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Enero 25 de 2019

Mansión de Kensington

Dulce

Decidimos ser felices. La pregunta de mi hermana era ¿Cómo logré amarlo después de todo lo que sucedió? La respuesta era sencilla, dejar el pasado atrás ¿Dolió? Claro, nos destruyo, pero según lo veía había dos opciones : huir del él o aprender.

El amor no tiene lógica, por más que intentemos entenderlo en un misterio sin resolver. Nunca pensé volver al lado del hombre que me quito las ganas de amar, y de entregarme a alguien. También me sorprendió, jamás, por mas que intente, podria entender que había hecho conmigo para que lo amara como pensé que no podría.

A nadie le parecía lógico esto, mis amigos se encargaban de recordarme cada detalle, cada cicatriz, cada herida. Pero sólo pasó, creo que sólo lo supe. Supe que el amor no tenía sentido, sólo quedaba entregarse a él o ser infelices. Yo había decidido entregarme a él, con todos los riesgos que esto implicaba.

Y aquí terminamos, donde todo se derrumbó volvimos a reconstruirno. Ahora podía observar la espalda trabajada de el hombre de mi vida, veía como cada músculo se levantaba levemente al inhalar el aire que compartíamos encerrados en una gran habitación, aquella misma habitación que años atrás desperdiciamos. Sentir su respiración,  su calor, y su piel rozando la mía me reconfortaba.

Miro hacia un costado, el reloj marcaba las seis y media de la mañana, en media hora Matthew reclamará me dije a mi misma. Me siento lentamente en mi lugar, sonrió al ver a Christopher totalmente dormido, hoy sera un día algo complicado para ambos.
Acerco mis labios a su espalda desnuda, y beso cada detalle de su espalda provocando que él remueva.

— No hagas eso — se queja entre bostezos.

— Amor, ya tienes que despertar — pegue mi cuerpo a su espalda. Él busca mi mano por debajo de la sábana y la ubica sobre su pecho.

— Cinco minutos más, mi amor — pide. Sonrío al ver sus ojos aún cerrados. Beso su hombro y me aparto de él.

— Vamos, cariño. Debo acompañar a mi hermana a su última prueba — cuando estoy por levantarme, Christopher me toma la cintura logrando que caiga nuevamente en nuestra cama.

— ¿La boda es en dos días verdad? — pregunta algo confundido, su rostro adormilado me enternece por lo que no puedo evitar acariciar su barba incipiente.

— Mañana es la boda, amor — respondo — Ahora déjame vestirme, tu hijo esta por despertar en menos de diez minutos. Él sonríe.

— Te dije "buenos días" — comienza a decir dulcemente.

— No, no lo dijiste.

— Entonces. Buenos días — deja un beso en mis labios y levanta su vista a mi rostro nuevamente — Tengo mucha suerte de tenerte — muerdo mi labio inferior. El padre de mis hijos cada mañana repite lo mismo. Y aunque ya es un hecho que en unos meses volveremos a ser esposos, aun no creo que él me diga cosas tan dulces.

El llanto de Matthew anuncia nuestro comienzo del día. Le doy un beso rápido a Christopher, y voy en busca de Matt para luego despertar a mis dos bebés.
Olivia, como todo los días, se levanta en cuanto escucha la puerta abrirse, se sienta en la cama y estira sus brazos para darme su beso de buenos días. En cambio mi Alexander, demora en levantarse y como cada día baja cuando su desayuno esta tibio.

El automóvil real, que aún debemos utilizar hasta la última visita real qué mi esposo tendra en Abril, llega a la puerta de la mansión de Kensintong para llevar a mis hijos a su Academia, y luego llevarlos al Palacio para sus clases de etiqueta.
Parte del arreglo que Christopher hizo con su madre, fue que mis hijos sigan con sus deberes reales hasta que mi Alexander cumpliera sus dieciséis años y pueda decidir consciente su destino, en lo que respectaba al protocolo imperialista que decretaba la apropiación y educación de los herederos que fuesen sucesores directos de la corona como mis tres hijos; afortunadamente no fue aplicado en nuestro caso.
Christopher me había comentado que su madre habia renunciado a ese protocolo porque iba encontra del sentido de familia.

HISTORY OF ROYAL LOVE: You usually returnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora