Tiempo atrás.
La fiesta no era lo que parecía, bueno, no para ella. La elegante torre era el hogar de puros de clase alta y aunque no era elitista la ponía incomoda estar rodeada de esta gente vestida de diseño, bebía bebidas de moda y hablaba de viajes al extranjero con destinos exóticos y culturas milenarias. Las personas que la rodeaban en la reunión no tenían otro tema de conversación más que lo banal del momento y estaba aburrida y cansada.
Se acercó a la puerta con la idea de irse sin levantar sospecha alguna, pero un hombre estaba reclinado en ella, parecía estar demasiado alcoholizado y atormentado.
-Señor... ¿se encuentra bien? -aunque era evidente que no, le salió esa pregunta de la boca.
El hombre cerraba los ojos con dolor y había algo en su expresión que le hizo dar un paso atrás para mirarlo mejor.
-Solo quiero irme a casa.
Aunque una chica sola -y cuerda- se hubiera alejado de un hombre borracho y de su tamaño, Melody sintió que ese hombre necesitaba ayuda.
-¿Sabe donde vive? Puedo pedirle un taxi -dijo ella sacando el celular de su bolsillo.
-Vivo en el -frunció el cejo-. Vivo en el penthuose. Esta es la llave del ascensor.
Melody bufó ¿Cómo se suponía que iba a guiar a un hombre asi hasta el ascensor.
El gran hombre abrió los ojos. Melody se quedó impactada. Nunca había visto unos ojos tan azules como los de aquel hombre atormentado. El sonrió.
-Pequeña cosita -dijo en voz baja- solo tienes que ayudarme con las puertas -suspiró quejándose del dolor y el mareo- nunca le haría daño a una niña.
Melody, como pudo, ayudo al hombre a llegar a su departamento y se impresionó con la vista, era uno de los edificios mas altos de la ciudad y ahora estaba directamente en la cima de una de las ciudades más cosmopolitas del mundo. Las luces titilaban como estrellas en el firmamento.
-Normalmente las chicas que vienen a mi casa -dijo luego de hipar- buscan la escalera para ir a mi cuarto.
Melody arqueó las cejas, iba a usar su picana eléctrica si hacía un movimiento en dirección hasta ella.
-Usted dijo que...
-Estoy demasiado borracho ¿no es cierto? -dijo intentando desanudar su corbata, pero solo consiguió ajustarla más.
-¡Va a matarse!
Melody fue hasta él y le desajustó el nudo, el solo cerró los ojos y se dejó hacer.
-Tu boca huele a naranjas -dijo colocando su nariz en la de ella.
-Es porque bebo jugo de naranja.
-Pero tu perfume... -dijo aspirando el perfume de su cuello, poniéndole la piel de gallina. Podía sentir el bello de su barba acariciándole en sus clavículas.
Se estaba pasando de la raya y Melody estaba a punto de golpearlo cuando él le acarició los pómulos con una calidez y lentitud que la dejaron paralizada. No era una mirada de amenaza, era una mirada cargada de amargura y tristeza, como si llevara un enorme peso.
Los ojos cargados de tristeza la miraron sin parpadear.
-Pequeña preciosa de ojos negros. Tu boca es tan prohibida como dulce. Lo más dulce del mundo.
Era demasiado tarde para refutar algo, la boca de él cubrió sus labios en un ardiente primer beso que la dejó desestabilizada. Cuando se separaron, él se apoyó en la pared y cerró los ojos.
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Por ti, amor
RomanceQuizá no la odiara tanto. Quizá solo la necesitara. Desde el primer momento hubo hostilidad, pero los sentimientos esconden otros más pequeños que suelen crecer sin explicación alguna. Mel era una persona con una gran fuerza, Jonas había perdido la...