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(Instagram: carolinarabarca
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RECTA FINAL

Ya se cumplió un mes desde que Carter está en la casa de Amisami. En la clínica, le sacaron el yeso a la norteamericana para ver si necesitaba de más tiempo o si ya estaba algo recuperada. Entraron en la consulta.

-Pequeña, veremos qué tal tu muñeca. Acuéstate boca abajo en la camilla.

Lynnea obedeció dejando su brazo enyesado colgando y el doctor comenzó a cortar. Ya con el yeso afuera, se sentó. Le dijo que los tejidos habían aceptado el implante gracias a las pastillas que le recetó. Ya no era necesario ponerle el yeso de nuevo.

De vuelta en la mansión, Lynnea fue a su dormitorio para cambiarse de ropa y trabajar, pero escuchó a Himura entrar y ella se asustó.

-Cámbiate de ropa conmigo aquí, vamos.

Lya asintió y lo hizo ignorándola como lo hacía con Jonas. Mientras lo hacía, el teléfono de Himura vibró.

-¡Akato-sama! –exclamó y la chica de otro continente se giró.
-Está vivo –susurró aliviada.
-Dime, ¿en qué puedo servirte? Eh, sí. La veo cambiarse. No. ¿Por qué babeas tanto por ella? No eres el tipo al que yo le serví, estás débil –Lynnea se terminaba de vestir –. ¿La quieres de vuelta? Qué lástima, no quiero que se vaya. El primer día nos entretuvimos mucho y acabamos de volver de la consulta médica que tu novia tenía. ¿De qué hablas? Yo tengo mi libreta... Claro que estoy segura. Te repetiré que NO la entregaré.

Colgó y arrastró a Lynnea al primer piso.

-Tráeme vino blanco, por favor.
-Ya vuelvo.

Lya sacó una copa y le sirvió el vino. Lo puso en la bandeja y volvió a la sala.

-Aquí tienes, Himura-sama.
-¿Qué tienes tú que yo no? ¿Qué te hace ser tan única?
-Yo... no soy nadie. No hay nada que alguien envidie de mí.
-Tu cuerpo está dañado y aun así te desean.

Lynnea solo se encogió de hombros y agachó la mirada.

-Hasta yo te deseo.
-¿Quiere algo más?
-A ti. Ve a mi habitación –ella la quedó mirando sorprendida –. ¡Ahora!

Lya subió la escalera trotando y entró en el cuarto de Himura. Estaba asustada. Ninguna mujer le había provocado tanto miedo como ella. Amisami entró y la apretó desde atrás contra ella.

-Si te pones difícil –le muestra un cuchillo –, te cortaré.
-Solo no me haga daño.
-El necesario. Quítate la ropa.

Mientras se desvestía, la mano le punzaba fuerte y se quejó. Himura la dio vuelta y le arrancó la ropa ella misma.

-Así se hace. Qué lenta eres.
-Es la mano...
-¿Te la vuelvo a romper?
-No, no por favor.
-¿Entonces?
-Me duele.

Himura la miró de arriba hacia abajo y la empujó sobre la cama. Levantó el cuchillo y le cortó arriba de la rodilla derecha.

-No te quejes.

Lynnea apartó la cara mientras la japonesa se subía sobre ella y le besaba desde el ombligo hasta se boca. Las manos de Himura bailaban dichosas en el cuerpo de la norteamericana hasta que:

-Akato-senpai –gimió en su oído.

Amisami se detuvo en seco y Lya supo que había cavado su tumba.

-¿Cómo me llamaste, Lynnea-san?
-Fue un error, yo no quería...
-¿Quieres que te rompa las piernas y te entregue a él sin extremidades?
-No, por favor yo...
-¡Cállate! –le dijo poniendo el cuchillo sobre su ojo.

<<Me va a matar>>. Himura deslizó el objeto desde su mejilla hasta su estómago donde volvió a levantarlo. Y cuando se lo iba a clavar, se levantó y salió de su habitación. Lynnea volvió a respirar tranquilamente luego de unos minutos ahí en la cama sin moverse. La japonesa volvió a la habitación hablando por teléfono.

-Mañana a las once y media de la noche te la devolveré. No quiero verla en mi vida. ¡Lárgate a tu cuarto ahora! –y colgó la llamada.

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-¿Cómo te fue? ¿Qué te dijo? –le preguntó Fey Lang luego de que Akato bajara el teléfono.
-Accedió a entregarla. Mañana a las once con treinta me la devolverá.

Ambos sonrieron satisfechos.

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Blood of Midnight (Sangre de medianoche)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora