Capítulo 11 | Piedad, Yaya

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Nisha y yo nos alejamos de los chicos una vez estábamos preparados para hacerlo, ellos nos ven preocupados pero nosotros les dedicamos una sonrisa para intentar calmarlos un poco. Ellos se van por su lado y nosotros por el nuestro, con la promesa de volver a vernos en no más de dos días.

Ambos procedimos con precaución, observando a esas cosas a lo lejos, preferimos no atacar ni dejarnos ver, eso atraería a más de ellos. Nos escondimos en un callejón cuando una de esas cosas volteó por escuchar nuestras pisadas, miró a todos lados, pero no nos encontró y decidió irse. Me asomé y asentí con la cabeza, salimos del escondite y seguimos con nuestro camino hasta mi casa, la cual estaba algo lejos, y a este paso sería un milagro llegar antes de que oscureciera.

No podía dejar de pensar en mi abuela en todo momento, sintiendo mi corazón cada vez más acelerado a medida que avanzamos y nos acercamos. Quería que esté bien, pero que a la vez no estuviera aquí, es peligroso seguir en esta ciudad.

-¡Agh! ¡No! ¡Auxilio, alguien! -escuchamos de repente. Nos asomamos a la calle y vimos cómo tres de esas cosas estaban mordiendo a un hombre.

Nisha y yo nos escondimos mejor cuando uno de ellos levanta la cabeza, le hice señas para escondernos dentro del contenedor de basura, no tuvimos otra opción. Saltamos dentro y cerré la puerta justo cuando esa cosa llegó al callejón. Lo escuchamos acercarse hasta el contenedor, parecía olfatear, Nisha y yo nos mantuvimos en completa quietud y silencio hasta que sentimos como empujaba el contenedor. Cerramos los ojos, como si eso fuese a ayudar, pero entonces se aleja. Esperamos unos segundos y como aquella vez en el casillero del centro de investigaciones, le indiqué que yo iba a salir primero.

Abrí el contenedor y miré a los alrededores, estaba vacío. Salí de este y ayudé a Nisha a hacer lo mismo, nos asomamos de nuevo hacia la calle.

-Joder, esto sí parece una película de zombis -murmura Nisha al ver lo mismo que yo.

Aquel hombre que fue mordido ahora se terminaba de transformar en uno de ellos y se levantaba en busca de qué alimentarse, si es que hace eso. Aún no conseguíamos entender el comportamiento de estas cosas, pero eso daba igual justo ahora.

-Estamos... cerca... -comenté con la respiración entrecortada.

Mis pasos aceleraron sin darme cuenta, estaba mucho más preocupado de lo que pensé. Entonces vi mi hogar... pesé en mi abuela y por un momento quise no saber lo que me esperaba allí. Me detuve en seco, Nisha me observa y sorpresivamente siendo su mano tocar la mía hasta sujetarla, la miré un segundo antes de suspirar profundo y empezar a acercarnos. Tragué con dificultad pero tomé el pomo de la puerta y la abrí teniendo que forzarla un poco, había muebles bloqueándolo, muebles que reconocía, entramos aunque sea por la puerta levemente abierta, hasta que sentí mi pie chocar con algo. Nisha me jala desprevenido y un cuchillo de cocina se clava a un lado de mi cabeza.

-¡Huh! -de repente nuestros pies dejan el suelo y nosotros nos vimos enredados en una red que ahora nos dejaba colgando del techo, a mí por debajo y Nisha intentando no aplastarme-. ¡¿Pero qué...?!

-¡A ver mierdas hijueputas! ¡¿Quién les dijo que podían entrar a mi...?! -ella se detiene de golpe al acercarse un poco con la escopeta de mi difunto abuelo en manos.

-¿Am... Yaya? -hablé mientras Nisha miraba sorprendida a mi abuela, quien se coloca sus lentes que colgaban de su cuello y suelta la escopeta por el susto.

-¡Adler!

En cuanto la escopeta cae al suelo esta se dispara, mi abuela se cubre y yo cubrí a Nisha teniendo que apegarla a mí. La bala rebota por distintos lugares hasta que termina en lo que sujetaba a la red que nos atrapó, esta se cae y yo solté un quejido de dolor por el golpe.

APOCALIPSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora