5 | 𝚂𝚎𝚡𝚢 𝙰𝚍𝚊𝚖𝚜

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Un chico malo siempre es sexy...

Me encuentro encerrada en el despacho junto a Adams. He de decir que es un poco incómodo, porque no deja de mirarme ni un solo movimiento. Es un poco exagerado; me siento como una presa tipo Discovery Channel cuando el león ataca a la cebra. Me pone de los nervios, y cuando me pongo nerviosa, no dejo de moverme. Parezco una lombriz: todo lo toco y ando de aquí para allá. Es uno de mis defectos.

— Puedes dejar de moverte —me hace saltar del susto—. Me pones de los nervios, Olivia. —dice exasperado.

Una de mis virtudes es desesperar a la gente, o eso solía decir mi madre. Por mi parte, es todo un don; hay que ver las cosas de la mejor manera.

— ¡Hey! —lo señalo con el dedo—. No es mi culpa que te hayan puesto de niñera. Si quieres, puedes irte; eres libre. —le digo sonriendo—. Ahí está la puerta.

— Buen intento, no me moveré de aquí para que después me entere de que has hecho alguna tontería y tenga que solucionarlo, como siempre que Ian trae a una chica. —Eso dolió.

¿Ósea que lo del beso lo ha hecho con todas? Y yo he caído redondita, como no. Has sido una tremenda tonta, Olivia. Una más para su grandiosa lista. No puedo evitar mirar al suelo; quiero irme de aquí.

— Solo quédate quieta y siéntate, por favor. —habla un poco menos molesto.

No puedo evitar pensar que este hombre, para estar tan bueno, parece un grinch.

Yo no soy de las personas que están quietas y no hablan; siempre tengo algo que decir, sobre todo si me dejan encerrada y aburrida. Cualquiera te pone al menos un juego de Jenga. Así que me acerco y me siento a su lado. Me he propuesto ser su mega archi buena amiga.

— A ver, Andy, ¿te puedo decir Andy, verdad? —iba a contestar, pero le corto—. Bueno, da igual. Te diré así porque te queda a pelo. Cuéntame, ¿por qué estás enojado todo el tiempo? Sabes que eso no es bueno para el estómago. Mi madre solía decir que causa estreñimiento y...

— Pero tú sí que hablas con ganas, ¿no? —levanta una ceja—. No estoy enojado, solo un poco fastidiado. No suelen dejarme de niñero; usualmente los chicos o Ian suelen llevar a chicas y luego despedirlas. Pero tú, al parecer, no estás dispuesta a irte. No entiendo por qué Ian no te mandó a casa. —me lo dice con un poco de desdén, tratando de ofenderme.

— Bueno... puedes sentirte aliviado de que yo no abro fácilmente las piernas, a diferencia de las que suelen traer aquí —señalo mis piernas—. Tengo mucho amor propio para dejar que me traten como un juguete, pero no negaré que, si quiero jugar y la persona con la que estoy también lo quiere, no tendría ningún problema. —Me mira sorprendido por lo último que dije—. Pero te daré un consejo, amigo: la próxima, no juzgues a un libro por su portada y dale una oportunidad; créeme, te podrías sorprender. Con tu permiso, me iré a casa; no me gusta esto de esperar a alguien. Como verás, soy muy impaciente. Dile a Ian que luego vemos lo del trabajo del curso. Un gusto, Andy.

Recojo mis cosas tan rápido que no le doy tiempo a pensar. Luego me acerco y le doy un beso en la mejilla antes de salir de allí con la cabeza en alto: "siempre digna, nunca indigna".

Adams, alias Andy, se me queda mirando con la boca abierta, haciéndome reír mientras salgo más rápido que un rayo. Al llegar a la puerta, siento que me agarran del brazo y me jalen, haciéndome girar y pegándome, por inercia, a su pecho.

— ¿Qué hacen estos chicos tan bien formados? —Al escuchar su voz, levanto la cabeza para mirarlo a los ojos.

— ¡Está bien! —susurra, apretando los labios—. Tienes razón, no debí juzgarte. Estoy un poco jodido, nada más. Lo siento, Oliv. —Me lo dice así, sin más. No puedo evitar darme cuenta de lo cerca que están nuestros rostros. Tiene unos lindos ojos verdes y unas facciones bien definidas. En el momento que lo miro directamente a los ojos, me doy cuenta de que él también me está repasando, sin una pizca de remordimiento. Al morderme los labios por los nervios, sus ojos suben a los míos, quedándonos mirándonos.

Si tan solo supieras...© COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora