Epílogo

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Adrian fue quien la llevó a casa, después de tenerla un par de veces más.
A él no le hizo mucha gracia que ella tuviese que verse con Bobby, pero después de lo ocurrido entre ellos, sabía que nada cambiaría.
—Es bueno veros juntos.
Ambos se volvieron hacia Bobby cuando este bajaba de su camioneta. No le habían oído llegar.
Este observó con una sonrisa a Dana, quien no solo llevaba la ropa del día anterior, sino que encima de esta llevaba la camisa que había causado que se retrasaran.

—¿Me da tiempo de darme una ducha y cambiarme?
—No va a llevar mucho tiempo lo que tengo que decir, Dana. Y por favor, Adrian, quédate tu también.
Este asintió y mantuvo una expresión serena pese a que estaba sorprendido.
—Quiero disculparme antes que nada ni que pienses que no te quiero, porque lo hago, pero me enamoré. Y sé que puedes entender eso.
—Lo hago y no tengo nada que disculpar, Bobby. Mis sentimientos siempre estuvieron comprometidos.
—Lo sé y eso fue lo que me llevó un poco a alejarme. Solo me hubiese gustado poder decirte la verdad antes de que lo descubrieras de otro modo.
Bobby se volvió hacia su camioneta e hizo un gesto para que quien había en su interior, a quien no habían visto hasta el momento, saliese.
Para cuando la chica se puso junto a Bobby, Dana no sabía cuál de los dos, si Adrian o ella, estaba más sorprendido.
—Melanie.
Esta sonrió tristemente a Adrian y luego se volvió hacia ella.
—Espero que puedas disculparme. Ambos sabemos que actuamos mal, pero...
—¿Que hacías en Nueva Orleans?
Melanie parecía sorprendida por la pregunta de Adrian.
—¿Amelia no te lo contó? Ella y Nathaniel me consiguieron el empleo. Me dijo algo como que estaba segura de que las cosas allí me irían muy bien y que confiase en sus palabras.
Maldita Amelia.
Ahora todo tenía sentido.
No pudo evitar la carcajada que salió de lo más profundo de su ser.
Se acercó a Bobby y estrechó su mano y luego abrazó a Melanie antes de dejar un beso en su frente.
—Os deseo lo mejor.
Volviéndose hacia Dana, le guiñó un ojo y se mantuvo a poca distancia mientras ella le miraba como si se hubiese vuelto loco.

Sin duda iba a llamar a su hermana y a darle las gracias.

Horas más tarde, Dana todavía no podía creerlo.
Adrian había estado eufórico y después de que ella le acusase de haber perdido la cabeza, este la cogió y la sentó sobre sus piernas antes de besarla.

—Nunca me gustó tanto el don de mi hermana como ahora. Ella lo sabía. No sé durante cuánto tiempo pero lo sabía. Maldita sea, ahora la quiero aún más.

Los ojos de Dana se abrieron todavía más al comprender lo que eso significaba.

Cuando días más tarde hablaron con ella, Dana quería saber si entre ellos había pasado algo antes.
—Ya se conocían, así que...
—No era su momento supongo. Las cosas ocurren cuando deben ocurrir. Puedo asegurarte que no pasó nada entre ellos hasta que ella llegó a Nueva Orleans.
—¿Y por qué no me lo dijiste?
—Porque tu debías descubrirlo. Solo lamento que sufrieras por ello.
—Fui recompensada.— dijo mientras observaba a Adrian solo con una toalla alrededor de su cintura.
—Ewwwww... es de mi hermano de quien hablas.
Si. Y sin duda iba a recuperar el tiempo perdido.
Se despidió de su amiga y colgó la llamada.

—¿A dónde crees que vas?—preguntó Adrian mientras Dana gateaba sobre la cama en su dirección.
—A jugar.
La toalla cayó al suelo y Dana se relamió.
Hora del postre.

Dos años después

Un baño. Necesitaba un baño con urgencia.
No soportaba más los tacones.
Sus pies estaban hinchados. Le dolía la cabeza y para colmo no había podido comer apenas nada.

—Cariño,estoy en casa.
Si. Vivía con Adrian. Les había llevado cerca de un año tener su propio lugar dentro del rancho de los Stone.
Ahora eran vecinos de Amelia y Nathaniel.
—La cena estará pronto. Ve a bañarte tranquila.
Adoraba a su chico. No podía estar más feliz y enamorada.

Una vez en su habitación  se descalzó y dejó el bolso su portátil en la cómoda.
Empezó a quitarse la ropa camino al baño mientras tarareaba Paid my dues de Anastasia.

Al abrir la puerta del baño se quedó sin aire.
La bañera estaba llena no solo de agua, sino de pétalos de rosa.
—¿Te gusta?
Las manos de Adrian rodearon su cintura desde atrás.
—Es hermoso.
—Bien. Relájate, cariño. Vendré a por ti en un rato.
La besó suavemente en los labios y la dejó sola.
No era algo normal  para ser sincera. Era extraño que Adrian la dejase sola cuando ella estaba desnuda, pero quizá quería sorprenderla con algo más.

Dejando la mente en blanco, hizo caso a su chico y se metió en la bañera.

Poniendo su teléfono cerca con algo de música decidió cerrar los ojos y relajarse.
Una llamada la despertó.
Se frotó los ojos al notar que el agua empezaba a enfriarse.
Sonrió al ver que era Amelia quien llamaba.
—¡Hola vecina! ¿Se lo has dicho ya?
—Estoy esperando a que vuelva de acostar a Charlotte. Por cierto, esta tarde traje algo para ti. Lo dejé en el primer cajón de tu cómoda. Nathaniel ya baja. Mañana te llamo.

Curiosa, salió de la bañera y se secó para volver a su habitación.
Una vez allí, no pudo esperar y buscó lo que Amelia le había llevado.

Encontró una caja de madera no demasiado grande bajo su ropa interior.
—No me has esperado. Quería secarte yo. ¿Que es eso?
—No lo sé. Amelia me dijo que lo había traído hoy.
Sentándose ambos en la cama, abrió la caja y por segunda vez esa noche, el aire se quedó atascado en su garganta.

Un par de botas de vaquero tamaño bebé perfectamente envueltas les esperaban en el interior con una tarjeta.

Felicidades a los dos. Os quiero. Lía.

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