Una de las editoriales más prestigiosas de Nueva York había organizado una increíble fiesta de disfraces por el inicio de primavera y –como adicional– el lanzamiento de uno de sus nuevos libros.. La tarjeta que habían enviado a la oficina era clara "FIESTA DE DISFRACES".
No le entusiasmaba mucho la idea, es decir, hacía sólo unas pocas horas desde la prisión de Texas le habían informado de Sofía Clara Figueroa de Keegan acababa de perder la vida en mano de una de las reclusas más peligrosas del penal.
¿Cómo había sucedido? No le importaba y era eso lo que más le dolía. No le importaba como había muerto quien había sido su esposa desde los veintisiete años, hoy con cuarenta y tres años estaba más que convencido que el amor podía ser el más vil de los espejismos, no odiaba a las mujeres, algunas podían ser muy dulces, como Esperanza Hurtman, la cuñada de su adorada sobrina o Miranda Hurtman, gran amiga de esta.
Pero también las había crueles y mentirosas, quienes eran capaz de causar daños irreparables ¿Quién se roba a las mujeres? ¿Quién es capaz de separarlas de sus familias y obligarlas a...?
No soportaba esos recuerdos, no soportaba recordar, saber que su sobrina estuvo bajo sus narices. Literalmente, escondida en su propio sótano, privada de todo ¿Por qué? Porque Sofía, su propia tía junto a su madre la habían prostituido, los motivos no los sabía y cada vez que buscaba una respuesta se enterraba más y más en el dolor y la desesperanza mezclada con la impotencia de no poder haber hecho nada por ella. Era un sentimiento peligroso.
No le agradaban las mascaras.
Las mascaras eran peligrosas.
Pero a esta no la podía evitar, hacía meses que llevaba la seguridad de la editorial evitando plagios y filtraciones y rechazar esta invitación causaría un desaire y no estaba dispuesto a hacer quedar mal a la empresa que comenzaba a levantarse después de pérdidas millonarias que pudo saldar con la venta de la nave ganadera.
—¿Confirmo la invitación señor? —preguntó su secretaria con la tableta en la mano mientras revisaba y editaba todas las citas de la agenda.
Jonas analizó la tarjeta plateada de letras negras metalizadas. Un diseño de lo más chick.
—Si, avisa que iré solo —Si, le aclaró varios puntos en uno sólo a la mujer que se estaba haciendo ilusiones.
NO. No se acostaba con ella, pero era evidente que ella estaba esperanzada y no quería hacerla ilusionar con nada. No sería justo para nadie.
—Muy bien señor Keegan.
—Necesito los informes y el balance del mes, no quiero que nada escape de mi control —la miró a los ojos. Ella no estaba en el momento que todo se descontroló, pero no iba a bajar la guardia e iba a llevar todo hasta lo último.
—La chica nueva estaba con los informes esta misma mañana ¿quiere que le haga una visita?
Jonas estaba guardando la invitación en la caja fuerte cuando se percató de un detalle que no había mirado antes. Abajo, en la inferior derecha había unas elegantes letras que decían "se le enviará la información a donde indique".
Era una fiesta privada.
—Yo contestaré la invitación de la fiesta, Bárbara. Y ya mismo bajo para hablar con contabilidad tu soluciona el problema de mis citas y dile a Gabe que se acerque —Gabe era su asistente personal y redactor de prensa.
Los ojos de Bárbara ocultaron la decepción, pero él la supo ver bien ¿Pensando en hacer una aparición sorpresa en la fiesta? No, eso no iba a pasar.
—Como diga señor ¿puedo retirarme ya?
—Adelante.
La fiesta estaba en todo su apogeo ¿Por qué había aceptado la invitación? Porque necesitaba salir de ese diminuto departamento. Luego de ese aparatoso fracaso que había sido el programa de excelencia de la universidad.
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Por ti, amor
RomanceQuizá no la odiara tanto. Quizá solo la necesitara. Desde el primer momento hubo hostilidad, pero los sentimientos esconden otros más pequeños que suelen crecer sin explicación alguna. Mel era una persona con una gran fuerza, Jonas había perdido la...