Doble mentita para ti

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Cuando un cliente se termina sus pedidos en un restaurante, y para el colmo no tiene dinero, el personal del restaurante tiene una manera de resolver casos como esos: haciendo que el cliente pague de otra manera, mayormente lavando los platos. Bill Cipher era como un cliente que comete tal acto de mal gusto y, como no puede huir cual vil ladrón, debe pagar de alguna forma. Pero diablos, realmente no se esperaba que dicha forma sea convertirse en una especie de mucamo de los Pines. Lo peor de todo, los gemelos no se lo pondrían para nada fácil, pues aprovecharían cualquier momento para burlarse de su situación.

-Qué linda te ves trapeando, Esperancita – Bill levantó la mirada asesina hacia la cámara del teléfono celular de Mabel. Luego nota el vaso en su mano, el cual inclinaba hasta derramar agua en el suelo que acababa de trapear. – Pero... te faltó aquí, maldita criada –

- ¡¡CÓMO TE ATREVES!! ¡VEN AQUÍ, ESTRELLA FUGAZ! ¡Cuando te atrape no te daré pesadillas! ¡TE LAS HARÉ REALIDAD! – La chica salió corriendo entre risas que compartió con su gemelo, dejando atrás a un pobre demonio triangular con deseos de asesinar.

Extrañaba esos días en los que podía ver sus rostros llenos de temor ante su presencia, cuando él tenía el control de la situación y siempre iba según lo que él planeaba. Cada vez un paso más cerca de lograr su cometido. Pero no, de no ser por esos niños, en lugar de estar sirviéndoles estaría teniendo una fiesta caótica y brutal.

Los mellizos se aprovechaban descaradamente de su situación, dándole orden tras orden, humillándolo con bromas pesadas, incluso le hicieron vestirse literalmente como una criada. Aguantarse sus risas histéricas era toda una tortura, y hacían crecer sus deseos de asesinarlos mientras duermen. Cosa que lamentablemente no podía hacer, ya que debía pagar por sus maldades.

Lo bueno fue que, como tales humanos, con el tiempo le perdieron cada vez más atención. Se acostumbraron a tener un Bill sirviente, y Bill se acostumbró a hacer quehaceres de la casa, aunque a regañadientes.

Mientras Mabel tejía uno de sus suéteres, notó a Bill dando sus mejores esfuerzos para sacar las telarañas de su habitación. Era complicado si no podía volar o utilizar sus poderes, lo cual a los Pines no les importó ni un poco y dejaron que se las arreglara solo.

-Debe de ser horrible ser tú – Comentó ella, rompiendo el silencio. Bill puso su ojo en blanco y volteó hacia la dichosa estrella fugaz.

- ¿A qué te refieres? Ser yo es sensacional –

-Pues eres deprimente... y te volviste nuestro esclavo ¿qué tiene de sensacional eso? – Pregunta ella de manera burlona. Bill detestaba sus palabras, despertaba una rabia dentro de él, pero sabía que la castaña tuvo un mal día y se estaba desquitando con él. Definitivamente no le iba a dar el gusto.

-Ustedes, bolsas de carne, tienen la mala costumbre de creer que hacer los quehaceres de la casa son una tortura – Comienza con una alegría bastante convincente, tanto como para sorprender a la castaña. – La verdad es que siento lástima por ustedes, creyendo que me tienen sufriendo ¡No saben que disfruto limpiando esta cabaña! A fin de cuentas, hace tiempo atrás fue un santuario hecho para mí, así que es como si fuese MI casa – Finalizó con su ojo curvo hacia arriba, en una feliz victoria.

- ¡P-Pues...! – Mabel quiso replicar, pero no se le ocurría nada y se cruzó de brazos. - ¡No se te nota! – Dice antes de levantarse de su cama y huir.

Bill, en su ausencia, imitó su voz con molestia y decidió demostrarle que sí disfrutaba su trabajo actual. Limpió su cuarto y lo dejó como si fuese de esas exposiciones en las revistas de arquitectura, hasta le dejó una mentita bajo su almohada. Satisfecho por su trabajo, palmeó sus manitas y se retiró para continuar al siguiente cuarto.

[Mabill] One-shotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora