Capítulo 10

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Adrian se levantó de golpe y pasó las manos por su cabello.
La corbata estaba empezando a asfixiarle.
Deshizo el nudo mientras Dana le miraba desde el sofá.
No hizo ningún movimiento. Solo esperó.
Si normalmente no tenía filtro a la hora de decir las cosas, el alcohol añadió aún más valor a sus palabras.
Había pensado en eso durante toda la ceremonia.
Adrian se veía impresionante en traje y no pudo evitar imaginarse a si misma tirando de esa corbata para atraerlo hasta sus labios y probar si realmente eran tan deliciosos.

—No puedo. Yo... No puedo. Ojalá, mañana cuando despiertes pienses igual, pero aprovecharme de ti en esta situación, no es algo que quiera hacer y...
Cuando se volvió hacia ella, sonrió.
Dana estaba profundamente dormida.

Se agachó a su lado y acarició sus labios.
Realmente se veían apetecibles y quería besarla más que cualquier otra cosa, pero había sido sincero con lo que dijo.
No se aprovecharía de la situación, incluso si ella no recordaba nada al día siguiente o si jamás se le presentaba otra oportunidad.

Dana despertó con muchísima sed.

Parpadeó varias veces para mirar donde se encontraba.

Una vez asimiló que era en el salón de la casa de los padres de Amelia, miró hacia si misma.

Todavía llevaba el vestido de dama de honor, lo que seguramente había dejado varias marcas en su cuerpo debido a lo ajustado que era.

Por lo menos había tenido la precaución o el buen juicio de quitarse los zapatos. Sus pies no se verían muy hinchados.

Poniéndose en pie, caminó hasta la cocina y se sirvió un vaso de agua.

La casa estaba silenciosa. No sabía muy bien que hora era pero el sol ya había salido, y por lo que podía ver a través de la ventana de la cocina, los mozos de cuadra ya estaban trabajando.

La puerta tras ella se abrió dejando paso a un sudoroso y sin camisa, Adrian.

Tragando con fuerza, dejó el vaso a su lado, en la encimera, y observó como él pasaba su camiseta por la frente y el pecho, haciendo que su boca se secara de nuevo, esta vez por algo completamente distinto.

En cuando Adrian se percató de que no estaba solo, se tensó.

¿Recordaría ella algo de la noche anterior?

—Hola.

La respiración de Dana se aceleró. El vestido empezó a apretarle, impidiéndole el paso de aire.

Su visión se nubló.

Su pulso se aceleró.

Y si Adrian, pendiente de cada uno de sus movimientos, no la hubiese aprisionado entre la encima y su perfecto y duro cuerpo, ella habría colapsado en el suelo.

—Respira... Eso es. Despacio.

Siguiendo sus indicaciones, hizo lo mismo que él y poco a poco volvió a sentirse ella misma.

—Gracias.

Llevado por un impulso, Adrian dejó que su mano tomase la iniciativa y acarició la mejilla de Dana rememorando como se sintió la noche anterior cuando acarició sus labios.

—Adrian...

Sus ojos se encontraron, y sin poder soportarlo más, cubrió la poca distancia que les separaba y pegó sus labios a los de ella.

Pudo haberse detenido.

Podría haber interrumpido el beso.

Podría haber hecho mucho, pero Dana entreabrió los labios y todos los podría, dejaron de tener sentido.

Puedes tenerme (Serie Love 20)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora