- 28 - ¡Alerta!

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Melody abrió los ojos cuando sintió el fuerte movimiento e el estómago, era como sentir que algo se le estaba saliendo para afuera, pero directamente por la piel.

Al mirarse vio una protuberancia que se deslizaba de un lado al otro.

—Ay chiquitin...

Jonas se despertó porque sintió que Meli se movía en la cama.

—¡¿Qué pasó?! ¿ya viene el bebé?

Meli sonrió con los ojos cerrados, desde que había entrado en el octavo mes, el pobre hombre no tenía paz.

—Mira como se está moviendo —dijo ella prendiendo la luz. La protuberancia seguía ahí, parecía un codito, bueno, eso creía ella.

Jonas la miró maravillado ¿acaso eso era un codito? ¿Una rodilla tal vez?

—Hola... ¿Isabella? Hola preciosa bebé de papá —dijo él con la frente posada en la vientre de su esposa— Hola amor de mi vida. Espera unos días más... ya sé que quieres ver el rostro de mami y de papi, pero todavía no.

La voz de Jonas se apagó por un momento. Meli ya estaba llorando para cuando se sentó. Jonas era un hombre único que por fin estaba teniendo lo que tanto merecía.

—La bebé va a nacer cuando este lista.

—Eso me aterra.

—¿Por qué? Es hija tuya, va a ser valiente y lista.

Jonas sonrió.

—Y yo que pensaba que por ser hija tuya iba a ser valiente y lista.

—¿Eso crees?

—Oh claro que lo creo.

Jonas se levantó para preparar el desayuno. Tenían que ir a ver a Michelle que por fin salía del hospital luego de una larga estadía y terapia. El disparó había alojado una bala muy cerca de la columna que ante algún movimiento o bien podía alejarse de ese lugar o alojarse en la cavidad de la columna e imposibilitarla para el resto de su vida.

Andreas había cedido su puesto a uno de los griegos mientras el se quedaba con Mich todo el tiempo que ella lo necesitase, eran una pareja de lo más bella, en ese romance primaba el respeto y el compañerismo.

—Me dijo Andreas que Mich se irá a Nueva York con él —sonrió—. La verdad jamás pensé que fueran a terminar juntos.

—Mich tuvo una relación decepcionante en su juventud —comentó Meli mientras se sentaba a la mesa—. Su esposo la abandonó, en el altar.

Jonas frunció el ceño ¿Quién hacía eso? Bueno, si, los cobardes.

—¿Hace mucho?

—Cuando ella tenía alrededor de veintinueve, creo. Su vida no ha sido fácil, menos al hacerse cargo de sus padres.

—¿Tiene hijos?

—Nunca pudo.

El desayuno siguió mientras fuera la mañana de agosto iba tornándose más y más calurosa. Jonas vio que las nubes estaban cubriendo el cielo, agosto siempre traía consigo las típicas tormentas de la región y su mayor miedo (aparte del miedo del adelanto del parto) era que un tornado los golpease, aunque hacía ya varios años que no había ninguno en el pueblo, nunca se estaba a salvo de esa tormenta típica.

¿Y si se ponía de parto en el medio de un tornado?

No, no, no...

—Quiero que nos vayamos a vivir a Austin.

Meli dejó su taza de té en la mesa.

—¿Cómo?

—Quiero que nos vayamos a vivir a Austin. La semana pasada vi unos departamentos cerca de una clínica donde también atiende tu obstetra. Me gustaría que vivamos allá.

—¿Por qué? —preguntó ella. Estaba a gusto donde estaban ahora, la casa era hermosa y Cecilia una compañía muy agradable.

—Mira el cielo ¿me garantizas que no es un tornado?

Meli tragó duro.

—Bue.. bueno no.

—Yo tampoco —suspiró— Tengo miedo que un tornado te asuste y se te adelante el parto en medio de una tormenta donde la ayuda no esté garantizada.

El viento fuera había empezado a correr y unos nubarrones azulones alertaron el pobre corazón de la joven.

El teléfono los hizo suspirar asustados.

—Casa Keegan —respondió Jonas.

—Amigo, soy Andreas, se que querían venir a ver como estaba Michelle, pero no lo hagan, se rumorea de una fuerte tormenta y no me gustaría que Melody se arriesgue.

—Estábamos pensando en eso mismo.

—Mi amigo no me aseguró que fuera un tornado, pero estamos en agosto

—Entiendo.

—¿Tienes bien surtido el refugio? —preguntó su amigo con otro de sus celulares a punto de escribir.

Jonas pensó que el sótano era de sus lugares menos favoritos de la casa, pero lo había remodelado por completo y dejado casi como si fuera una casa. La heladera estaba equipada y había suficiente agua y combustible para cualquier emergencia.

—Estas hablando con un..

—SEAL ya me lo figuraba. Cuídense.

—¡Jonas! —gritó Meli desde la cocina.

El pobre hombre corrió lo más rápido que pudo mirando el suelo, esperando no encontrar que a su esposa se le había roto la fuente o algo por el estilo. Pero cuando llegó lo que encontró fue el alerta del noticiero de la mañana, Christian apareció en la cocina desesperado.

—Se viene uno grande, jefe. Los animales, hay que guardarlos a todos.

Los caballos estaban a salvo en las caballerizas nuevas, que no estaban hechas de madera, pero al poco ganado que tenían había que trasladarlo a la pequeña nave hecha en un refugio bajo tierra.

—Que preparen los camiones, voy ya mismo. No va a servirnos nada que los dejemos en los campos del sur.

—Jonas.

—Las vaquitas están cerca, amor mio. Quiero que vayas ya mismo al refugio, los perros los traeré conmigo.

—¿Los conejos? ¿Las gallinas? —preguntó ella casi llorando. No tenían la culpa de nada y no quería pensar que...

—Sami se está ocupando junto a las esposas de los demás peones, señora Meli —dijo Christian— Sami no dejará que nada le pase a esos animales.

—Quiero que te cuides —dijo Meli.

—Espérame, volveré.

—Jonas.

—Meli, voy a volver —dijo posando ambas manos en su vientre— quiero que bajes con el bolso de la bebé. Hay de todo en el sótano, yo entraré por afuera, traba todo lo que puedas acá, pero no te descuides.

Se fue a un mueble y de ahí sacó una radio portátil y la sintonizó.

—Te mantendrá informada —la besó—. Voy a volver mi amor.

Por ti, amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora