El cuerpo de Adrian respondió al momento.
No importaba cuanto quisiera contenerse, todo lo que ella tenía que hacer era rozar sus labios y era hombre perdido.
Sin embargo, aquel beso estaba muy lejos de un simple roce.
Como si las compuertas del cuerpo y alma de Dana se hubiesen abierto de par en par, se permitió el lujo de por primera vez en semanas, hacer lo que realmente había anhelado. Y Adrian era exactamente eso. Su anhelo más profundo.
Sin perder contacto, Adrian sostuvo las caderas de Dana y con un simple movimiento, como si ella no pesara más que una pluma, y tal y como había mencionado segundos antes, la colocó sobre el capó, y sin despegar sus labios, se permitió recorrerla con sus manos.
Era muy consciente, ambos lo eran, de que si ninguno de los dos se detenía, acabarían exactamente haciendo lo que Adrian había descrito claramente poco antes.
Y aunque las imagenes de lo que podía ocurrir, habían acelerado sus respiraciones, no era nada comparado a como en ese momento, se estaban sintiendo.
Los labios de Adrian dejaron los de Dana para descender por su cuello, sintiendo el pulso acelerado justo ahí.
Las manos de ella, inquietas, acariciaron los antebrazos del chico, para descender hasta su pecho, donde su corazón latía frenético, al mismo ritmo que el suyo, y finalmente, ascendió hasta su pelo, donde enredó los dedos en este para atraerlo nuevamente hasta su boca, mientras sus piernas, deseosas de contacto, rodearon sus caderas, permitiéndole de ese modo, que sus sexos se rozaran.
Un profundo gemido salió de la garganta de ambos en cuanto sus cuerpos conectaron.
Adrian podía perfectamente sentir el calor que desprendía el sexo de Dana, mientras que esta, balanceaba su cuerpo contra su dureza, buscando la fricción que aliviase la necesidad que sentía en sus brazos.
Si seguían de ese modo, iban a terminar cumpliendo los pensamientos de Adrian, y lo último que este quería, a pesar de la enorme necesidad que sentía, era que su primera vez con Dana fuese en medio de la nada, sobre el capó de la vieja camioneta de su padre.
Reuniendo las pocas fuerzas que tenía, se obligó a separarse de ella y alejarse lo suficiente para que su cuerpo se enfriase.
El destello de unas luces llamó su atención, y miró hacia el lugar.
Alguien se acercaba.
Sabiendo que aquella era la mejor decisión, se puso tras la camioneta, donde las luces el coche le dejasen a la vista, e hizo señas al coche que se acercaba.
En cuanto reconoció el coche, supuso que tendría que haberlo imaginado.
—¿Interrumpo algo, chico?
La sonrisa socarrona de su tío Gabriel le hizo sonrojarse y apartar la mirada antes de que él soltase una ronca carcajada.
—La camioneta se detuvo.
—Por supuesto que lo hizo— respondió con una sonrisa.
A veces no podía comprenderle. No importaba todo el tiempo que le había conocido. Gabriel era... Bueno, era Gabriel.
Aunque no compartían sangre, era gran amigo de sus padres, y no solo eso. Gabriel tenía un don, igual que lo tenían las mujeres de su familia y aunque no sabía exactamente en que consistía, si sabía que iba mucho más allá de lo que podía imaginar.
Te sorprenderías si lo supieras.
La voz de Gabriel sonó fuerte en su mente, pero cuando se volvió hacia él, sonreía y mantenía los labios completamente sellados.
Sorpresa, chico.
Joder.
—Si ya estáis más calmados, subid al coche. Llevaremos a Dana a casa y luego volveremos al rancho. Mañana será otro día y podremos volver por la camioneta.
Asintió, aun sorprendido y se drigió a Dana, quien ni siquiera podía mirarle a la cara.
Estupendo. Lo suyo era joderla una y otra vez por lo visto.
Metiendo la mano dentro de la camioneta, sacó las cosas de ambos y la cerró con llave, antes de coger la mano de Dana, y caminar hasta el coche de su tío.
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Puedes tenerme (Serie Love 20)
RomanceAdrian ha tratado de luchar contra la atracción que siente por la mejor amiga de su hermana. Dana es alocada y quiere libertad, pero está enamorada de otro y Adrian necesita alejarse de la tentación que supone tenerla cerca. Es imposible sin embargo...