Capítulo 28

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—Hola.

Dana se desperezó cuando esa voz que tanto había extrañado, llenó su cuerpo de calidez.

Durante todos esos meses lejos, había tratado lo menor posible pensar en él o recordar cualquiera de los hermosos y confusos momentos que habían compartido.

Día tras día había intentado hacer funcionar su relación con Bobby, cuando una parte de ella seguía en el rancho de los Stone, con Adrian.

—¿Cuánto dormí?

—Apenas unas horas. ¿Como te sientes?

Pensándolo un poco, se encogió de hombros y se incorporó para salir de la cama y ponerse de pie.

—¿Dana?

—Estoy bien, Adrian. O lo estaré por lo menos cuando pase un tiempo.

Poniéndose él también de pie, la agarró del brazo y la encaró.

—No me mientas. Estoy tratando de darte espacio pero me cuesta. Me cuesta no dar un paso más y romper la poca distancia que me separa de probar de nuevo tu boca. Estoy conteniéndome porque primero necesito saber si has olvidado lo que sentías estando conmigo. Créeme que si tengo la más mínima oportunidad, no la voy a dejar pasar. No soy el chico que era cuando te marchaste. No me la jugué yendo a por ti, porque creía que no tenía ninguna oportunidad, pero estás aquí ahora.

—¿Y piensas que la tienes ahora?

Adrian dio un paso más cerca, y ella retrocedió, quedando entre la cama y él.

—Voy a contarte un secreto cariño. Voy a pelear por cada uno de los momentos que perdí a tu lado. Aprovecharé cada segundo que tenga para besarte— como probando lo que dijo, dejó un beso en la comisura de los labios, dejándola temblorosa y excitada.— Acariciaré tu cuerpo con mis dedos, quemando tu piel para que sientas lo mismo que siento yo cuando te siento cerca.

Sus dedos recorrieron la suave piel de sus brazos, logrando el efecto deseado.

Cerró los ojos y entreabrió los labios dejando escapar un gemido que lo único que consiguió fue que él perdiese el poco autocontrol que sentía a su lado e hiciese lo que ambos deseaban.

La ropa fue desapareciendo conforme el beso se volvió más intenso.

Adrian apenas podía controlarse.

Cada gemido que escapaba de los labios de Dana era un aliciente para que él continuase dándole placer.

Sus manos picaban por tocar cada centímetro de su delicioso, curvilíneo y hermoso cuerpo.

Se maravilló al verla retorcerse bajo sus caricias, rogando por más.

Inseguro, bajó dejando un reguero de besos en sus pechos, succionando los pezones con fuerza, mientras dos de sus dedos se abrían paso hacia su interior, encontrándolo cálido y húmedo.

Hambriento por más de ella, siguió bajando hasta que llegó a su intimidad y probó su sabor.

Agarró las manos de Dana y las mantuvo sobre las sábanas mientras seguía devorándola, llevándola tan rápido y tan alto como pudo.

Cuando finalmente estalló en un impresionante orgasmo, cayó derrotada sobre las sábanas, mientras él se relamía como un gato saboreando un bol de leche.

Acomodándose de modo que su erección no siguiese restregándose contra la cama, gateó hasta que sus bocas volvieron a estar al mismo nivel y sonrió al ver como la piel de sus mejillas se había vuelto rosada.

En el momento en el que ella abrió los ojos y sus miradas se encontraron, las palabras simplemente salieron de su boca.

—Te amo.
Y se adentró de ella.


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