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(Instagram: carolinarabarca
Página de Facebook: carolinarabarca
Twitter: carolinarabarca)

Ha pasado un mes desde el inconveniente con el Zorro Japonés. En este tiempo, Lynnea ha continuado siendo un desastre como mesera y ha evitado a toda costa tener que vincularse con TAL sujeto. Además, ha estado más creativa al momento de tomar fotografías; lo que más le gusta es ver el atardecer sobre los tejados cercanos a los Cerezos Mágicos. No obstante, el parkour solo lo practicaba para tomar fotografías, no como antes que –además de la fotografía –era para sentir la adrenalina de los saltos que daba en las alturas.

Por otro lado, Hayashi ha tenido complicaciones con bandos rival
es y lo que es el transporte de sustancias ilícitas. La empresa de la que él es jefe también ha tenido recaídas, más de las que él habría querido tener en la vida. Pero eso no le ha impedido seguir con su investigación privada sobre Lynnea Carter. Sin embargo, estaba atrapado. Ella estaba limpia y no decía nada sobre ella. Quién era, cómo era… nada. Cosas así solo las había visto en personas que cambian de identidad.

<<¿Y si ella se cambió el nombre? Y si fuese así, ¿cuál sería el anterior?>>

En su escritorio situado en la oficina del último piso, sentado, dio media vuelta para ver por el gran ventanal la ciudad de Japón. No. Su ciudad en Japón. Aquel pensamiento se vio interrumpido por tres golpes en la puerta.

-Adelante –respondió sin dejar de mirar la ciudad.
-Señor Hayashi –comenzó a hablar el gerente más cercano a él –, en la carpeta verde están los documentos de la empresa, en la carpeta roja están los ‘’otros asuntos’’. Con permiso.

Y se fue.
  
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Lynnea cumplía su turno de las 15 hasta las 23 horas y solo faltan 20 minutos para que su turno se acabe. Mientras atendía a la mesa 12 su cabeza le hacía una propuesta tentadora –y sabemos que la mayor tentación de ella es la misma exposición al peligro –, pero no sabía si ceder o no.

-¡Americana! –gritaron desde la cocina –. ¡El plato de la mesa 12 está listo!
-¡Voy!

Corriendo, fue a buscar la comida para entregarla de inmediato y así con los otros 5 platos de la misma mesa. Celebraban un cumpleaños entre 7 hombres –amigos, supuso ella –que no paraban de ordenar trago desde que llegaron. La comida que ordenaron era carne que debía cocerse bien por lo que eran más de 20 minutos –sí y mientras esperaban, estos sujetos bebían.

Entregando ya los últimos dos platos, ella se decidió: esta noche era momento de hacer ejercicio. La duda era ‘’en qué lugar’’.

<<Podría ser como en los viejos tiempos: de tejado en tejado>>.

-¡Americana! –volvieron a gritar sus compañeros de la cocina.
   -¡Ya oí! –respondió y rieron cuando fue a buscar 7 copas de vino.

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En casa ya, se sorprendió al darse cuenta de que no estaba cansada a pesar de haber tenido el día completamente ocupado. Pero aquel pensamiento no la distrajo por mucho tiempo. Se vistió con una polera de manga corta color blanco mientras que sus pantalones, chaqueta y zapatillas eran negras. Sacó su mochila y metió su cartera con un poco de dinero e identificación dentro.

Salió y cerró con llaves para luego guardarlas en su bolso.

Comenzó a trotar hasta llegar a las casas de techo negro que había a 20 o 30 minutos de la casa de ella. Se paró frente a un árbol donde dejó su mochila e inició con su calentamiento.

Ya pasado unos 2 minutos, se volvió a poner la mochila y el gorro… era momento de empezar con el verdadero ejercicio.

Corrió hacia la pandereta más próxima y la saltó; luego se trepó al árbol de la propiedad para llegar al techo. Se paró y calculó las distancias entre la casa, la pandereta del otro extremo y la otra casa. No es tan difícil si ya tienes práctica: solo hay que pisar bien.

Contó hasta tres y corrió hacia la pandereta donde aterrizó con éxito y, sin perder el vuelo, cayó en el tejado de la otra casa. Y siguió y siguió.

Pero no se detuvo hasta diez casas más allá cuando se activó una alarma.

-Mierda, mierda, mierda.

Corrió desde el tejado para saltar alto y pasar el portón y así escapar corriendo. De aquel plan falló el ‘’escapar corriendo’’, pues la policía la interceptó antes y justo vieron cuando saltó de la propiedad.

-¡Al suelo! –le gritaron 2 policías apuntándola.
-¡Lo haré, lo haré! –respondió mientras se acostaba en el suelo con las manos en alto.
-Estás detenida –dijo la mujer mientras el compañero seguía apuntando en caso de si a Lya se le ocurría atacar. Ya con las manos esposadas, bajó su arma.
-¿Vamos a…?
-La Estación de Policía –respondió el chico.

Ya atrás encerrada, se puso a pensar en la gran mala suerte que tenía y que no debió obedecer a su instinto que vive a base de adrenalina.

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En la Estación, le quitaron las esposas estando ya dentro de una celda, se sentía extraña, pues tuvo que quitarse el corpiño por prevención de suicidio.

Se sentó en la pequeña cama que estaba en la pared paralela a la puerta y un sujeto comenzó a hablar.

-Allanamiento, ¿eh? –dijo un hombre a su derecha.
-No. Yo no soy ladrona. Como les dije a ellos, estaba haciendo parkour sobre los techos y sin querer activé una alarma. Salté del techo pasado sobre el portón para huir y que no hubiese malos entendidos… pero, bueno –sonrió sin ganas levantando las cejas –, no funcionó.
-¿Parkour? Ja, ¿qué es eso?
-Eh, es como saltar sobre superficies altas o bajas con agilidad. Espero haber sido…
-Como el Hombre Araña.
-Sí, algo así.

El japonés sonrió y se acomodó en su propia cama. Lynnea estaba nerviosa, no sabía qué hacer para que los policías le creyeran cuando se los explicó, pero estos solo le dirigieron un levantado de ceja con un aire que decía ‘’ya, y yo soy un elefante’’. Bufó y se acostó en la cama. Esto tardaría horas.

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Despertó de golpe cuando golpearon la puerta con un bate de metal.

-Lynnea Carter, puedes retirarte. Han venido a recogerte y pagaron tu fianza –dijo una chica distinta.
-¿Quién? –preguntó poniéndose de pie.
-Un hombre. Ya –abrió –, afuera.

Lya salió sospechando. Kuro no es un hombre adinerado y tampoco grande como el hombre que esperaba afuera.

<<Algo anda mal>>.

Recogió su sostén y su mochila y salió a increpar a aquel hombre.

-Hey, gracias por pagar, pero yo ni te conoz…

Una segunda persona apareció y le tapó la boca mientras caminaban hacia el auto estacionado a una cuadra más allá. Ya ahí le pusieron una bolsa en la cabeza mientras le amarraban las manos con soga.

-¡Suéltenme, bastardos!
-Si sigues gritando, te arrancaré la lengua –le advirtió uno.
-Adentro.

Lya, tiritando de miedo, se subió en la parte trasera cuando recibió un apretón en su trasero. La sobresaltó de tal manera que se dio un golpe en la cabeza con el techo del vehículo. Estaba horrorizada.

<<No, no son hombres de Jonas, pero puede que sean igual o peores>>.

El hombre que lo hizo se sentó a su lado mientras el otro era conductor.

-Eres una norteamericana muy atractiva, ¿sabes? –el corazón de ella comenzó a salirse del pecho –. Eres –comenzó a arrastrar su mano a la rodilla de la chica –muy linda.
-No me toques –le dijo con la mandíbula tensa.
-Yo hago lo que quiero. La única cosa que debemos obedecer es llevarte a la mansión, es todo. Ahora –volvió a arrastrar su mano, pero esta vez hacia el cierre de la chaqueta para bajárselo –silencio.

Metió su mano bajo la polera de ella hasta llegar a sus pechos. Lya estaba en una pesadilla.

¿Hacia dónde creen que se la llevan? ¿Qué opinan de lo que le está pasando?

Blood of Midnight (Sangre de medianoche)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora