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PENÚLTIMO CAPÍTULO

A las 10 con treinta minutos de la noche, estaban Himura, Fey Lang y Akato arriba del barco del segundo mencionado.

Lynnea estaba sentada sobre la cama de Amisami mientras pasaban las horas. Sola con las luces apagadas, tarareaba ''Estrellita dónde estás'' para relajarse, pero no podía. Los nervios se lo impedían. Iba a volver a ver a Akato y a sus amigos que no sabían dónde estaba ella de hace un buen tiempo. También tenía miedo de lo que podría pasar en la entrega.

Sacudió la cabeza para ahuyentar sus pensamientos y se acurrucó apegándose más a su muñeca y se durmió escuchando la música en el primer piso.

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-Arriba, bella durmiente –le dijo Himura despertándola.
-¿Ya es hora? –preguntó mientras Samsa le quitaba el amarre. Se frotó la muñeca herida.
-Sí. Toma tu Lynnea de porcelana y vámonos. No estoy muy paciente hoy.

Se levantó y caminó apegada a Himura y con Samsa detrás de ellas. Bajaron las escaleras desde el tercer piso, pero al momento de tener que bajar del segundo al primero, Himura se enojó y empujó a Lynnea contra la pared. Logró proteger a la muñeca de porcelana.

-¿Por qué él nunca me trató bien y a ti sí? ¿Por qué? ¡Dime!
-¡No lo sé!
-Ah –le dijo mirándola –. Así que ahora sacas la voz por tener a Hayashi cerca, ¿eh? Cobarde
-¡No soy una cobarde! –y la abofeteó. 

Y se arrepintió cuando Himura la miró. Lya le pateó la rodilla interna a Samsa, empujó a Amisami y echó a correr por el pasillo chocando con la gente. Los secuaces de Himura subieron del primer piso y la estaban persiguiendo.

Lynnea se mezcló entre la gente y, cuando logró ver a uno a su lado, lo golpeó, le robó su arma y siguió corriendo. Se metió en una habitación y abrió la ventana: podía saltar y aterrizar en las bisagras de abajo y aterrizaría a salvo.

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Akato se ponía su camisa de franela negra cuando sintió que había mucho movimiento en el segundo piso. Miró la hora y supo de inmediato que aquello se relacionaba con su coneja. Se armó con su pistola y unos cuchillos y salió de su habitación. Fey Lang lo esperaba ansioso junto a Akiyama y Fujimoto. Había más a su cargo encubierto por los pisos por si ellos no la encontraban primero.

-¿Listo para verla? –le preguntó Fey.
-Estoy más que...
-¡AKATO-SENPAI!

Los dos desenfundaron sus armas y bajaron con cautela. Sin duda, venía de Lynnea desde el primer piso. Los cuatro bajaron rápidamente por las escaleras y Hayashi se apoyó del balcón para intentar ubicar a su chica, pero fue más fácil para Himura que estaba sobre Akato mirando la muñeca rubia que Lynnea cargaba consigo. Para cuando él la ubico, estaba en el suelo sujetándose el brazo derecho: le habían disparado.

-Akato-sama, vamos para...
-¡Yo a esa perra la mato!

Fey Lang jamás había visto a Hayashi tan molesto como en ese momento. Bajaron rápido y corrieron hacia la chica que no soltaba a su muñeca. La gente a su alrededor solo bailaba y tomaba, nadie la miró. Nadie excepto Akato que corría hacia ella.

-Mierda, estás...
-¡Arriba!

Protegiéndola, el dúo chino y japonés se pusieron frente a ella y apuntaron hacia la japonesa. Lang le apuntó a la cara, pero solo era un truco para atacar sus piernas. Fue tarde cuando ella se dio cuenta. En el suelo con sus dos piernas heridas, Fujimoto apareció detrás de ella y la cargó hasta la habitación de Akato. Ahí apareció Samsa para rescatar a su ama.

Akiyama no le dio oportunidad siquiera de poder acercarse. Fujimoto subió mientras entre los dos se peleaban con cuchillas en sus manos. En la habitación, él abrió la ventana y arrojó a la mujer al mar.

Al volver, atacó por la espalda a Samsa... y solo consiguió que se enojara. Los dos contra él. Fujimoto esquivó los golpes secos hacia el torso dándole oportunidad a Akiyama de golpearlo en la rodilla y lo volvieron a apuñalar. Se estaba cansando.

-¿Dónde está Himura-sama? –preguntó.
-Nadando –respondieron ambos.

Samsa bajó la guardia y agachó la cara.

-Mátenme antes de que los otros lo hagan.

Y deseo concedido. Lo ocultaron bajo la cama de Fey y subieron a la cabina de la luz. Tomaron el faro y apuntaron lejos de donde estaba la japonesa hasta que ya no la vieron más.

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-Akato-senpai –le dijo mientras él la cargaba en brazos hacia la habitación.
-Dime, Lya-san.
-¿No te duele el disparo?
-Claro que sí –respondió Fey –. Dale un puñetazo en el centro del pecho y verás qué risas.

La chica se rio, pero Akato solo lo miró con ganas de golpearlo. Entraron en la habitación con Fujimoto trayendo un botiquín y Akiyama cerró.

-Dime que ya se deshicieron de ella –dijo Fey.

Ambos asintieron. Lang se giró hacia ellos. Akato le había quitado la camisa blanca manchada con sangre y pudieron respirar tranquilos: solo fue un roce.

-Por eso no me duele tanto, ¿verdad?
-Exacto –los dos protectores salieron de la habitación –. Te pondré unos puntos adhesivos, que salieron hace poco en el mercado, luego de limpiarte con suero y gasa.
-Bien. Esperen –mientras, Hayashi le pasaba la gasa con suero –, ¿estás en una tregua?
-Sí –respondió Fey acostándose y tomó la muñeca rubia –. Haces milagros, Lynnea-san.
-¿Cómo está Akemi-kun?
-Te extraña. Deberías visitarnos de vez en cuando.
-Entonces, au, ustedes dos van a extender la tregua.
-Por mí bien –admitió Lang comparando a las dos chicas llamadas Lynnea.
-Por mí también –se aparta –. Listo. ¿Qué le pasó a tu mano? Estoy seguro que eso no lo tenías.
-Himura-sama me la rompió con un martillo. Me molió la muñeca.
-Debí haberla...
-No –dijo ella sujetando la cara de Akato –. Ambos pensamos igual sobre personas distintas. Debemos descansar.
-Sí. ¿Les molesta si me voy luego de que saquen el cuerpo de Samsa-san?
-No hay problema –le respondió Lynnea.

Akato le contó a su coneja que se había demorado mucho en tenerla de vuelta por su lenta recuperación. Intentó omitir que casi murió, pero ella lo forzó a no hacer falta a su promesa. Lya le pidió perdón por haber hecho que le dispararan; ambos se rieron y le dijeron que no era culpa de ella, solo de Himura que ya debería estar junto al Titanic. Akiyama entró luego de golpear la puerta y evitando ver a Lynnea sin polera, le informó a Lang que ya podía volver a su dormitorio.

-Buenas noches a los dos –dijo para retirarse.
-Quedamos solos –dijo Akato acariciándole la pierna.
-Respóndeme a algo, por favor. ¿Estamos muertos?
-No, mira –y la besó. Ella le siguió el juego hasta que se separó.
-Sigo sintiéndome muerta.

Hayashi le besó la comisura de su labio inferior y descendió yendo a su cuello, su clavícula, el centro de sus pechos. Le terminó de quitar toda la ropa y maldijo al ver que tenía moretones y un corté sin vendar en la rodilla derecha. Ella le dio una patada en la pierna y se volvió a concentrar en lo que hacía. LE besó el ombligo mientras le metía dos dedos en su intimidad.

Los sonidos de Lynnea
Llenaban a Akato por dentro. Sí, el invierno había pasado y ya comenzaban a florecer las flores en la primavera entre ellos. La fusión de los cuerpos completaba el vacío de los mundos a su alrededor. Pero ellos no lo sabían, nadie lo sabía. Era el secreto del universo que se extendía sobre, en y entre ellos. El nacer de un clímax invadió la habitación que anhelaba, desde sus entrañas, que el momento se extendiera hasta el final de los tiempos.

Hayashi por fin pudo acariciar ese cuello dañado, esas piernas heridas y ese cabello castaño; se perdía en su mirada celeste y ya no tenía miedo de que supiera quién era él.

¿Qué les pareció el penúltimo capítulo?

Blood of Midnight (Sangre de medianoche)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora