Capítulo 04

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Bobby Knight. Bobby Knight. Maldito Bobby Knight.

Adrian lanzó lejos una bala de heno mientras trataba de calmar su respiración.

Ya lo entendía. Había descubierto el secreto mejor guardado de Dana.

Fuera lo que fuese que tenía ese chico, parecía que su hermana no era la única que suspiraba por él. Dana también. ¿Y él?

Otra bala siguió a la anterior.

—Si sigues así, vas a dejarme sin heno, hijo. ¿Que te ocurre?

—Lo sabes perfectamente.

—Wow... Esa no es forma de contestar a tu padre. Sabe Dios que te quiero, pero no dudaré en darte una lección si vuelves a hablarme de ese modo. Intentalo de nuevo.

Dejándose caer sobre una de esas balas, dejó caer la cabeza entre sus manos mientras apoyaba los codos sobre sus rodillas.

—Dana está enamorada de otro.

Supuso que no era necesario decirle de quien.

Amelia era el ojito derecho de su padre. Si sospechaba que podía salir sufriendo, arrasaría con todo. Bastantes ganas le tenía ya a Bobby por haberse atrevido a llevar a su niñita al baile.

—Lo siento, hijo.

—En realidad nunca tuve ninguna oportunidad. ¿Por qué tuve que enamorarme precisamente de ella?

—¿Estás enamorado?

La voz de su hermano mayor interrumpió lo que supuso que quería responder su padre.

—No importa, Evan. Es algo imposible.

—Papá, ¿te importa dejarnos un momento a solas? Quiero hablar con Adrian sobre algo.

—Por supuesto. No estaré lejos. Quizá deberíamos tener una charla un día de estos. Podría organizar algo para que hagamos juntos, los tres.

—Eso sería estupendo.

Pero lo último que quería era una charla. Ni de su padre, ni de mucho menos de su hermano.

Cuando Jackson Stone se había alejado lo suficiente, Evan se sentó a su lado.

—¿Alguna vez te he contado acerca de rendirme con Hope?

Eso le sorprendió. Evan siempre había sabido que amaba a la chica. Nunca había tenido dudas, y a pesar de ser solo unos años mayor que él, demostraba una madurez impresionante.

—No tenía ni idea.

—Bueno, lo pensé. Ella me ve como a un hermano. Creció conmigo, aunque es unos años mayor, no puedo detener lo que siento. No importa las veces que me repita que quizá jamás tenga una oportunidad, porque no me veo rindiéndome. Y tú tampoco deberías hacerlo.

—Es diferente, Evan. Ella ama a otro.

—¿Y qué? ¿Ese otro la ama a ella?

Pensándolo de ese modo... No. Bobby no amaba a Dana, pero ella tenía fuertes sentimientos por él, y a la larga, conociéndola, acabaría confesándoselo a Lía y al mismo Bobby, y el resultado podría ser desastroso.

—No.

—Entonces no te rindas, Adrian. Eres un Stone, y nosotros jamás nos damos por vencidos.

Evan palmeó su espalda antes de ponerse en pie.

—Vamos, las chicas ya deben estar a punto de volver.

Y ese era el problema.

Ambos se dirigieron a las caballerizas, cuando de pronto vieron a la yegua que habían montado para Dana regresaba descontrolada y sin la chica.

Un fuerte presentimiento recorrió la columna de Adrian justo en el momento que escucharon el grito acongojado de Lía.

—¡Papá!

Corrió. No miró atrás. Sabía que Evan le pisaba los talones, y sabía también que si su padre había escuchado el grito, este les alcanzaría pronto, pero por el momento solo corrió.

La imagen que le recibió le heló la sangre.

Lía y Bobby se encontraban arrodillados en el suelo, junto a una Dana completamente inmóvil.

Su brazo estaba en un ángulo que indicaba que se lo había roto, y sangraba profundamente por un corte sobre la ceja derecha.

—¿Que pasó?

Escuchó como su padre, quien debía haber llegado en ese momento, preguntaba con voz tranquila mientras se agachaba junto a la chica y comprobaba que respiraba.

Adrian contuvo el aliento al oír como suspiraba aliviado.

—No lo sé, papá. Estabamos charlando y de pronto salió galopando con Stella. Le grité que se detuviese, que era peligroso, pero no me escuchó.

—Evan, corre a casa y llama al doctor y a los padres de Dana. Bobby, lleva a Lía y a los caballos de vuelta al rancho.

Su hermano hizo inmediatamente lo que le pidió su padre y Bobby tampoco dudó, incluso con una Amelia llorosa. Sin embargo, Adrian seguía inmovil, mirándola.

—¿Adrian? ¡Adrian!

Enfocó los ojos en los oscuros de su padre y respiró hondo antes de acercarse.

—Necesito que inmovilices el brazo mientras la cojo. Va a estar bien, hijo.

Asintió. Confiaba en su padre, pero necesitaba que ella abriese los ojos, así que por primera vez en su vida, rezó.

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Espero que os guste el capítulo.

Este está dedicado a alguien muy especial para mi.

Si lees esto, recuerda que no todo es oscuridad y que aunque solo sea un pequeño punto de luz a lo lejos, voy a estar ahí.

Puedes tenerme (Serie Love 20)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora