Capítulo 64: "No me dejes"

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—El trastorno de pánico es un trastorno de ansiedad que se caracteriza por episodios inesperados y repetidos de intenso miedo acompañados por síntomas físicos —explica el doctor con detenimiento.

Me limito a observar al pelirrojo que lucha por mantener los ojos abierto. Jamás me habría imaginado que precisamente él sufría ese raro trastorno.

No me cabe en la cabeza.

Pero ¿Por qué no me lo dijo?

Fruncí en ceño.

Se supone que antes nos contábamos las cosas, él sabe sobre mi enfermedad ¿Por qué no me contó sobre la suya? Creo que es algo injusto.

Mordí el interior de mi mejilla.

El doctor nos miró a los dos.

—Bueeno, yo tengo cosas de doctores que hacer así que... —abrió la puerta—. Ahí se ven.

Y se fue.

Parpadeé dos veces.

Que doctor de lo más raro. Me hundí de hombros. Bueno.

Miré a Dan, quien miraba la puerta con la misma cara que yo. Sus ojos se movieron hasta mí. Por mi parte me crucé de brazos.

No quería acercarme a él, pero ya me encontraba caminando hasta parar al lado de su camilla. Él me seguía con la mirada. Levanté una ceja.

—Y bien... ¿Por qué?

En realidad eso no era lo que quería preguntar, quería saber si se encontraba bien, quería preguntar porqué coño había regresado al instituto ebrio, pero también quería saber... ¿Por qué estaba llorando?

Pero ninguna de esas preguntas pudieron salir de mi boca.

Dan inclinó la cabeza confundido.

—¿Por que qué?

Suspiré.

—¿Por qué no me contaste sobre tu crisis de pánico?

Dejó de mirarme para observar sus manos las cuales temblaban en su regazo.

—Debo parecerte patético ahora mismo —dijo con una sonrisa triste.

Sinceramente puedo pensar de él cualquier cosa menos que es patético. Callé dejándolo continuar.

Suspiró.

—Los ataques... se han vuelto menos frecuentes al pasar los años, mi última crisis fue hace más de dos años, y pues, como todo estaba bien hasta ahora no vi necesario contarte al respecto —seguía sin mirarme—. Aunque créeme que he pensado en decírtelo más de una vez —susurró impactando sus pupilas en mí.

Me estremecí.

—Bien... Ahora puedes contarme porqué mierda llegaste al institudo así.

Bajó la mirada evitandome. Mordió su labio inferior.

—Eso... No puedo contarte.

Abrí los ojos bien grandes.

—Debes estar bromeando —murmuré.

Se dignó a mirarme.

—¿Estas diciendo que después de llegar al institudo borracho, mientras me asustabas como la mierda cuando te desmayaste, y esperé en aquella maldita sala de espera rogando que despertaras no merezco una jodida explicación? —reproché arrugando mi entrecejo.

—Leo yo...

—¡No, Dan! Joder. Dejé de lado mi jodida dignidad para estar aquí, porque créeme, pensé más de una vez en largarme de este lugar. Y tú ni siquiera puedes contarme porqué mierda llegaste al instituto en el estado en el que estabas.

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