2 | 𝙵𝚒𝚎𝚜𝚝𝚊

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Nada que una fiesta no pueda ayudar...

OLIVIA

Al terminar la semana, Holly me convenció para ir a una fiesta. La verdad, no le costó mucho tiempo, ya que necesito distraerme un poco; la universidad me ha tenido un poco agobiada. Si hay algo en lo que tiene razón, es que siempre es bueno salir de la rutina. Tal vez conozca a nuevas personas; de hecho, hay una pequeña parte de mí que quiere encontrarse con Ian.

Comenzamos a buscar qué vestido ponernos. Holly y yo somos, sin duda, las personas más indecisas del mundo. Finalmente, optamos por uno negro y otro rosado chillón.

— Adivinen cuál es de quién, jaja.

— ¡Holly! No voy a ponerme unos tacones tan altos. Deja de insistir, ¡por favor! Sabes que no sé caminar del todo con ellos —digo, amarrándome el cabello, ya que me dio calor.

— Como quieras, Olivita —levanta los hombros con indiferencia—. Lo bueno es que eres una jirafa andante, así que no los necesitas del todo. Solo por eso dejaré de insistir, quejica. — Se mira en el espejo —. En cambio, yo sí tendré que usar tacones, si no, pensaran que soy de preescolar —dice, haciendo un puchero y acomodándose el vestido.

— ¡Es verdad! ¡Jaja! —me lanza la almohada de la cama—. Deja de tirarme cosas, Holly. No es mi culpa que parezcas un puto minion. — En cuanto digo esto, Holly hace una cara de loca y recoge un tacón de aguja enorme, más grande que su mano, que, si no me retracto, me sacará un ojo con él. Pobre del novio que le toque.

— Olivia Adams, más vale que retires lo dicho ahora mismo, a menos que quieras que te deje sin ovarios.

— Ya, ya... relaja los nervios y baja ese tacón. Podrías sacarle un ojo a cualquiera con eso. De verdad, pobrecito el hombre que te toque como novio. Vaya genio tienes, mujer. — Sonrío.

— Me soportará. Soy un amorcito y sabes que te amo, mi rabanito de azúcar —dice mientras se pinta los labios.

— ¿Cuántas veces te he dicho que me dejes de llamar así? Sabes que no me gusta —digo frustrada, mientras me pongo mis tacones.

— Está bien, rabanito de azúcar —sonríe, mientras la miro mal—. Siéntate para maquillarte de una vez y poder llegar a pedir unos chupitos de tequila urgente, como cuando salíamos a tomar, ¿te acuerdas?

— No te negaré que también lo necesito. No he tomado desde lo que pasó en el pueblo. — Solo pensar en eso hace que mi ánimo se decaiga un poco.

— No pienses en eso ahora. Piensa en los buenorros que nos vamos a encontrar. Tal vez esta sea tu noche y te desvirguen de una buena vez, nena; esa cueva debe tener telarañas.

— ¡Hollyyyyyy! Jajajaja, ¿por qué eres así? —Ella sabe cómo subir mi humor; siempre la adoro.

Terminamos de maquillarnos y nos miramos en el espejo de pies a cabeza. Jamás nos hemos visto tan guapas como ahora: más desarrolladas, más unidas y locas que nunca. Ella siempre me saca de mi zona de confort.

— Estamos hechas unas mamacitas. Si fuera lesbiana, nos daría a las dos, nena —agarra su cartera.

— No lo negaré, nos vemos sexys —digo sonriendo. Nos sacamos un selfie y salimos para la fiesta de Negan.

Al llegar, el lugar está repleto de gente. Bajamos del taxi y nos dirigimos a la entrada, encontrándonos con nada más y nada menos que con el anfitrión: el hermano de Holly, que, dicho sea de paso, es el capitán del equipo de fútbol americano.

— Al fin llegan, chicas. Escuchen, tomen lo que quieran y no se olviden que me deben un baile —nos dice Negan, un poco tomado.

— ¡Está bien! Y hermanito, no conseguirás que Oliv baile contigo; tiene el ojo en otro chico, no te ilusiones —dice Holly, un poco molesta. Ella sabía que me moría por su hermano en la prepa. Al escuchar lo que le dice, me pongo como un tomate y él lo nota.

Si tan solo supieras...© COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora