Capitulo 38 "El inicio de la Tormenta"

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NARRACIÓN DE RICKY :

Me paré enseguida de la banca impulsado por la adrenalina que su presencia me provocaba y corrí velozmente hacia la chica de vestido negro que sobresalía de toda la maravillosa naturaleza que había a su alrededor por su espectacular y majestual belleza. Cuando al fin logré estar frente a ella la estrujé fuerte contra mi pecho esperando obtener la misma reacción de su parte pero por lo contrario se mantuvo firme con los brazos colgando cada uno a su costado, como si su cuerpo reaccionara de manera negativa al calor del mío. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza y estaba seguro de que no era debido a la lluvia que cada vez caía con mayor intensidad.

- ¿Qué pasa mi amor? – me separé de ella esperando una respuesta pero esta no llegó – Toma – estiré mi brazo derecho con el ramo en la mano – te traje tus rosas favoritas.
- Tenemos que hablar – dijo fríamente ignorando por completo mi obsequio.
Bastó sólo un segundo para leer en su mirada que todos mis miedos y malos presentimientos tenían su razón de ser, pues aquel rostro angelical lleno de vida lejos estaba de parecerse al de la mujer que ahora estaba frente a mí. Sus ojos marrón estaban teñidos de rojo a causa del llanto que podía asegurar había desbordado durante horas y a causa de esto mismo el maquillaje oscuro que pintaba su mirada se había corrido sobre sus mejillas apagadas dejando sobre estas las marcas de cada una de sus lágrimas. Sólo una vez en mi vida la había visto tan triste y dolida como ahora sólo que a diferencia de aquella ocasión esta vez yo no era el culpable de su llanto y ciertamente me alegraba no serlo pero más me aterraba y preocupa indagar sobre la causa de su terrible estado emocional.

- De... ¿De qué quieres hablar? – titubeé.
- De nosotros – respondió seria.
- Te escucho...
- Es que.. ya no... ya no podemos – de pronto su rigidez se vio opacada por un nudo en la garganta que le impidió seguir hablando.
- ¿Ya no podemos qué?
- Ya no podemos volver a estar juntos – gritó al tiempo que sentía el alma desprenderse de mi cuerpo.
- ¿Qué estás diciendo ? – dejé caer el ramo de flores al piso preso del pánico que sus palabras me habían provocado.
- Que no puedo estar contigo Ricardo – sus palabras se incrustaron como filosas navajas en mi ser, esto era imposible, ella no podía estarme diciendo esto.
- No, no, no – negué con la cabeza tratando de convencerme a mi mismo que esto era sólo una mala broma.
- Me voy a casar con Iván – gimoteó al tiempo que un rayo hacía estruendo en el cielo y la lluvia golpeaba fuerte contra nuestros cuerpos empapados – Y será mejor que esta sea la última vez que nos veamos.
- ¡No! – grité con todas las fuerzas que me fue posible – Paola no puedes estarme diciendo eso – ella se cubrió la boca mientras sus ojos emanaban lágrimás a mayor cantidad – Tú me lo prometiste – la señalé con la mano – Ayer me juraste que nada ni nadie nos separaría esta vez.

- Era mentira – gritó alterada – Sólo quería pasar un buen rato contigo – la miré incrédulo – Había bebido demás y no sabía lo que hacía – agitó las manos de forma exagerada – sólo olvida lo que ocurrió.
- No, no puedes estar hablando en serio – me acerqué de un solo paso a su lado tomándola con fuerzas de los brazos – ¡Paola te amo! ¡Tú me amas!
- No, yo amo a Iván – presioné fuertemente mis manos contra su piel – Ricardo me estás lastimando.
- Y tú me estás matando a mí ¿Crees que es justo? – me miró con miedo y al contemplar su gesto de dolor deje caer mis manos a los costados notando que había dejado marcado la zona de sus brazos: me sentí un monstruo – Lo siento... yo...
- Estás loco – gritó – Jamás volvería contigo – me empujó – me casaré con Iván y no quiero que me vuelvas a buscar nunca más.
- ¿Estás bromeando? – me acerqué de nuevo a ella tomándola entre mis brazos haciendo caso omiso a sus inútiles intentos de soltarse – Te conozco perfecto y sé que lo de anoche no fue ningún impulso ni ninguna mentira – agachó la mirada – No, y no evites mi mirada – la alcé de la barbilla obligándola a mirarme a los ojos – ¡Yo sé que tú me amas! Maldita sea ¿Si no por qué razón estas llorando?
- Déjame ir – insistió entre sollozos – ya no quiero verte por favor.
No podía seguir escuchándola y a la distancia que estábamos mi boca fue la mejor arma para ahogar sus palabras deshonestas y humillantes. Al principio trató de resistirse a nuestro enorme menester pero al final dejó de forcejear y sus labios cayeron rendidos en dulces movimientos sobre los míos. A pesar de la enorme tormenta que hacía temblar nuestros cuerpos, no podía sentir más calor y bienestar en este momento. La apreté fuerte contra mi pecho al grado de sentir el palpitar de su corazón volcado contra mi piel. Su forma de besarme era completamente diferente al centenar de millones de besos que había recibido durante toda mi vida, era como si esta vez temiera que esto jamás volvería a suceder, como si creyera que este sería el último beso en toda nuestra existencia. La simple idea de que así fuera me paralizó, yo no podía volver a vivir sin ella.
- ¿Lo ves? – me despegué solo unos milímetros de su boca – niégame que me amas ahora.
- No hagas esto más difícil...
Intente enredarme de nuevo entre sus labios pero esta vez recibí su rechazo total al ser empujado con fuerza de su lado. La mire desconcertado, aún no entendía ¿Por qué razón quería mandar al diablo nuestro destino juntos? ¿Por qué se aferraba a negar el enorme sentimiento que nos había unido desde niños?

- ¿Qué te sucede? – exclamé.
- Ya te dije, no podemos estar juntos.
- No, no puedes hacerme esto – de nuevo el nudo en la garganta surgió – Ayer me juraste que...
- Sé lo que dije – me interrumpió – pero entiéndeme – tomó aire – mi lugar es junto a Iván, con él es con quien debo estar.

- ¿Con Iván? – me tallé la cara desesperado, ¿Cómo decirle de manera sutil que su prometido estaba destinado a la muerte? – Pero él ni siquiera podrá estar contigo...
- ¿Por qué no? – frunció el ceño.
- Porque él – tomé aire y entonces una vocecita en mi interior me gritó "Que estás haciendo? ¿A caso la quieres ver sufrir más de lo que está sufriendo ahora? – No...
- No ¿Qué?
- No, nada – suspiré arrepentido por lo que estuve apunto de revelar, después me acerqué de nuevo a ella y tomé su mano entre las mías – sólo entiende que tu lugar es a mi lado.
- No Ricardo – jaló su mano hasta que esta se soltó de las mías – Ya no hay un futuro para los dos ¿No lo entiendes? – negué con la cabeza con las lágrimás al borde de los ojos – Sólo no me busques más ¿Si? – la primer lágrima rodó por mi rostro – Yo haré mi vida a lado de él y tú deberás hacer la tuya a lado de Mariana.
- No – grité – si no es contigo no es con nadie.
- Sólo olvídate de mí – agitó las manos – Entiérrame, sácame para siempre de tu vida.
- Eso es imposible – sollocé, a cada palabra me hacía más vulnerable.
- No lo es – movió la cabeza – yo también te olvidaré – tragó saliva – te juro que esta vez sí lo lograré.
Dicho esto dio media vuelta y comenzó a correr por la explanada a una velocidad impresionante, cuando mi cuerpo al fin pudo seguir las indicaciones que mi cerebro le indicó comencé a correr tras ella tropezándome en el camino con uno que otro obstáculo. Su silueta apenas y era visible entre la tormenta por lo que mantener la vista fija en ella al tiempo que me fijaba por donde corría fue una acción imposible de realizar y terminé resbalándome en un enorme charco de lodo con una torcedura en la pierna que me hizo gritar fuertemente de dolor. Aunque mi lamento no era tanto por el dolor físico que ahora padecía, sino por que Paola había desaparecido dejándome muy en claro que no quería volver a estar conmigo ¿Motivos? Ni ella misma podía explicarlo, lo mejor que pudiera pasarme en estos momentos sería que me partiera un rayo que me hiciera olvidar a aquella mujer que amaba como un demente ¿Estaba el cielo para cumplir caprichos?




NARRACIÓN DE PAOLA:

Estaba aterrada, afligida y en extremo confundida, pero ni en un solo minuto me arrepentía de lo que me había llevado a tomar esta enorme decisión de alejarme de Ricardo para siempre. Ahora era el momento menos indicado para pensar solo en mi felicidad, ahora había una razón mayor por quien vivir y si la felicidad de ese ser se basaría en dejar perder la mía lo haría sin pensarlo.

Eran poco más de las 8:00 p.m. de aquel desolado viernes, me encontraba sentada al borde de la ventana de mi cuarto observando con nostalgia a los niños que corrían y jugaban por las calles sin preocupación alguna más que la de divertirse, en cambio yo: aquí estaba volviéndome loca con mis propios problemas, imaginando una y otra vez el futuro que se me esperaba sino era capaz de arrancar de mi ser al hombre de sonrisa perfecta que tanto amaba ¿Cómo le haría para mirar a los ojos a mi esposo todos los días y jurarle que al único que amaba y deseaba era a él? Otra lágrima recorrió mi mejilla, nunca en mi vida me había sentido tan más vulnerable que ahora.
De pronto llamaron a mi puerta con leves golpeteos, me limpié la cara con las manos para disimular mi aflicción y después de gritar que podían pasar mi madre apareció en mi habitación.

- Hija, te vinieron a buscar.
- ¿A mí? – fruncí el ceño – ¿Quién?
- Tu amiga la güerita que te ayudó a organizar la boda – el estómago se me contrajo hasta provocarme dolor.
- ¿Mariana? – exclamé con repentino miedo, algo me decía que su visita no era porque pasaba de casualidad por aquí.
- Sí ella, viene en muy mal estado – abrí los ojos como platos ¿Sería que al fin se había enterado de quien era yo realmente? La idea me causó mareo – ¿Le digo que bajas?
- Sí, sí ya voy – me levanté deprisa – Gracias.
- Por nada – cerró la puerta después de salir.
Traté de tranquilizar mis miedos con un ejercicio de respiración profunda que poco ayudó. Me miré al espejo sintiendo pena por mí misma al contemplar la vasca que era mi imagen y al fin salí de mi habitación con las piernas temblándome a cada paso. Bajé poco a poco las escaleras y en cuanto puse un pie en la sala mi amiga reaccionó de la manera más inesperada para mí pero con esto sólo logró que mi miedo se hiciera mayor: definitivamente esto iba cada vez peor.
Sus delgados brazos rodearon mi cuello al tiempo que se dejaba desbordar en llanto sobre mi hombro dejando humedecida aquella zona con la enorme cantidad de lágrimás que sus ojos cristalinos emanaban.

- Terminamos – chilló contra mi hombro al tiempo que mis brazos correspondían nerviosos a su abrazo.

Sentí una descarga eléctrica de emociones contraídas cuando al fin me di cuenta de la situación: una era que al final Ricardo había decidido dejar a Mariana a pesar de saber que no tendría futuro conmigo y la otra (y más importante) era que aún mi identidad era un secreto para ella, de otro modo ¿Por qué vendría a buscar consuelo a los brazos de la mujer que tanto detestaba? Suspiré aliviada, sin embargo me partía el alma ver el estado en el que mi amiga se encontraba, no pude evitar sentirme culpable por lo que había ocurrido ¿A caso no era yo la que había incitado a Ricky a mandar al diablo a nuestras parejas? Un escalofrío recorrió mi cuerpo ¿Qué pensaba en aquel momento para ser capaz de pedirle a Ricardo que hiciera esto? En definitiva era la peor amiga del universo.


- Tranquila – titubeé nerviosa.
- ¿No me escuchaste? – se despegó de mí para mirarme a los ojos – me dejó Paola, ¡Ricardo me terminó!
De nuevo se soltó a llorar sobre mi hombro como si de verdad yo fuera la persona más indicada con la que podría acudir en estos momentos ¿Por qué Ricardo había hecho esto? ¿Qué necesidad tenía de romperle el corazón a Mariana sabiendo que yo no podía estar de nuevo con él? Fue entonces que su adonis voz resonó como eco dentro de mi cabeza "Si no es contigo no es con nadie", había dicho la última vez que nos vimos. Jamás imaginé que hablaba en serio, jamás pensé que fuera capaz de dejar a una mujer como Mariana ¿De verdad estaba tan loco para preferir la soledad que el sincero amor que ella le tenía? Mariana amaba a Ricardo de la manera más irracional posible, estaba aferrada a él como una niña a su juguete preferido y la entendía perfectamente y sabía con exactitud la magnitud del dolor que ahora estaba sintiendo pues yo misma vivía en carne propia el mismo sufrimiento que ella. En el momento que supe que el destino que había planeado a su lado no sería posible me había desbordado en llanto sobre el hombro de mi hermano justo como ella lo hacía ahora conmigo ¿Qué nos había dado aquel hombre de sonrisa perfecta para tenernos así? ¿Con qué derecho había llenado nuestra vida de tristeza y dolor?

- Ven – la tomé de la mano dirigiéndola hacia el sillón más cercano – vamos a sentarnos.
- Me quiero morir – gimoteó cuando se dejó caer a mi lado.
- Tranquila – palmeé su brazo – no digas eso.
- ¿Es que no entiendes? – agitó las manos – ¡Me dejó Paola! Y ni siquiera sé el motivo.
- A veces el amor no dura para siempre – torció el gesto – tal vez él no era el chico indicado para ti.
- Yo lo amo – gritó – tú sabes bien cuanto lo amo y sin embargo – se le quebró la voz – a él no le importó.
- Es que no debes aferrarte a alguien que no te corresponde igual.
- ¿Que no me corresponde igual? – se limpió los ojos – Paola llevábamos más de dos años de relación y en febrero cumplíamos un año de vivir juntos – las manos comenzaron a temblarme ¿A caso estaba celosa?
- Bueno pero... – me interrumpió.
- ¿Sabes cuantas veces me dijo "Te amo"? – en efecto, ahora sí estaba segura que lo que me quemaba el estómago eran celos – ¿Sabes cuantas veces me juró que lo nuestro era eterno? Incluso hablamos un par de veces de matrimonio y de formar una familia y ahora – tomó aire – Ahora me hecha así de su vida como si no valiera nada para él.
- No digas eso...
- Y lo peor es que ni siquiera sé en que momento lo perdí – se quedó mirando al techo mientras las lágrimás resbalaban por sus mejillas – Creí que todo estaba perfecto, pero cuando volví de Boston me di cuenta que ya no era el mismo – regresó su mirada hacia mí – aunque ahora que lo recuerdo ya llevaba varias semanas distante conmigo, ya ni siquiera quería tocarme – suspiró – como si ya no le provocara lo mismo ¿Crees que haya conocido a alguien más?
- No Mariana – miré al suelo – no creo ¿Además que chica podría ser mejor que tú? – sonrió a medias – Sólo piensa que él que saldrá perdiendo será ese tonto, te aseguro que tú encontrarás a alguien mejor.
- Ay eso es imposible, jamás conoceré a alguien tan perfecto como él – suspiré, en eso le daba toda la razón.
- Claro que sí – palmeé de nuevo su hombro – sólo es cuestión de buscar.
- No, no quiero a nadie – soltó a llorar de nuevo – yo quiero a mi Ricky, lo quiero solo a él.
La miré con compasión, me dolía bastante verla sufrir de esa manera pero no podía hacer nada para controlar su llanto, y tampoco podía jurarle que todo estaría bien pues yo mejor que nadie sabía que a partir de ahora los tres viviremos condenados el resto de nuestras vidas al recuerdo de un amor imposible. Mariana siguió llorando un buen rato más, yo ya no encontraba las palabras idóneas para darle consuelo así que lo único que pude hacer para apoyarla fue quedarme a su lado hasta que terminó de desahogarse aunque para este entonces ya era más de media noche y no me quedó otra opción más que dejarla quedar a dormir en mi casa pues según ella era bastante orgullosa para seguir durmiendo bajo el mismo techo que Ricardo aunque este le haya ofrecido su hogar a pesar de no seguir siendo novios.

Estaba bastante afligida para quedarse a dormir sola en mi cuarto (yo planeaba dormir con mi madre) por lo que al final accedí a quedarme con ella para hacerle compañía. Fue la noche más larga de mi vida, pues no sólo tuve que soportar sus sollozos durante un buen rato sino que además cuando al fin concilió el sueño me vi en la necesidad de despertarla ya que inconscientemente (quiero pensar) me abrazó por debajo de las sábanas mientras decía entre sueños palabras como "Ricky" "mi amor" "No me dejes".
Cuando la mañana al fin llegó me paré deprisa para bañarme; al salir de la regadera y volver a la habitación noté que Mariana ya no estaba en la cama como cuando salí. De pronto escuché a alguien sollozar a mi lado y al girar la cabeza la encontré sentada al borde de mi ventana con la vista perdida al exterior, verla así me recordó a mí misma en la noche anterior y lo más irónico era que yo también había estado en el mismo estado que ella por el mismo chico.

- ¿Cómo amaneciste? – pregunté al tiempo que me sentaba a su lado.
- Muerta – respondió con la vista fija a la ventana.
- No digas eso tontita.
- ¿Entonces qué quieres que diga? – giró su rostro hacia mí – Así me siento – agachó la cara – y los sueños que tuve ayer no ayudaron mucho.
- ¿Qué soñaste?
- Fue más bien una pesadilla – recargó su rostro en la ventana – Lo veía que estaba con otra mujer – suspiró – y creo saber bien quien era... pero no, no, no eso es imposible.
- ¿Quién era?
- Lo veía contigo – un hueco se abrió en mi estómago – En mis sueño tú eras ella – frunció el ceño – la estúpida ex novia que nombra cuando duerme.
- ¿Yo? – titubeé evitando a toda costa su mirada – Eso es imposible yo no...

- Sí, sí ya se que es imposible – me interrumpió – Porque tú viviste casi toda tu vida en el D.F. ¿No? – asentí con la cabeza, ahora agradecía aquella versión que le había inventado hace algunos meses de que yo había nacido aquí pero por razones laborales de mi familia me había ido desde muy pequeña al D.F: – Entonces jamás pudieron haberse conocido antes...
- Exacto – exclamé – además yo... él.. bueno jamás... nunca podría.
- Lo sé, lo sé – me miró triste – tal vez mi subconsciente me traicionó porque tú y la tipeja esa comparten el mismo nombre – asentí – además no creo que Ricardo fuera capaz de dejarme por volver con esa idiota, y en todo caso ¿Cuándo la volvió a ver?
- No saques conclusiones que no...
- Oye – me interrumpió – El día de la fiesta de disfraces que fueron con él ¿No lo viste con nadie? – negué casi instantáneamente con la cabeza sin poder evitar recordar los maravillosos momentos que pasé a su lado aquella noche.
– Que tonta soy – suspiró – aunque así fuera no creo que sería tan descarado para llevarla a una fiesta con nuestros amigos ¿No?
- Pues no – me encogí de hombros – pero ya no pienses en eso, mejor ven – me paré y la tomé del brazo – vamos a desayunar – terció el gesto – anda – la jalé – es más, si quieres desayunaremos fuera ¿A dónde quieres ir?
- A ningún lado – se recargó de nuevo en la ventana – Sin Ricardo en mi vida ya no tengo ganas de nada.
- Ya no sigas diciendo eso ¿Sabes cuantas chavas desearían ser como tú?
- ¿Cómo? ¿Una total fracasada en el amor?
- No tonta, una súper modelo increíble y además de todo guapísima.
- ¿Guapísima? – rió sin ganas – ¿De qué sirve el físico cuando tu belleza emocional está hecha una porquería?
- ¿Belleza emocional? – reí – eso no existe, y si te refieres a la belleza interna creo que te equivocas con la tuya porque eres una mujer increíble en todos los sentidos.
- Ya no me digas nada, que voy a pensar que estas enamorada de mí – y por primera vez en varias horas la vi sonreír.
- Ni que tuvieras tanta suerte – bromeé y ella volvió a reír – pero vente, vamos a arreglarnos porque ya tengo mucha hambre y no sé ni a donde vamos a ir.
- Está bien – se paró – no por mi depresión dejaré que mi mejor amiga se muera de hambre – le sonreí – Muchas gracias por apoyarme Paola, de verdad no sé a donde hubiera ido si no te tuviera.
- No te preocupes, para eso estamos las amigas – me abrazó de prisa y al instante salió corriendo hacia la regadera.
Me sequé el cabello y peiné mientras Mariana se duchaba, cuando salió noté que traía la misma ropa que el día anterior así que le ofrecí una blusa azul turquesa que tenía en mi armario la cual no muy convencida terminó aceptando. Después de usar mi pistola de aire se acercó hasta mi buró donde yo me encontraba maquillándome frente al espejo y acto seguido comenzó a hacer lo mismo que yo.

- Vas a decir que soy una abusiva ¿Verdad? – comentó mientras se colocaba rubor.
- Claro que no, puedes tomar lo que quieras.
- Gracias – sonrió frente a su reflejo – aún así prefiero tener mis propias cosas ¿Me acompañarías por ellas al departamento? – tragué saliva ¿Qué excusa podría darle para no ir? – ¿Qué?
- ¿Para qué quieres volver ahí? Es mejor que no lo veas ahora.
- No tengo por qué verlo, a esta hora debe de estar trabajando – suspiró – me quedé con las llaves así que no hay problema, vamos deprisa sacamos mis cosas y volvemos – asentí no muy convencida.
- Ok ,Pero estás segura que no estará ahí ¿Verdad?
- Segurísima, además ¿Por qué te preocupa tanto?
- Es que no quiero que te vayas a sentir mal – mentí.
- No te preocupes – dejó a un lado los cosméticos – te prometo que voy a estar bien.
- Ok...
- Oye – vi que entre sus manos tomaba algo de mi alhajero que al principio no pude distinguir – Está hermoso este dije – tomó la cadena entre sus dedos dejando ver el colguije de corazón a la mitad con la letra "R" grabada girando frente a nuestros ojos, una descarga de emociones se desbocó en mi cuerpo – ¿Quién te lo regalo?
- Nadie – se lo arrebaté de las manos de manera inconsciente, ella me miró extrañada – es un recuerdo de... de mi abuela.
- Lo siento – frunció el ceño – no creí que fuera tan importante.
- Lo es – lo coloqué de nuevo sobre mi alajero para después cerrarlo con seguro – ¿Nos vamos?
- Sí – respondió sin dejar de ver la cajita donde segundos antes había guardado lo que bien podía delatarme.

Mi destino a tu lado - Pxndx ficDonde viven las historias. Descúbrelo ahora