Meli se sentía extrañamente dolorida, sentía una presión en el bajo vientre y como se le iban «abriendo» sus... ¿carnes? No sabía cómo describir el dolor, porque nunca antes lo había sentido, no era como un dolor menstrual, era más abajo, era más fuerte y sentía algo que iba bajando.
—Jonas tienes que —se quejó— Tienes que ayudarme a desvestirme. La bebé no va a esperar y yo no podré esperar con ella.
Jonas se espantó.
—¿Cómo?
—Si, siento una presión, algo que está bajando —se aferró a los cojines, no quería hacer fuerza, no podía hacer fuerza, pero el instinto de empujar era más fuerte.
Echó la cabeza hacia atrás a la vez que gritó por el dolor y la presión que le impedía estar sentada correctamente.
—¿Amor? No me asustes.
—Escúchame bien Jonas Keegan. Isabella no va a nacer en un hospital, no va a llegar a hacerlo. Ella va a nacer aquí.
Comenzó a respirar aceleradamente y cerró los ojos mientras se acomodaba con las piernas abiertas, buscando un lugar donde estar cómoda en la exacta posición y no hacer presión en el canal de parto.
Encontró un viejo sillón que sabía usar Jonas para ver televisión, pero lo cambió por otro que vibraba, el sillón se inclinaba e incluso tenía un posa pies regulable.
—Inclina el sillón en un ángulo de 45°. Ve al baño y trae toallas, alcohol, guantes, agua caliente —cerró los ojos ¿qué más era?
Mientras se quitaba la parte de arriba se su ropa y se desprendía el brasier con el enganche del frente dejando su pecho al descubierto y el vientre.
—tienes que quitarme el pantalón y la ropa interior, probablemente encuentres algo se sangre y algo como un moco o más viscoso. Si es así, es el tapón mucoso, es señal de que la dilatación comenzó y que estoy en labor de parto.
—Esta bien.
—Mientras tanto llama a emergencias y di que entre en trabajo de parto con contracciones —se quejó— en intervalos de cinco a tres minutos. Hazlo rápido.
Jonas abrió la caja de guantes del botiquín con manos temblorosas, jamás en su vida pensó en tener hijos después de los cuarenta y mucho menos que el mismo iba a recibir al bebé, pero el tornado había cambiado los planes.
Hizo lo que Meli le había dicho y desde emergencias tardaron un poco en atenderlos.
—Jonas Keegan, si, mi mujer está por tener a su bebé.
—Bien quiero que me diga si está dilatando ¿Cada cuanto son las contracciones?
—De tres a cinco minutos.
Meli sintió el dolor de la contracción y se aferró a los brazos del sillón. Jonas tenía agarrado el teléfono entre el hombro y la parte izquierda de la cabeza y ambas manos en las rodillas de ella.
—Muy bien, proceda a dejar el teléfono en altavoz y yo le indicaré que hacer, la ambulancia está en camino, pero hay mucha demora.
Jonas puso el teléfono en alta voz cerca de ellos.
—Todo indica que está lista ¿siente deseos de empujar?
—Si —contesto ella.
—Dígame que es lo que ve, señor Keegan.
—Está... no sé como describirlo —dijo nervioso— está abierto, pero.
—Ponga su mano entre las piernas de su esposa y haga el tacto ¿Ha visto como lo hacen?
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Por ti, amor
RomanceQuizá no la odiara tanto. Quizá solo la necesitara. Desde el primer momento hubo hostilidad, pero los sentimientos esconden otros más pequeños que suelen crecer sin explicación alguna. Mel era una persona con una gran fuerza, Jonas había perdido la...