1| 𝙳𝚘𝚗𝚍𝚎 𝚝𝚘𝚍𝚘 𝚌𝚘𝚖𝚎𝚗𝚣𝚘

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Y aquí fue donde todo comenzó...

OLIVIA

Me encuentro en mi tercera clase del día, y aún siento como si fuera la primera. Hasta ahora, no puedo creer que esté en la Universidad de Nueva York; es todo un sueño para mí. Estudio con mi mejor amiga, quien también es mi compañera de cuarto. Desde niñas, nuestro sueño había sido estudiar juntas. Somos dos polos opuestos, y eso es lo mejor de todo; ella me ayuda a salir de mi zona de confort, y yo a ella.

Mientras esperamos al profesor, cojo un libro para leer un rato, mientras Holly se sumerge en su música y juega Candy Crush.

"Amo cómo Josep se le declara a Catalina. No puedo evitar botar una lágrima y..."

— Oliv, ¿puedes dejar de leer por un momento? Llevo hablándote más de dos horas y ni me escuchas —dice, cansada, quitándome el libro.

— Estabas cayendo tan bien, hasta que me quitaste el maldito libro, Holly, ¡y en la mejor parte! —respondo un poco irritada. Se está volviendo costumbre que me quite mis libros cada dos por tres.

— Es que esperas encontrar a tu hombre perfecto entre esas páginas, en lugar de levantar la mirada y disfrutar de las vistas, que, dicho sea de paso, no están nada mal, Olivia —replica Holly, un poco exasperada por mi negativa a enfrentar la vida real.

La miro con cara de pocos amigos y no le digo nada, porque sé que tiene razón. No puedo aferrarme toda la vida a mis personajes favoritos.

Disney, te odio por meterme tanta tontería en la cabeza.

Para ser sincera, la vida real no tiene nada de interesante; o al menos, la mía no.

— Sabes que tengo razón, Oliv. Me ha surgido una idea increíble para el fin de semana, amiga mía —sonríe—. Así que prepárate, porque Holly Adams y Olivia Collins tendrán un fin de semana de sexo, alcohol y fiestas, nena —dice emocionada, moviendo las caderas de un lado a otro. Mientras tanto, yo solo puedo mirarla con horror.

— Ay, Dios mío, debo haber hecho algo realmente malo en mi vida pasada para merecer una amiga tan loca como la que tengo —miro al techo juntando mis manos para darle un poco más de dramatismo—. Pero te prometo que si me la cambias por otra, me portaré... —no consigo terminar la frase porque un sopetón en mi cabeza me interrumpe—. ¡Holly! ¿Qué demonios te pasa? Ese libro es pesado —digo un poco molesta, sobándome el lado afectado—. De verdad, dolió.

— ¡Oye! No es mi culpa que te guste leer tanta tontería y que parezcan una maldita enciclopedia —dice levantando los hombros. Yo solo la miro, insultándola mentalmente—. Olivia, deja de insultarme en tu cabeza; digas lo que digas, así patalees, chilles, llueva o truene, te llevaré conmigo a la fiesta —asegura con determinación. Me mira y me señala—. Sí, irás, y punto. Fin de la conversación —sentencia Holly.

— ¿Cómo es que siempre sabes lo que pienso? ¿Ahora lees mentes o qué? Amiga mía, creo que te equivocaste de carrera, debiste ser bruja —digo para molestarla, recordando que su abuela solía leer las cartas.

Me saca el dedo corazón, y justo cuando iba a responderle, el profesor Anderson entra al salón para comenzar la clase.

— Alumnos, para los que no me conocen, soy el profesor Anderson de neuromarketing. Pónganse cómodos y saquen sus libros en la página veinte —dice el profesor.

Unos minutos después, la puerta del salón se abre, y entra un chico vestido completamente de negro, alto, de cabello oscuro y ojos azules, con una mirada penetrante; en pocas palabras, guapísimo. Tiene un sinfín de tatuajes absolutamente increíbles; es toda una obra de arte. Da Vinci estaría orgulloso... o incluso celoso. Su sola presencia me pone nerviosa.

No puedo quitarle el ojo de encima. Si sigo así, se dará cuenta. "¡Olivia Collins, deja de mirarlo ya mismo!" me reprocho mentalmente. Comienzo a recorrerlo de pies a cabeza, y cuando llego a sus ojos, me doy cuenta de que me está mirando con una ceja alzada. "¡No puedo creerlo!" La envidia se apodera de mí.

— Ustedes, si no me equivoco, son Ian Clark, Thomas Bercky y Luke Müller, ¿no? —pregunta el profesor. Ellos asienten—. Bueno, alumnos, seré su profesor de marketing este semestre. Tomen asiento, y para la próxima, pido puntualidad —dice con fastidio por la tardanza.

Los chicos solo lo miran, y creo que Thomas, el alto con cara de que no le importa nada, se ríe de lo que dice el profesor. Se dirigen a sus asientos. No sé si es obra del destino o si alguien me quiere hacer una broma, pero se sientan detrás de nosotras. Holly está a punto de saltar de emoción, mientras yo me parezco más a un tomate que a una persona.

Mi celular comienza a sonar justo en el momento en que el profesor iba a comenzar a hablar. No puedo evitar darme un manazo en la frente. ¡Qué suerte la mía!

En ese momento, el profesor Anderson me mira con una expresión que parece quererme besar. "¡Ja! Soy un bombón comestible."

— Señorita... —mira la ficha que tiene en las manos—. Collins, ¿no? —asiento, acomodándome en el asiento—. Bueno, Olivia, ¿me puede hacer el favor de poner en silencio su celular? Por otro lado, si no le agrada mi clase, puede retirarse —dice con un tono amargado. Lo bien que me estaba cayendo este profesor.

— Sí, profesor, no volverá a pasar —contesto.

Si tan solo supieras...© COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora