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Carter despertó vestida con un hanfu. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que ya no estaba en el hotel. Eran paredes blancas con estampado y bordes dorados. La cama era roja con dorado y el velador combinaba con esta. Se levantó y se miró en el espejo: su hanfu era color blanco. Intentó salir, mas esta estaba cerrada con llave. Comenzó a golpear.

-¡Hey! ¡Sáquenme de aquí!

Escuchó pasos y abrieron la puerta de golpe. Lynnea quedó paralizada frente a lo violento de su movimiento. Este hombre no se dignó a mirarla para cuando ya la tenía afirmada de un brazo escoltándola al comedo. No, no estaba en el hotel: estaba en una mansión.

-¡Lynnea-san! –gritó Akemi sentando al lado de Fey Lang quien sonreía observando lo linda que se veía.

El hombre la dejó frente a una silla y la acomodó para ella dejándola sentada frente al niño.

-¿Dormiste bien? Es que cuando quería hablar contigo en el viaje, estabas dormida.
-¡Vaya! –exclamó con sarcasmo –. Hace tiempo que no tenía tanto sueño.
-Ya hablaremos –le susurró Lang.
-Por supuesto que sí –le respondió con la mandíbula apretada.

Señores con la cabeza agachada les entregaron los platos para el desayuno y se retiraron en el mismo silencio.

-Lynnea-san, ¿cómo te apoda tu familia?
-Lya, me llaman así por cariño.
-¿Puedo llamarte así también?
-Claro que puedes –miró a Fey –, solo tú.
-¡Fantástico!

Comieron en silencio su leche de soya y sus yuntaos. Ella estaba nerviosa, sentía ganas de vomitar y miedo. Sí, tenía miedo. También quería saber se sus amigos y de Akato. Aquel último nombre le resonaba en la cabeza. Todos habían acabado, pero ella no tenía ganas de conversar. Sin embargo, ella no era quien mandaba en la mansión.
-Permiso, iré a la habitación.
-No –dijo Fey Lang –, iremos a la sala de estar a descansar... todos.
-¿Puedo cepillar tu cabello, Fey Lang-sama?
-Claro, vamos.

Lynnea se levantó de mala gana y los siguió atravesando una puerta. Todo era igual: blanco y dorado. Se sentaron en sofás distintos y Akemi corrió en busca del peine.

-Lynnea-san, estás aquí para que me ayudes con mi mansión.
-¿Y cómo te ayudaré con eso?
-Eres una mujer, sabes del hogar.
-¿DISCULPA? Ahórrate tu mierda machista. No porque sea mujer significa que sepa de esta basura.
-No quería...
-Aprende a pensar antes de hablar.

Cruzó sus brazos molesta y volvió al ataque.

-Ya que no sirvo para lo que me necesitas, déjame ir.
-No lo haré.
-¡Claro que lo harás! No te sirvo de nada aquí.
-Ya encontraré algo para que hagas.

Y volvió a cruzar sus brazos.

-Akato-senpai se molestará contigo por tenerme aquí.
-¿Tan importante te crees como para pensar que el mismo Akato-sama vendrá a rescatarte? Niña, esas cosas solo las creó Disney.
-A veces la ficción supera la realidad.
-Tú lo dijiste: a veces, no siempre.

Se calló sin querer seguir dando información sobre las cosas que ella había experimentado –sentido –con ese japonés. Sabía que ella era importante, lo sentía. Él la salvó de Himura, de Fey Lang, de Aki Fukui –cuyo cuerpo nunca supo dónde quedó –y también la cuidó y soportó cuando estaba borracha. Sí, Fey se equivocaba con lo que este pensaba. Ella era alguien para Akato Hayashi.

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El Zorro Japonés estaba trabajando en su oficina cuando Fujimoto tocó la puerta de forma insistente.

-Adelante.
-Akato-sama, ¿ha tenido contacto con Lynnea-san?
-Ayer en la mañana me llamó.
-¿No cree que pasa algo extraño?
-¿Qué insinúas?
-No la vimos llegar a su casa y sus amigos han estado ahí tocando la puerta. Ella desapareció.
-Himura-sama... Vamos para allá a conversar.

Akato se levantó y bajaron por el ascensor. Subieron al auto hasta llegar al edificio de Himura Amisami.

Hayashi se detuvo a tocar el timbre y un mensajero apareció detrás de las rejas.

-Akato Hayashi desea hablar con Himura Amisami –dijo el Zorro –. A conversar.

El chico desapareció y la reja se abrió. Entraron juntos y la japonesa los recibió.

-Señores, sean bienvenidos –dijo con los brazos abiertos.

Akato se quedó mirando su figura curva con el cabello negro largo y suelto. Ya no era la misma chica que alguna estuvo a su lado sirviéndole. Había cambiado.

-¿En qué los puedo ayudar?
-Lynnea Carter ha desaparecido, ¿ideas?
-¿Crees que yo la tengo?
-No sería extraño una segunda visita.
-Tú lo dijiste, no yo.

Akato se tensó y continuó.

-Esperaba escuchar sugerencias tuyas sobre dónde podría estar ella.
-Esa chica de ojos celeste escapó de un país, ¿por qué no dos veces?
-¿Dices que huyó de Japón?
-Claro.
-No –negó poniendo sus manos en las caderas –, ella me habría dicho algo.
-¿Lo habrá hecho haya en Estados Unidos?

Akato sabía la respuesta. Sabía que ella, para poder escapar de un tal Jonas tuvo que apuñalarlo y luego huir. Pero...

Algo sabía mal.

-Te equivocas, Himura-sama. Conozco a Lynnea-san y ella tiene la intención de vivir, no de escapar. Ella quiere luchar.
-Bien. Puedes irte.

Los dos hombres se iban yendo cuando ella les dijo que se detuvieran.

-Quizá no debería decir esto, pero tú dijiste que dos visitas no están mal. Solo quería recordártelo por si te servía de algo. Ya, largo.

Arriba en el auto sin darle un lugar a Fujimoto al que ir, se quedó pensando en quién más la había tenido y la respuesta apareció de inmediato.

-Fey-sama debe tenerla.
-Señor, él ya está en China.
-Vamos a mi casa para que investigues cuándo volvió a su país.
-Sí, señor.
  
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-Creo que podría ser Gryska –dijo Akemi mientras cepillaba a Fey.
-No me convence el nombre –le confesó Lya.
-Creo que nunca tendremos el nombre idea para esta muñeca. ¿Sabes lo que más me gusta de ella? –negó –. Es distinta. Tiene los ojos como tú, pero es rubia. Nunca había visto a alguien con el cabello amarillo.
-En Estado Unidos hay muchos como tu muñeca.
-Uhm, creí que era única... ¡No importa! Porque yo la quiero mucho.

Lynnea le sonrió con dulzura hasta que vio las manos del niño. Tenía heridas circulares como las de ella. <<¿Le han apagado cigarrillos en sus manos como a mí en mis hombros y pecho?>>

El niño se acomodó en las piernas de su amo y se puso a dormir.

-Es curiosa la forma en la que miras a mi protegido. ¿Por qué te da tanta ternura?
-La verdad... es la primera vez que converso con uno –Fey se sorprendió –. Jamás tuve amigos de mi edad hasta que tuve 21 y conocí a los chicos que ''tomaste prestados''.
-Dime por qué no obtuviste la lista.
-Él no estuvo dispuesto a entregármelo y tampoco me dejó sola para poder revisar.
-Así que lo intentaste al menos.
-Sí. Estaba dispuesta a robármela por ellos.
-Mañana quiero que salgas con Akemi-kun de compras al mercado. Él te guiará, se sabe el camino de memoria. Te dejaré ir en una semana.
-¿Estás bromeando? No quiero estar contigo, grábatelo.
  
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-Akato-sama –dijo Fujimoto acercándose a Hayashi quien estaba sentado en el sitial de los sillones.
-Dime qué enocntraste.
-Fey-sama volvió ayer por la tarde a su país. La hora coincidiría.
-Espero que ella se haya llevado el teléfono consigo misma. Rastrea su móvil con los archivos que te enseñé: así no es fundamental que su teléfono esté con la ubicación activada.
-Sí, señor.

Akato estaba dispuesto a ir por su conejo.

¿Cómo creen que esto se resolverá? ¡Los leo!

Blood of Midnight (Sangre de medianoche)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora