La expresión de Jonas cambió por completo, se volvió casi oscura.
—No corazón —le dijo acariciándole la mejilla— es la sensación que he dejado en tu cuerpo.
Meli negó con la cabeza ¿Es que no se daba cuenta? ¿No se daba cuenta cuando lo miraba, cuando lo besaba? ¿Cuándo lo miraba?
—No Jonas. No es eso. No necesitas besarme para que me vuelva así. Torpe, acelerada. Es lo que es. Es este sentimiento.
Jonas no quiso decir nada más. Meli era muy joven e inexperta, lo que estaba viviendo era los restos de la gran pasión que habían compartido, de la forma en la que se habían besado, de la forma en la que se habían tocado.
Es que él mismo casi se vuelve loco.
Ella le acarició los labios, estaban hinchados, rosados. Su barba suave le dibujaban sus adultos rasgos que lo hacían ver sexy y maduro. Pero detrás de ese rostro había un dolor oculto, un pesar que no lo dejaba ver lo que los demás veían.
Que era bueno.
Que era gentil.
Que era generoso.
—Jonas tenemos que cenar —dijo ella mientras se acurrucaba contra él— Además no has encendido el fuego.
—Eso es porque me distraes con tus besos.
Melody rio y lo miró a los ojos y le tocó las arruguitas, luego las cejas, la nariz... La emoción inundaba todos sus sentidos cuando él dejaba que ella lo acariciara. Jonas sostuvo sus manos delicadamente, tomándola de la muñeca, para dejar un beso allí, donde latía el pulso, haciéndole cosquillas con la barba.
—Tienes un lunar aquí —le dijo— me encantan los lunares. Me encanta besar los lunares.
Meli sonrió.
—Tengo uno aquí —señaló su clavícula— tengo otro acá —señaló se antebrazo derecho. Bueno y los otros son más interesantes.
Jonas supo de inmediato el juego de esa pequeña.
—Y yo tengo más arruguitas...
—¡Ay! Que viejo pervertido —dijo ella levantándose de golpe, Jonas reía a carcajadas.
—Tu empezaste —dijo el yendo tras ella.
—No ¡Aléjate! —dijo riendo, pero él la agarró por la espalda del suéter y la abrazó para besarle el hombro, ella se apoyó en la espalda.
—Nunca nadie había despertado tanta ternura en mi, Melody.
Ella se giró y lo miró a los ojos.
—Jonas Keegan tu lo despiertas todo en mi; hambre, sed, ternura, pasión —omitió la palabra amor porque lo incomodaba y ella no quería eso en el, lo quería tranquilo, relajado—. Y más cuando sonríes. Me encanta verte sonreír.
Jonas la soltó muy despacio y ella le sonrió.
—Enciende el fuego, yo voy a bañarme y armaré el arbolito. Tú deberás deléitame con tus sabores.
Giró sobre su eje y se dirigió hacia la habitación de la casa. Cuando abrió la puerta pensó que sería muy bueno ponerse la ropa que debería haberse puesto en el casamiento y Jonas Keegan haría lo mismo. Abrió el porta traje y lo acomodó sobre la cama, y a su vez a su atuendo lo acomodó al lado. Se bañó y se puso ropa de deporte y se secó el cabello logrando ondas naturales, a penas se maquilló, pero resaltó sus rasgos, sus ojos y sus labios.
Cuando bajó el fuego estaba encendido y Jonas había desplegado el árbol en el rincón elegido y las cosas que iban a adornarlo en el piso, Jonas estaba en la cocina cortando las verduras mientras que la carne estaba sellándose con cebolla puerro y vino blanco.
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Por ti, amor
RomanceQuizá no la odiara tanto. Quizá solo la necesitara. Desde el primer momento hubo hostilidad, pero los sentimientos esconden otros más pequeños que suelen crecer sin explicación alguna. Mel era una persona con una gran fuerza, Jonas había perdido la...