuando el sonido que provocó la puerta al abrirse nos hizo brincar sobreltados de la cama para tomar la misma posición en la que nos habían dejado nuestros amigos antes de irse. Traté de controlar mi respiración que debido a lo ocurrido se había agitado como si hubiera corrido más de medio kilómetro en dos minutos, cuando Arturo entró a la habitación se echó a reír como si supiera lo que segundos antes de su llegada había pasado y ciertamente no lo creía tan tonto para que pasara desapercibido lo que pasaba entre su hermana y yo.
- ¿Y ahora ustedes dos por qué tan colorados? – preguntó entre risas mientras Paola enrojecía apenada – ¿Qué andaban haciendo eh?
- Nada – respondimos sincronizados.
- ¿Nada? – nos imitó Arturo alzando una sola ceja – ¿Entonces por qué tan agitados?
- ¿Me trajiste mi coca? – preguntó Paola tratando de sonar indiferente.
- Sí aquí la traigo – se acercó a nosotros estirando su brazo con el vaso de refresco.
- Gracias – respondió ella después de dar un enorme trago a la bebida.
- Por nada, ¿Ya te sientes mejor? – Paola asintió con la cabeza – Claro en compañía de este güey es imposible que no te sientas bien – alcé las cejas tras su comentario.
- ¿Que no estabas intentando ligarte a la chica gótica?
- Sí – me respondió sonriendo estúpidamente – de hecho me está esperando allá abajo, creo que ya es mía – se dio un pequeño golpe en la barbilla con aire galante – Así que mejor los dejo solos y me voy a lo mío – se frotó las manos sonriendo pícaramente.
- ¿Al menos sabes como se llama? – preguntó Paola con cierto recelo.
- Creo que olvidé preguntarle su nombre – rió – lo único que sé es que besa increíble.
- Qué caballero – comentó Paola con sarcasmo mientras.
- La vida es para disfrutarse hermanita, no soy tan tonto para encadenarme a una sola mujer a mis 24 años ¿Estás de acuerdo?
- Cuando encuentres a la indicada no dirás lo mismo – respondió ella.
- Cursilerías – contestó Arturo entre dientes – En fin, los dejo solos para que continúen en lo que estaban – dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta – Ah otra cosa – se detuvo antes de salir – Disfruten juntos está noche, quien sabe hasta cuando vuelvan a tener una oportunidad así – levantó su pulgar en nuestra dirección y acto seguido salió de la habitación dejándonos completamente solos y con sus últimas palabras retumbando en nuestras cabezas.
¿Sería esta la noche ideal para cumplir todos nuestros deseos? Cuando los labios de Paola se aproximaron de nueva a cuenta a los míos supe que así sería, esta noche sería el inicio de nuestra nueva vida juntos. El peso nos venció de nuevo y caímos sobre la cama quedando ahora ella sobre mí, la miré de nuevo a los ojos para confirmar que todo esto era realidad y para mí buena fortuna así lo era: Paola estaba aquí, tan cerca de mí que podía sentir su cálido aliento chocando contra mi rostro perplejo y la increíble sensación que me provocaba el roce de su cuerpo pegado al mío ¿Podía haber algo mejor en el mundo? Definitivamente no, sólo ella era capaz de embriagar mi ser de completo éxtasis como el que experimentaba ahora.
- Te amo Ricardo – acarició mi rostro con sus suaves manos.
- No más de lo que yo a ti hermosa – sujeté el mechón de su cabello que le cubría la cara por detrás de su oreja para poder admirarla mejor, ella sonrió.
- La última vez que estuve tan cerca de ti no tenías barba – reímos quedito.
- ¿Me estás llamando viejo?
- Tal vez – acarició mi labio inferior con la yema de su dedo índice – ¿Pero sabes? Así me gustas mucho más.
Sus labios se fusionaron de nuevo con los míos en un beso mucho menos intenso que los anteriores pero lleno de energía como todos los que me proporcionaba. Para este momento mi cuerpo reaccionaba espontáneamente a sus estímulos, mis dedos se pasearon tranquilamente por su espalda deslizando lentamente el cierre de su vestido blanco, me detuve un momento antes de despojarlo por completo esperando alguna objeción de su parte pero contrario a eso Paola parecía bastante dispuesta a complacer el enorme menester que había surgido en mí desde el momento que sus labios hicieron cohesión con los míos ¿Cómo podía resistirme ante ella? Era imposible, así como era también imposible negar que la combinación exacta entre amor y deseo que en estos momentos me hacía estallar el cuerpo no era correspondida por ambas partes pues Paola al igual que yo había comenzado a desabrochar mi camisa entre caricias y besos clandestinos que me hacían estremecer de pies a cabeza.
Hacía años que no me sentía como en estos momentos, a decir verdad no me sentía así desde la última vez que hicimos el amor antes de su partida de la ciudad pues desde nuestra ruptura jamás encontré alguna mujer que me hiciera sentir lo que ella, por más bonitas y esculturales que fueran no lograban satisfacer ese deseo interno que Paola llenaba con el simple roce de sus labios, inclusive con Mariana era igual y hacía la comparación porque el resto de personas con las que había estado no pasaban de ser un simple encuentro más en mi vida en cambio a mi novia la quería y adoraba pero aún así al estar con ella no sentía que hiciéramos verdaderamente el amor (al menos por mi parte) y era hasta ahora que entendía el porqué: Paola era la única mujer que yo amaba en el mundo, la única a la que le entregaría mi vida sin condiciones y por ende la única a la que verdaderamente podía hacerle el amor en toda la extensión.
El solo eléctrico de mi canción preferida comenzó a retumbar por toda la habitación, Paola brincó entre mis brazos sobresaltada al igual que yo, que de un segundo a otro había abandonado el mismo paraíso para volver a la cruda e imperfecta realidad ¿Quién podía ser tan inoportuno para llamarme a estas horas de la noche? Tomé mi celular del buró que estaba a un lado y en cuanto miré a la pantalla una fuerte tensión estomacal hizo acto de presencia en mi interior, la foto de mi novia sonriendo radiantemente parpadeaba una y otra vez por arriba del letrero que indicaba "Llamada entrante" Paola se percató de lo ocurrido y en seguida la felicidad que segundos antes se dibujaba en su rostro se vio abrumada por algo parecido al arrepentimiento y tristeza ¿Y ahora que debía hacer?
- ¿No vas a contestar? – su voz sonó tan diferente que por un segundo dudé si era ella la que me había cuestionado.
- ¿Qué le diré? – me pregunté a mi mismo en voz alta mirando perplejo la pantalla de mi celular
- Soy una basura – exclamó Paola en tono de frustración mientras se paraba desesperada de la cama.
- ¿Qué dijiste? – aventé mi teléfono que aún seguía sonando para ir tras ella.
- ¡Que soy una basura! – repitió en un grito volteando hacia mí – Ve lo que estaba apunto de hacer, soy la peor amiga del mundo – se cubrió la cara con ambas manos como si se avergonzara de si misma.
- No digas eso – me acerqué abrazarla hundiendo mi cara entre sus cabellos – Tú no tienes la culpa de que Mariana y yo...
- Mariana es mi amiga – reprochó contra mi hombro – y tú el hombre que ella ama.
- Pero yo a ella no – mi celular seguía sonando con insistencia, maldije el momento que olvidé apagarlo – Te amo a ti Paola – la abracé con mayor fuerza – y ella misma lo sabe.
- Sí lo sabe, pero no sabe que esa "Paola" es la misma que ve a diario como su amiga.
- Solucionaremos esto juntos – masajeé su cabello – ella no sabrá nunca de lo nuestro, todo estará bien – besé su coronilla – te lo prometo mi amor.
- ¿Y cómo piensas lograr que ella no se entere de lo nuestro? – me miró a los ojos con tristeza – se enterará que cancelaré mi boda, tú terminarás con ella y... Iván también lo sabrá – miró al suelo – ¿Cómo voy a decirle que el hombre que amo eres tú? Se morirá de tristeza.
Se me retorció el estómago al escucharla decir las últimas cuatro palabras, dejé caer mis brazos de golpe cuando el rostro suplicante de Iván apareció frente a mí rogando que cumpliera su promesa, y eso es justo lo que estaba haciendo de hecho esta noche había logrado nuestro cometido pero entonces ¿Por qué me sentía tan mal al recordar el verdadero motivo de aquella promesa? ¿Debía contarle a Paola lo que aquella mañana su prometido y yo habíamos hablado? "Por favor prométeme que mantendrás en silencio esta conversación hasta que llegue el momento adecuado" Su voz sonó tan real, que hubiera jurado que estaba parado a mi lado y no sólo era su recuerdo lo que retumbaba en mi cabeza. Cerré los ojos con fuerza y al volver abrirlos Paola apareció de nuevo frente a mí observándome confundida, bastó un segundo para comprender que aún no era el momento adecuado para que supiera el triste destino de Iván, no quería arruinar la felicidad que albergaba ahora.
- ¿Qué pasó? – preguntó nerviosa – ¿Dije algo malo?
- No – sonreí a medias – me quedé pensando en como lograremos que Mariana e Iván salgan ilesos.
- Ellos no se merecen esto – suspiró – sino fuera por Iván tal vez yo no estaría con vida – un escalofrió me recorrió el cuerpo.
- No digas eso – la abracé de nuevo – Sé lo que él hizo por ti, y también sé cuanto te ama y por eso mismo estoy seguro que entenderá tu elección.
- Yo lo quiero demasiado, lo adoro – una oleada de celos golpeó contra mi pecho – no quiero verlo sufrir.
- Hablaremos los dos con él para que te sea menos difícil – se apartó de mí cuerpo con brusquedad.
- ¿Estás loco? – me miró con el ceño fruncido.
- Créeme será mucho más sencillo así, confía en mí.
- ¿Y Mariana? – tomé aire antes de responder.
- En cuanto llegué de Boston terminaré con ella – me quedé callado un momento tratando de encontrar las palabras adecuadas que usaría para no lastimarla – Sé que le costará mucho trabajo entenderlo pero con el tiempo me olvidará.
- Me siento tan culpable...
- Deja de decir eso – cubrí sus manos con las mías – Todo esto va a ser por nuestro amor, por nosotros, por nuestro destino juntos – me miró a los ojos y una sonrisa bajo su mentón me indico que podíamos volver a concluir lo que minutos antes habíamos empezado.
Mis labios comenzaron a navegar gloriosos entre los suyos mientras mis manos trataban de grabar milímetro a milímetro la textura de su suave piel. Fusioné mi cuerpo al suyo hasta que no quedara un solo espacio entre nosotros, ella se colgó de mi cuello sin parar de besarme y yo sin más ni menos la cargué entre mis brazos victorioso y en un giro veloz caímos de nuevo sobre la cama sin dejar que nuestros labios se despegaran del lugar al que pertenecían, a penas y era consiente de cada movimiento realizado, sentía como si mi alma se hubiera desprendido del cuerpo y ahora flotara junto con Paola en otra dimensión lejana en donde lo que estaba ocurriendo ahora entre los dos era simplemente la mayor prueba de amor entre dos cuerpos destinados y no un acto de infidelidad como podría juzgarlo cualquier persona ajena a la situación.
De nuevo el solo de guitarra eléctrica que minutos atrás había reproducido mi celular comenzó a sonar por toda la habitación, me odié a mi mismo por haber permitido que de nuevo interrumpiera uno de los mejores momentos de mi vida ¿En donde tenía la cabeza para olvidar apagar mi maldito teléfono? Abrí los ojos de golpe cuando sentí el rechazo de Paola sobre mi boca y mi cuerpo, la miré confundido unos segundos y después caí en cuenta que todo se había arruinado ¿Era posible que no pudiéramos estar juntos solo una noche?
- Voy a apagar mi celular – comenté levantándome velozmente de la cama en busca de mi teléfono – ¿Dónde está?
- Aquí – respondió ella entregándome el móvil que yacía debajo de su espalda, noté que miró la pantalla antes de que yo lo tomara y al ver la foto de Mariana torció el gesto desviando la mirada.
- Listo – presioné el botón de apagado – ahora si ya nadie podrá molestarnos – me dejé caer de nuevo sobre su cuerpo pero al instante recibí su rechazo – ¿Qué pasa?
- No podemos hacerles esto...
- Pero es que...
- Es que nada Ricardo – me apartó por completo de su cuerpo dejándome caer bocarriba justo a su lado – Mariana te ama, Iván me ama, no se merecen que – la interrumpí.
- ¿ Podrías dejar de pensar en ellos y pensar sólo en nosotros dos?
- No, no puedo – se hizo un momento de tensión, comenzaba a sacarme de quicio pero traté de controlarme, además ¿Quién era yo para exigirle algo? – Ricardo – esta vez su voz sonó más dócil – no hay cosa en el mundo que deseé más que estar contigo pero no puedo ser tan cruel para olvidarme de todo y pensar sólo en mis deseos – torcí el gesto, detestaba su falta de egoísmo en estos momentos.
- Pero si eres lo suficientemente cruel para detenerme justo ahora – reproché cual niño pequeño.
- Lo siento – se enderezó – no debí dejar que llegáramos a estos extremos – se paró de un brinco de la cama y comenzó a buscar sus prendas por el suelo.
Contemplé su desnudez mientras se vestía de nuevo, su cuerpo menudito seguía siendo mi modelo idóneo; Paola no necesitaba de exuberantes curvas ni de extravagantes atributos para ser perfecta para mí; todo en cuanto a ella me atraía hasta casi volverme loco: su mirada, su cabello, sus labios, su cuerpo, su aroma y hasta el adonis sonido de su voz podían controlar cada hormona de mi ser. Al parecer mi hermosa compañera de vida notó el brillo idolatrado de mis ojos al contemplarla tan magestual ante mí pues con una sonrisa divertida en los labios me volteó a ver haciéndome sonreír estúpidamente de nuevo. Ciertamente ni yo mismo entendía como podía controlar mis emociones al grado que me era casi imposible enojarme con ella por más frustrado que me sintiera por dentro: al final sentía que ella era inocente de cualquier cosa .
- ¿Me ayudas a abrochar mi cierre? -La miré pícaramente un segundo y después accedí acercándome de un sólo brinco a ella – Tú también deberías vestirte ya, no vaya a ser que alguien te vea así.
- Está bien, así se deleitan un rato la pupila – bromeé mientras subía la cremallera de su vestido – Listo hermosa – besé su hombro.
- Gracias – le sonreí - ¿Si me comprendes verdad? – se giró para quedar frente a frente.
- Ya no te estoy diciendo nada...
- Es que no quiero que creas que es porque no quiero estar contigo – acarició mi pecho desnudo – Yo te amo pero – la interrumpí.
- Ya – la silencié colocando mi dedo sobre sus labios rojos – ya no digas nada más.
- Pero si me comprendes ¿Verdad? – sus ojos parecían ahora tristes.
- Sí – estampé mis labios contra su frente – Tú siempre has sido la más coherente en nuestra relación.
- ¿Y eso es malo?
- En momentos como este, sí – frunció el ceño - No es cierto, yo te amo Paola y te acepto tal y como eres y si aún no crees que sea el momento esperaré.
- Gracias mi amor – besó mis labios dulcemente.
- Sólo no te tardes otros seis años más por favor – sonrió.
- No, te prometo que pronto vamos a estar juntos – buscó mi mano sobre la cama para entrelazarla – en todos los sentidos.
- ¿Y esta vez será para siempre?
- Sí – sonrió ampliamente – ahora sí será para siempre.
- Porque ahora sí no te voy a dejar escapar nunca de mi lado ¿Eh?
- No, no lo hagas – rodeó mi cuello con sus brazos y yo hice lo mismo con su cintura.
A pesar de no haber culminado la noche como lo deseaba este momento era glorioso en su totalidad, Paola me amaba y prueba de ello era que estaba dispuesta a cancelar su boda para estar conmigo ¿Qué más podía exigirle ahora? Si teníamos toda una vida por delante para disfrutar momento a momento nuestro destino juntos, ahora si podía volver a decir que tenía una razón para vivir y esa razón era la mujer que ahora se encontraba entre mis brazos robándome suspiros una y otra vez.
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Mi destino a tu lado - Pxndx fic
FanfictionCuando Paola y Ricardo se conocieron en aquel verano de su infancia, jamás imaginaron lo que el destino les tendría preparado para entrelazar la vida de ambos en un mismo camino hasta el final de sus días. La relación que desde la adolescencia comen...