Capítulo 22

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Como siempre, su madre la recibió con los brazos abiertos.

Había extrañado mucho a la mujer, y estando lejos, a pesar de hablar todos los días, nada podía compararse con el calor de los brazos de su madre. Y en ese momento, era lo que más necesitaba.

Eso, y una tarrina de Ben & Jerry de Chunkey Monkey, una manta y una película slasher, iba a ser su plan para aquella tarde, antes de volver renovada al hospital para una última visita a su sobrina y posiblemente un nuevo momento incómodo con Adrian Stone.

La saga Hatchet fue su elección. Claro que para cuando llevaba un rato de la primera película, tuvo que dejar el helado a un lado para evitar echarlo sobre la cama.

Cinco horas después, su estomago estaba revuelto, pero las carcajadas por lo mala que era cada una de las películas, valió la pena. Sin duda alguna, esperaba con ansia que saliese la quinta.

Apagó el televisor y extendió los brazos a lo largo de la cama para desentumecer su cuerpo que ya llevaba varias horas sin mover.

—Hija, ¿vas a ir al hospital de nuevo?

Su madre, habló desde el otro lado de la puerta, y ella se puso en pie para abrir.

—Si. Voy a darme una ducha rápida y después saldré. ¿Quieres venir conmigo?

—Si, por supuesto. He tejido algo para la pequeña princesa mientras veías esa porquería sangrienta.

Dana puso los ojos en blanco y sonrió a su madre.

Si había alguien en el mundo con el estómago delicado y aprensiva a la sangre, sin duda era su madre.

—No tardo nada.

Juntando su ropa, se encerró en el cuarto de baño y dejó que el agua caliente terminase de desentumecer sus músculos.

Exhalando un suspiro, quitó el vapor del espejo con la mano y miró su reflejo.

Como si de una película se tratase, los recuerdos vividos con Adrian pasaron ante ella a cámara lenta.

Cada palabra, gesto, beso o caricia, regresaron a ella con nueva fuerza.

Antes de darse cuenta, las lágrimas empañaron su visión y sujetándose con fuerza al mueble, evitó dejarse caer y llorar como realmente necesitaba hacerlo.

Una vez consiguió serenarse lo suficiente para enfrentar a su madre y que esta no sospechase que estaba completamente deshidratada por dentro, se lavó la cara antes de secarse el cabello e ir a vestirse.

De camino al hospital, su madre y ella cantaron a todo pulmón la nueva sensación musical, Dance Monkey, entre risas.

 Una vez en el hospital, caminaron en el ascensor, cuando su madre se percató de que había olvidado el regalo de Charlotte en el coche y Dana se ofreció a ir a por él, de este modo, su madre podía ir a conocer a la pequeña, ya que todavía no había tenido la ocasión.

Pendiente de su teléfono, ya que esperaba una llamada de Nueva Orleans para un trabajo al que había aplicado durante su estancia allí, caminó de vuelta al hospital, respondiendo algunos mensajes con Bobby, accediendo a quedar con él la noche siguiente para cenar y tal vez ver alguna película.

Un escalofrío la recorrió al pensar en lo que eso podría significar.

—¡Cuidado!

Unos brazos fuertes la rodearon, cuando estuvo a punto de comerse de lleno la puerta giratoria de entrada.

Dejó caer la cabeza hacia atrás, apoyándose en el pecho de su salvador, cuando el aroma del hombre inundó sus fosas nasales y le reconoció.

—Adrian...

Un sonoro suspiró escapó de los labios de él, antes de que tirase de ella hacia el lateral del edificio, y una vez allí, la colocó de espaldas a la pared, y cubrió sus labios con los suyos en un beso que había estado conteniendo durante demasiado tiempo.

Saqueó el interior de su boca todo lo que ella le permitió.

Se abrió a él como nunca podría hacerlo con nadie más, y estaban tan perdidos él uno en la otra, que ninguno de los dos se percató de que alguien les vio.



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