17 | 𝙼𝚒𝚊

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I'm hopeless and awkward and desperate for love! - Chandler Bing

OLIVIA

Me quedo impresionada con el desastre que ha hecho en el baño; hay vidrios rotos por todos lados, incluso hasta sangre. Es entonces cuando me asusto y lo miro, examinándolo de pies a cabeza. Me doy cuenta de que tiene un ojo morado, su labio partido y sus manos ensangrentadas. Sin poder evitarlo, me le acerco tocándole la cara. No sé qué ha pasado, pero planeo averiguarlo.

— Ian, dime qué ha pasado. ¿Qué has hecho con el pobre baño? —le digo mirándolo entre preocupada y recriminatoria.

Ian me mira con el entrecejo fruncido, y no paso por alto que junta sus puños, haciendo que la sangre salga más de ellos.

— A ti, ¿qué te interesa lo que ha pasado? —me dice bruscamente—. ¿Por qué no te vas con tu nuevo novio?

— ¿De qué carajos estás hablando, Ian? —no puedo estar más confundida.

— ¿De qué carajos estoy hablando? —dice mientras lanza una carcajada—. De tu nueva adquisición, jaja, estoy hablando de Mateo.

Ahora soy yo la que lo mira raro; no entiendo qué tiene que ver Mateo en todo esto.

— Ian, ¿qué tiene que ver Mateo? No lo entiendo —le digo cogiéndolo de la mano. Me preocupa que no pare de sangrar.

— No te hagas la que no entiende nada, Olivia —dice quitando bruscamente su mano de la mía—. Te vi con él esta mañana; te estaba dejando en la puerta de tu salón.

— Ah, sí, me acompañó a clases, pero sigo sin entender cuál es el pro... —no me deja terminar.

— El problema es que no entiendo por qué él te tiene tanta confianza. ¿Ha ocurrido algo entre tú y él? —dice acercándose a mi cara, mientras yo comienzo a retroceder.

— Mateo es mi amigo; no le veo nada de malo que me acompañe a mi clase —le digo segura de mí.

— Claro, o sea, está bien que te tome de la cintura, te bese en la frente, que pase todo el puto día pegado a ti como una garrapata, ¿no? —dice acercándose más cuando yo choco con la pared—. Pero, ¿y yo, qué, Olivia? A la mierda, Ian, ¿no? —dice molesto; todo en él irradia molestia.

— No lo mal pienses, él no me ve como nada más que una amiga, Ian —le digo poniendo la mano en su pecho.

— Me lleva la mierda, Olivia. Él no tiene por qué estar tocándote. ¿Es que aún no entiendes? —dice acercando nuestros rostros más de lo habitual—. Aún no has contestado mi pregunta, pequeña Oliv —dice con sorna.

No puedo evitar ponerme un poco nerviosa por tanta cercanía y sus tantas preguntas que no logro entender del todo.

— Ian, créeme, solo somos amigos, no más que eso. Además, tú y yo no somos nada que yo recuerde —le digo segura levantando mi rostro.

— ¿No somos nada? ¿Te aprecio nada lo que hicimos en mi departamento? —dice sumamente enojado, lanzando un puñetazo a la pared—. Dime, Olivia, ¿cómo nada? —dice regresando a mi rostro—. Entonces, dime si esto es nada para ti —me besa.

<<Me besa y me quedo estática, me besa y dejo de pensar, me besa y todo cambia.>>

No puedo evitar no seguirle el beso; es como si todo mi cuerpo dejara de ser mío para ser suyo, nuestro. Es todo tan extraño y sumamente excitante. Entonces, le sigo el beso, tratando de seguirle el ritmo. Me coge de las piernas, y yo las enrollo en su cintura, mientras que él no pierde el tiempo en explorar mi cuerpo, y yo lo dejo ser.

— Eres mía, Olivia, desde el primer momento que nos vimos —dice sin dejar de besar y morder mi cuello—. Dime, dime que eres mía, Olivia —insiste.

— Soy, soy... tuya —no puedo seguir, sus besos se vuelven cada vez más excitantes, que no me dejan pensar.

— Dime, Oliv, quiero escucharlo de esa boquita traviesa que te manejas —dice, besando mi cuello, labios, orejas, y no puedo evitar que salga un suspiro de mí—. Dímelo, Oliv —mientras aprieta mi cintura. Entonces, lo miro a sus ojos, decidida.

— Soy... —y no puedo seguir porque alguien abre la puerta. Veo que es un chico del equipo de fútbol americano.

— ¿QUIÉN MIERDA TE HA DICHO QUE PUEDES ENTRAR AQUÍ? —dice un Ian muy enojado, sacando la mano de mi blusa. Ve cómo el chico nos observa, sobre todo a mí—. Que la dejes de mirar, ¡JODER! —dice queriendo acercarse. Entonces, lo cojo de su camisa para no permitírselo.

— Lo siento —dice el chico mirándolo—. Pero está buena la chica —levanta los hombros.

Veo cómo Ian trata de que lo suelte de la camisa, pero ni loca lo soltaré para que mate al chico.

— ¡LARGO! Antes de que te parta la cara —dice tratando de que lo suelte. El chico se va riendo; se ve que es todo un imbécil.

— Me tengo que ir —logro decirle con las mejillas sonrojadas.

— ¿Te irás con ese imbécil? —dice mirándome—. Ya te hice entender por las buenas que eres mía, Oliv. No me hagas hacerlo por las malas —dice mientras me coge de la cintura.

Yo lo veo queriendo reír.

— No te rías, joder, que eres mía. ¿Entendido? —dice queriéndole salir una sonrisa—. ¿Estás libre hoy a las 7:00 pm?

— Mm... Si no tengo nada que hacer —le digo, mirándolo a esos ojos que me encantan. Sonríe como solo él sabe hacerlo.

— Perfecto, paso por ti a esa hora; iremos a cenar —dice, besando mi mejilla—. Ponte un vestido que te cubra, por favor; no quiero matar gente, quiero que la pasemos bien —no puedo evitar rodar los ojos. Él no puede decirme cómo vestirme, aparte de que mis vestidos son muy decentes.

— No, no lo son, Oliv, así que por favor, ponte algo que te cubra.

— ¿Ahora lees mis pensamientos? —le digo riéndome.

— Te conozco demasiado bien, Oliv —dice dándome un beso en los labios—. Te veo en la salida; te dejaré en casa cuando termines las clases —yo solo asiento.

— Nos vemos, Ian, y por favor, ve a la enfermería, ¿sí? —le digo cogiendo sus manos—. No me has dejado curarte.

— No es nada, no te preocupes —me da un beso en la frente—. Tu frente también es mía —y ahora sí que me río a carcajada libre, porque sé por quién lo dice.

Nos despedimos, y voy a clase. Reviso mi teléfono en el camino y veo que Holly me ha mandado mil mensajes:

— ¿Dónde carajos estás, perra?

— El profesor ya comenzó la clase.

— Me comí tu pizza por demorona

"uhh, va a tener que comprarme una"

— Y no, no te compraré una, Terroncito, así que agiliza ese culo y ven al salón, que el señor gruñón acaba de salir por unas copias.

Cuando leo el último mensaje, corro al salón.

Llego, y lo primero que veo es a Holly ignorando a Mateo mientras le habla.

— Llegué, ¿de qué me perdí? —les digo.

— ¡Terroncito! De nada, cariño, solo del imbécil de Mateo hablando cada idiotez —le dice sonriendo sin ganas, y no puedo evitar reírme.

— Eso no decías en la fiesta, bombón —le dice Mateo de costado.

Entonces, miro a Holly esperando una explicación, y ella solo me hace la mirada de "después te cuento, terroncito". Y vaya que tenía mucho que contarme.

Si tan solo supieras...© COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora