Si le preguntaran a Melody cuántas veces había tenido que renunciar a algo, ella te sonreiría y te negaría con la cabeza. Pero en sus ojos verías la mentira.
Meli renuncio a sus estudios de arte, porque debían operar a su hermana. Pero ella lo hizo encantada, la salud de su hermana era lo más importante.
Meli renunció a su casa en Los Ángeles por viajar a Texas, pues necesitaban buscar una vida nueva, lejos de los recuerdos.
Meli renunció a sus estudios superiores porque plagiaron su tesis, lo hizo por obligación, nunca aceptaría la propuesta de esa maldita universidad.
Ahora, mientras miraba a Jonas se dijo a si misma que no, nunca, jamás, renunciaría a su amor, aunque pasaran mil años.
-Jonas, jamás me harías daño.
-¿Cómo sabes? ¿Cómo tienes tanta certeza?
-Porque te quiero, porque confío en ti. Jonas, si el amor no hiciera daño no sería amor, sería una mentira.
Jonas la acercó más a él, pero no tanto como para que sintiera la evidencia de la conjunción de todos sus sentimientos. Ella no dejaba de acariciarlo, su cara, su cuello, sus labios. Nunca nadie lo había acariciado tanto y menos aún con tanta suavidad.
-Yo nunca te haría daño. Yo... te adoraría así como eres, a veces gruñón, otras veces tierno. A veces atento, otras veces despistado. Eres así y así te quiero. Eso también es amor; aceptación.
-Que hermosa forma de ver el mundo, Melody.
-Jonas no creas ni por un minuto que la edad que nos separa es un impedimento. En la historia de Diana Palmer Coreen es menor que su marido, por diecisiete años.
Jonas la miró a los ojos. Parecían dos pozos de profunda intensidad, de promesas, de sueños y... de amor.
Tragó saliva.
Todo esto iba más allá... se mezclaba todo.
-¿Qué me haces? -le preguntó, ella sólo se acercó más a él uniéndolos, dejando al descubierto el deseo, acomodándose sobre él para sentirlo, para que sea real.
-No más de lo que me haces a mi, mira -dijo tomando una de sus manos y colocándola en su pecho-. Así late siempre que te ve, desde siempre, desde el primer momento.
Las manos de Jonas le acariciaron el cuello, especialmente donde latía aquel pulso acelerado, la piel hirviente, lo recibía con suavidad ¿sería así siempre?
-Melody -dijo él, con los ojos cerrados mientras ella le besaba los labios.
-Sh... lo sé -cerró más el espacio que había entre los dos, sentándose por completo en su erección e iniciando un sensual e inexperto vaivén de caderas, haciendo una presión involuntaria.
Jonas dirigió sus manos a sus caderas en un intento de apartarla, pero se movía tan ingenuamente mientras lo besaba, que solo la alentó a que siguiera.
La presión que ejercía en el era deliciosa, ella intentaba encontrar el alivio a la necesidad que se estaba generando en su interior, entonces presionaba más.
Un precioso gemido brotó de los inocentes labios.
-¡Jonas!
-¡Shh! -Dijo él levantándola y apartando el platillo con la copa de la mesa, tirándola al piso importándole un bledo que se rompiera. La acostó de espaldas a esta y volvió a apoyarse en ella, imitando el vaivén del coito.
-Hazlo sin mentiras, Jonas -le pidió ella aferrándose a él frenando cualquier movimiento.
Jonas acarició el labio inferior de la joven.
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Por ti, amor
RomanceQuizá no la odiara tanto. Quizá solo la necesitara. Desde el primer momento hubo hostilidad, pero los sentimientos esconden otros más pequeños que suelen crecer sin explicación alguna. Mel era una persona con una gran fuerza, Jonas había perdido la...