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RECTA FINAL

Carter no pudo dormir el resto de la noche con un pensamiento carcomiéndola por dentro. Evitaba pensar en lo que le había hecho a Jonas... y que no lo hizo sufrir lo suficiente. Estirada en su coma boca arriba, miraba el techo mientras se tocaba el labio inferior hinchado.

Sí, debió usar más cosas contra él. Hacerle ver, en el pequeño tiempo que tenía, todo lo que ella pasó por años siendo la prostituta a la que podían maltratar por ser la más fuerte.

No era justo.

No, no lo era.

Se levantó y entró a su baño personal. Estaba hecha un asco. Lynnea llenó la bañera con agua caliente y se metió desnuda cuando ya estaba lista. Se lavó el cabello y el cuerpo con la cabeza dándole golpes por dentro. ¿Por qué no se sentía más liviana si ya se había vengado de su proxeneta? Quedó inmóvil por unos segundos con la mirada abajo y entraron al baño de golpe. Era Fey Lang.

-Maldición, Lynnea-san. Entré a tu cuarto y no te vi –se apoyó contra la pared y volvió a respirar con normalidad –. Perdona por haber entrado sin golpear, pero...
-No te excuses, está bien. No me molesta.
-¿Quieres hablar lo que te pasó?
-¿Por qué todos quieren que hable? ¿Por qué no solo dejarlo pasar?
-Yo –se giró saliendo del baño –creo que es porque le importas a la gente que te lo pregunte.

Y la dejó sola. Lya se enjuagó cantando aquella canción que le recordaba sus penas del corazón: Dance in the rain. Lista ya, se vistió con la ropa que Fey había dejado encima. Un hanfu rojo con dorado y unas bailarinas rojas a juego. Salió luego de secar su cabello y bajó caminando hacia la sala de estar. El hombre que la había sacado la primera vez de su habitación la escoltó luego de hacer una reverencia. Lynnea se preguntaba sobre por qué no le hablaba cuando se cruzaba con ella.

-¡Lya-san! –le dijo Akemi con arroz en la boca. Fey Lang lo reprochó con un gesto de negación.
-Toma asiento.

Obedeció callada volviéndose a sentar frente al niño que le sonreía.

-Fey Lang-sama –dijo Lynnea viéndole el ojo izquierdo con un tono morado –, ¿sus guardias no hablan?
-El que te escoltó no –le hizo un gesto al hombre y este se acercó –. Muéstrale.
-¿Mostrarme qué? –y el guardia le enseñó su lengua cortada. Ella apartó la mirada de inmediato. Él se fue.
-Eso. Come tu arroz, se va a enfriar. Por cierto, luego de que Akemi-kun cepille mi cabello, iremos nosotros dos a mi balcón.
-Bien.

Comieron en silencio exceptuando las veces en que el pequeño conversaba con la muñeca sin nombre y Fey le reprochaba que no se comía jugando. Al acabar, fueron hacia el sillón de la sala de estar y Akemi fue en busca del peine.

-Akato-sama me hizo ver que estaba equivocado –admitió el chino de cabello largo –. Él me amenazó por el incidente, pero ya hablaremos de eso.
-Claro –y el niño llegó saltando con el peine. Dejó a la muñeca rubia en su puesto y comenzó a cepillar a su amo –. Veo que te gusta mucho cepillar su cabello, Akemi-kun.
-Sí, me gusta mucho que sea largo y bonito. El gris le queda muy bien.

<<La verdad es que sí>>.

-Akemi-kun –dijo Fey –, hazlo rápido. Con Lynnea-san tenemos que conversar.
-Sí, señor.

Lya no podía dejar de mirar las quemaduras de las manos del pequeño que estaba ahí sonriendo. Se le hacía un nudo en el corazón tan solo pensar en las cosas que este niño había vivido y que, probablemente, ya no recordaba. En cambio, ella, Stephania, estaba viva dentro de Lynnea.

Akemi acabó mientras la chica divagaba en su mente. Fey Lang le tomó del brazo suavemente y fueron hacia la habitación más grande: el dormitorio del jefe.

-Por aquí –le dijo caminando hacia el balcón.
-¿De qué quieres hablar? –preguntó sentándose en los sitiales que tenía ahí.
-Me mentiste. Sí tenías la libreta.
-Yo –tragó saliva y lo miró a los ojos –no podría traicionar a Akato-senpai.
-¿Por qué eres tan leal a él?
-No lo sé –miró al suelo y repitió –. No lo sé.
-Bien –dijo sacando el teléfono y se lo entregó mientras llamaba –, quiere hablar contigo.

Lynnea tomó el móvil y se lo llevó a la oreja.

-¡Lya-san! –dijo Akato y ella suspiró aliviada, pero sintió un nudo otra vez –. ¿Estás bien?
-Akato-senpai... Fue él.
-¿Quién?
-Jonas, el hijo de perra que me mantuvo con él por años. Él me encontró y me llevó a su nuevo lugar de trabajo aquí en China. Tuve miedo. Me vistió del mismo color que cuando...
-Respira, Sangre Joven.
-... cuando me vendió por primera vez.
-Tranquila, ya pasó.
-Sí... Me encargué de que no volviera a hacerle daño a niñas como yo. Le hice daño, Akato-senpai, ¡lo dañé como muchos hombres hicieron conmigo! Lo volví a apuñalar, solo que...
-¿Otra vez en la pierna?
-No. Espera, ¿cómo sabes eso?
-Me lo dijiste cuando estabas ebria en Año Nuevo. Te reías de sus gritos. Es lo que más recuerdo.
-Pues eso. Ya no fue en su pierna, fue en su pene.
-AH –dijo haciendo una mueca de dolor.
-Lo golpeé con rabia, con odio. Le saqué en cara lo que de verdad él significaba para mí. Lo azoté con el látigo de cuchilla en la espalda mientras se quejaba. Me divertí.
-Hay un pero, ¿cierto?
-Sí. No lo quemé –confesó su pensamiento de la mañana –. Ni con cigarrillos ni con la maldita lengua de fuego. Tampoco lo electrocuté ni le metí nada. ¡Se lo merecía y no hice nada!
-Dame su apellido para saber si sobrevivió.
-O'Conell. Es Jonas O'Conell.
-Sangre Joven, haremos un intercambio entre ti y la libreta. Lo haremos en el helicóptero de Fey Lang-sama acá en Japón. Estoy ansioso de verte sana.
-Sí –volvió al tema anterior –, debí tener cigarrillos.

¿Qué opinan sobre el arrepentimiento de Lynnea de no haberlo dañado más?

Blood of Midnight (Sangre de medianoche)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora