No era la primera vez que soñaba con esos ojos profundos como el océano y esa boca suave, dulce y perfecta. No era la primera vez que soñaba con ese cuerpo, un cuerpo que lo recibía con dulzura, a pesar de que la estaba atacando y sin previo aviso.
Con un beso, un beso dulce con sabor a jugo de naranja.
Dulce jugo de naranja
Pero esta vez había más que ese simple contacto entre las dos bocas que se comían sin control. Esta vez había manos, esta vez había caricias que le palpaban las mejillas porque él estaba llorando.
«¿Por qué lloras Jonas?» dijo la dulce voz que no supo identificar. ¿Por qué lloraba? No lo sabía, sólo supo que era una dulce voz de mujer que realmente estaba preocupada por él. Sólo supo que quería refugiarse en esa calidez, en ese abrazo, en esa forma en la que lo aceptó cuando apoyó su cabeza en el hombro, o cuando se refugió en el latente cuello.
Ella sólo se dejo hacer, como... como si le resultara muy fácil... protegerlo. Pero era todo un sueño. Un sueño producto de la necesidad que lo estaba agobiando.
Se despertó bañado en sudor, respiró con calma, sólo había sido un mal sueño, una de esas recurrentes pesadillas que tenía desde que tras varias sesiones de terapia se lo había declarado alcohólico.
Si.
Era hora de decirlo en voz alta. Como le habían enseñado en la clínica a la que tuvo que asistir por varias semanas.
«Soy alcohólico»
A L C O H Ó L I C O.
Aunque llevaba varios meses sin beber. Eran estos episodios, los cuales podían causar una decaída. No estaba listo para una decaída, no quería estar en una decaída, estaba saliendo todo bien; era uno de los mejores empresarios jóvenes del país, su sobrina estaba de nuevo embarazada, había levantado la empresa que estaba a punto de ir a la bancarrota.
Estaba todo perfecto y no podía echarlo a perder ahora, ahora que había logrado tanto en tan poco, no podía hacerlo y no iba a permitirlo.
Se acostó y con la respiración más relajada pudo al fin dormirse.
Ya no soñó más con la cálida desconocida, pero lo anheló con cada gota de su ser, porque en ese momento, sentía una paz incalculable que poco había logrado desde esa última vez que despertó después de una borrachera.
Vince sonrió y dejó el manuscrito frente a ella. Cada vez que realizaba las correcciones correspondientes el libro quedaba mejor que antes, tan bueno que era casi imposible decir que hiciera una corrección más. Pero ahora el trabajo estaba terminado.
Hacía unas semanas Mel había ganado el juicio por plagio que se había iniciado un año atrás con el robo de su trabajo para tesis y sus cuentas de la universidad. Todo había quedado en manos de un abogado que tomó el caso, cuando salió a la luz la cantidad de dinero que le pagaban a su abogado anterior, quien falsificaba documentos, órdenes de allanamientos, juicios y demás documentos que empezaron a ser filtrados por una joven abogada con sed de justicia.
El de ella no era el único trabajo robado por esa alumna, pero fue el último que se pudo robar. Había mucha gente culpable que estaba a la espera de condena y ella tenía un libro que sacar.
Además había sido readmitida con beca completa en el nuevo programa de excelencia.
—¿Y? —preguntó Mel con una gran sonrisa, estaba ansiosa por saber la respuesta de su jefe y nuevo editor— ¿Qué te parece el resultado final?
¿Qué que le parecía? Que había quedado impresionante. Mejor, mucho mejor de lo que hubiera pensado desde la primera vez que leyó el trabajo aun sin saber que le pertenecía a Mel Méndez.
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Por ti, amor
Roman d'amourQuizá no la odiara tanto. Quizá solo la necesitara. Desde el primer momento hubo hostilidad, pero los sentimientos esconden otros más pequeños que suelen crecer sin explicación alguna. Mel era una persona con una gran fuerza, Jonas había perdido la...