TREINTA

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Las clases no habían ido muy bien. Estaban esos dos chicos que no paraban de reñir y hacían un mal uso del deporte para terminar a los golpes. Tao se veía obligado a interrumpir la clase constantemente para separarlos. No podía evitar pensar que si Sehun hubiera sabido wushu, ellos hubieran sido igual que estos chicos al comienzo de su relación. Su mente divagaba todo el tiempo en dirección a él. Lo mantenía distraído de sus obligaciones, por eso las clases acabaron con los dos chicos sangrando por la nariz.

Aunque los padres comprendieron la situación y prometieron hablar con ellos, Tao no podía evitar sentirse preocupado por su pésimo rendimiento en el trabajo. Llegó a casa arrastrando los pies, ansioso por meterse en la ducha, pero cuando iba a colocar la llave se dio cuenta de que la cerradura estaba abierta. Dejó caer su bolso y empujó la puerta cuidadosamente. Entró en postura defensiva, a oscuras, preparado para recibir cualquier ataque, como si fuera el protagonista de una película policial. Había vivido una escena en el pasado que lo había dejado alerta por el resto de su vida: su ex lo estaba esperando en la oscuridad para forzarlo a hacer las paces, por el medio que fuera.

Lo que recibió esta vez, sin embargo, fue un sollozo lastimero que llegó desde el suelo. Presionó el interruptor de la luz y se encontró a Sehun sentado en el piso, usando el sofá de respaldo, y un montón de botellas de soju vacías alrededor. Su vecino enterró la cara entre sus brazos en cuanto la luz le quemó los ojos. Tao se agachó a su lado y colocó una mano afectiva en su nuca. Miró alrededor buscando una pista de por qué estaba así, pero lo que encontró fue el método con el que forzó su puerta. Un ganchillo para sujetar papeles y una herramienta que vagamente reconocía, pero juraba que era de experto en algo.

—¿En serio violaste mi cerradura? —preguntó incrédulo y sintiéndose un poco vulnerado; hasta el momento pensaba que había sido tan idiota como para dejar su puerta abierta, debido a un deseo inconsciente de que Sehun fuera a su casa al regresar—. ¿Cómo sabes hacer eso?

—Mi abuelo era cerrajero —respondió Sehun y levantó la cabeza de su escondite, con una mueca de dolor ante la luz.

Sus ojos estaban hinchados y rojos. De su boca emanaba un intenso hedor a alcohol. Tao contó las botellas. Había seis, una de ellas a la mitad, las demás vacías.

—La próxima bébete el agua del retrete. Te hará menos daño —sugirió con sarcasmo.

—Tenías razón —cambió de tema Sehun—, Baekhyun tuvo a alguien más todo este tiempo. Ni siquiera sé hace cuánto.

Tao lo miró con lástima y movió el pulgar en la nuca de Sehun de arriba a abajo.

—Eso sí puedo decirlo. No hace mucho. Ustedes ya no estaban juntos, no te engañó.

—¿Cómo puedes estar seguro? Podría haberte mentido. Se volvió muy bueno en eso, sin que yo lo notara. —Se restregó los ojos, nublados de lágrimas de nuevo, y continuó:—Los atrapé besándose en la cocina, como si no tuvieran un invitado esperando en la sala.

"Wow, ellos están yendo muy en serio", pensó Tao, un poco preocupado por lo impulsivo que actuaba Baekhyun a pesar de estar en una situación tan comprometida con Jongdae de por medio.

—Estábamos hablando de nosotros y se fue detrás de Kyungsoo porque escuchamos que se le cayó algo. Ni siquiera le importó que yo estuviera ahí. Ya no le importo.

Sehun comenzó a llorar como un niño con un raspón en la rodilla otra vez. Dejó caer la cabeza sobre el hombro de Tao, que lo envolvió con sus brazos mientras le cepillaba el cabello con los dedos y murmuraba palabras sueltas para calmarlo.

—Tranquilo. Todo estará bien. Lo superarás. Verás que sí le importas, solo... de otra manera. Y no es el único al que le importas. Tienes a tus amigos, a Junmyeon. Me tienes a mí.

¿Quién es el papá?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora