3 | 𝙰𝚛𝚛𝚘𝚐𝚊𝚗𝚝𝚎

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Todos tenemos nuestros momentos insoportables, ¿no?

Me encuentro apurada sacando mis libros de mi casillero. Miro mi muñeca, donde está mi reloj, y me doy cuenta de que estoy más que tarde. Esto me pasa por darle tantas vueltas a lo que me dijo Ian. Este chico me tiene confundida: me dice que me aleje, pero es él quien se acerca, quien me mira durante toda la clase y, valga la redundancia, quien me toca justo ahora.

Luego de reunir todo lo necesario, me dirijo a la clase que me toca con Voldemort. Sé que se le va a quedar grabado. Cuando estoy por tocar la puerta, esta se abre, dejándome ver a un Ian soñoliento junto al profesor.

— Señorita Collins, veo que se le está haciendo costumbre llegar tarde a mi clase. — No me deja contestar — Debido a ello, quiero que acompañe al Señorito Clark a traer las lecturas que deberán estudiar para la próxima semana.

Le miro, y no me queda más opción que asentir. Antes de entrar al salón y dejar mis cosas en la carpeta donde suelo sentarme, me doy cuenta de que está ocupada por Thomas y Holly. No me sorprende; tienen una química que me encanta. Busco otro asiento vacío. Al acercarme al último lugar libre, me doy cuenta de que es al lado de nadie más que Ian. En ese momento, pienso que el universo me odia. Dejo mis cosas y me dirijo a la puerta a buscar las lecturas del profesor.

Ian y yo comenzamos a caminar uno al lado del otro. Debo admitir que me siento un poco incómoda a su lado después de todo lo que me dijo en la discoteca. A pesar de cómo me trató, siento esta extraña necesidad de conocerlo. Lo sé, soy masoquista. No sé si les ha pasado que cuando alguien te dice "No hagas eso", más ganas tienes de hacerlo. Pues eso me pasa; él me dijo "No te acerques y no me hables". Si lo pensamos bien, es su culpa. Es como si hubiera usado la psicología inversa conmigo.

— Te dije que te alejaras — me habla enojado — Niña estúpida — susurra, pero logro oírlo.

— No soy una niña, idiota. Estamos en el mismo curso, por si tu pequeño y diminuto cerebro no se ha dado cuenta. No me interesa estar cerca de ti; no tienes ni que pedirlo — respondo segura, mirándolo a los ojos, sintiendo una furia recorrer mi interior — Y lo que me dijiste en la fiesta estuvo de más, para que lo sepas. Desubicado.

Entonces, de repente, paso de estar a su lado a quedar contra los casilleros de la escuela.

— Te gusta hacerte la mujer fuerte, la que no le teme a nada y hace lo que quiere, ¿no? Pues, te tengo una noticia: estás muy lejos de serlo. Comienza a mirarte en un espejo y date cuenta de que solo eres una niña sola, fea y triste a la que nadie quiere. — Me mira furioso — ¿Sabes por qué nadie te quiere? Porque das asco con toda tu inseguridad. ¿Crees que no me he dado cuenta de cómo esperas que tu linda amiga decida por ti? — Cuando termina de decir todas esas cosas, por primera vez en mi vida me siento fea y despreciable. Pero aún así, decido contestarle; nadie tiene derecho a tratarme de esa manera. Sea o no verdad, eso no quita el hecho de que realmente me lastimó.

— Yo puedo ser fea, horrible y todo lo que quieras, pero nunca despreciable. En cambio, a ti te encaja eso a la perfección, ¿no? — lo miro a los ojos — Además, el exterior se puede cambiar, pero el corazón que tú tienes jamás. Siempre serás el estúpido chico solitario que no deja acercarse a nadie por miedo a que lo dejen solo, ¿o me equivoco? Y si tanto hablas de que no te mire y me aleje, primero aplícatelo a ti mismo, porque para mí será pan comido, como si no existieras.

Se me queda mirando, me limpio una lágrima y lo empujo para ir por las estúpidas lecturas del profesor.

Al mirar atrás, veo que no me sigue. — Te odio — susurro. No debería dejar que me afecte lo que me dice; él es solo el idiota de la clase, nadie importante.

Llego al salón con las lecturas que pidió el profesor y me dirijo a mi asiento donde debería estar Ian. No regreso.

Cuando la clase termina, decido que necesito un respiro, así que le mando un mensaje a Holly diciendo que hoy no almorzaré con ella, que se lo compensaré luego. Le compraré un chocolate o cualquier chuchería que le guste; seguro estará con Thomas.

Me encamino hacia el árbol del patio de la universidad. A estas horas, no hay nadie ahí. Me siento en la sombra con mis audífonos para pensar un poco, o mejor dicho, meditar. Estoy en esos momentos en los que solo quiero reflexionar.

Las canciones pasan como las horas, hasta que llega una que logra hacerme llorar: "Control" de Zoe Wees. No me percato del tiempo hasta que alguien se sienta a mi lado y me sorprendo al ver que es Ian.

Nos quedamos mirando por unos minutos, hasta que habla el primero.

— Quería decirte que, bueno... yo... — se agarra del cabello — Rayos... ¿quieres que te lleve a casa? Hay personas que son de pedir perdón y otras que tienen su manera de hacerlo, pero "sin decirlo", ¿verdad?

Me quedo mirándolo, pensando si este chico realmente está bien de la cabeza.

— ¿Quieres que te lleve o no? —repite—. Tengo cosas que hacer. —Su tono le quita toda la amabilidad a sus palabras. No puedo evitar sorprenderme por el humor de este chico.

— Bueno, si no es mucha molestia y si no vas a denigrar más mi apariencia, no veo problema. —Le respondí con una sonrisa. Soy de las que creen en las segundas oportunidades. Lo dejo pasar solo porque suena bien que mi nombre salga de sus labios.

— Vamos. —Empieza a caminar hacia el estacionamiento.

Nos detenemos frente a un auto de ensueño. Qué raro que no haya venido en su camioneta.

— Vivo en... —intento decir, pero él no me deja terminar.

— Sé dónde vives, Oliv. Al salir de la universidad, te veo caminar hacia la residencia. —Lo dice tan rápido que no llego a captarlo del todo, pero no paso por alto que ha usado el diminutivo de mi nombre, como si fuéramos amigos. Lo dejo pasar solo porque suena bien que mi nombre salga de sus labios.

— Ah, bueno, pero ya no quiero ir ahí. —Le digo mientras lo miro manejar. Él voltea a mirarme cuando paramos en un semáforo rojo.

— Entonces, ¿a dónde quieres ir? Ya te dije que tengo cosas que hacer. —Frunce el ceño.

— Entonces, te acompaño. No tengo nada importante que hacer hoy. —Restándole importancia al asunto, miro por la ventana, ya que mirarlo me intimida un poco.

— ¿Me quieres acompañar? —me pregunta, desconcertado, y eso me saca una sonrisa—. ¿Estás segura de eso? Donde voy no es un lugar de princesas. —Su tono es despectivo.

— No te preocupes, que esta princesa sabe defenderse muy bien. —Le sonrío—. Estoy segura, así que no le des más vueltas, Ian, y vamos a donde sea que vayas. —Cruzo los brazos y lo miro a los ojos.

— Mierda, yo solo quería dejarte en tu casa e irme. Luego no me vengas con que te quieres ir, ¿entendido? —Me señala con el dedo—. Solo no te separes de mí, ¿okey? —Me habla en serio. Asiento a todo lo que dice, poniendo los ojos en blanco, porque me parece demasiado exagerado.

Al ver que no le doy la contraria, Ian da la vuelta en la siguiente esquina. Durante el camino, comienzo a cambiar de música sin pedirle permiso para amenizar un poco el ambiente. Como no me dice nada, sigo en lo mío. Finalmente, encuentro una canción que me encanta, "She Will Be Loved" de Maroon 5. La dejo sonar y empiezo a cantarla en susurros.

Me doy cuenta de que, de vez en cuando, me mira, mientras yo me pierdo en la música. Cuando la canción termina, paramos frente a un club de moteros. Al bajar, nos dirigimos hacia "Outlaws Seattle Club". Ahora entiendo el parche de su chaqueta de cuero; él pertenece a un club de moteros, al igual que sus amigos.

Al entrar en el club, Ian me jala para repetirme lo que ya me había dicho en el carro: "No te alejes de mí, lo digo en serio, Olivia". Asiento con la cabeza para que deje el drama de una vez por todas.

Una vez dentro, no puedo evitar mirar a mi alrededor. Nunca he estado en un club de moteros. Esta sería mi primera vez, y no negaré que me siento como el dulce que un niño quiere tener.

Es excitante sentirse deseada.

Si tan solo supieras...© COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora