- 21 - Peligro

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No lo había hablado con Jonas, pero por el momento era lo mejor. Mientras escribía su carta de renuncia al trabajo como editora en la pequeña, pero exclusiva editorial de Vincent Brooks, Meli pensaba que los planes a futuro eran demasiado aterradores, ya había vomitado tres veces –cortesía de bonus track– y no podía ni siquiera pensar en donas que las nauseas la asaltaban.

Más si eran rellenas de mermelada. Justamente las que Jonas amaba comer, pero si pensaba en galletitas saladas Club Social... uh Dios, desayunar esas galletas con el té flojo y dulce...

Bueno, era el típico desorden de la gestante.

Sonrió.

Le gustaba pensar en ella como «la gestante».

Aún nadie más que Alfredo lo sabía, y le dijo ella misma que si se lo contaba a Miracle lo castraría, porque obviamente Mili se lo contaría a su hermana –que al parecer no se podían aguantar ni un secreto– Espi se lo contaría a Thali y Thali a Mina y bueno Mina... Mina era una chica a la que últimamente se le escapaban todos los secretos, como cuando por accidente se le escapó Lief y estuvo media hora intentando atrapar con una pobre gallina que corría de un lado al otro y si, hablaba en pasado porque a la gallina ... se la...

Si, la cazó la guepardo y fue bastante escalofriante, volaban plumas por todas partes, y lo único que quedó fue una de sus patitas... la patita derecha, según Mina.

Eso había pasado hacía dos años, Mina se lo dijo a su marido una semana atrás y Gregorio la llamó por teléfono preguntándole como mierda se le había escapado un guepardo –al parecer los guepardos no escapaban– pero, en fin. Los Otero y los Hurtman eran bocones.

Terminó la carta de renuncia y la dejó en un sobre de madera tamaño A4 para que no se dañara y acomodó todo en una carpeta tapa cristal.

Gregorio entraba con su amigo, el nuevo dueño del 9 de Julio mientras este bebía algo de un recipiente de madera con lo que parecía ser un sorbete de acero inoxidable.

—Hola amor. Bueno ya conoces a mi amigo, lo invité a cenar, pero él quiere hacer la comida —dijo hablando en perfecto español, ella también lo hblaba.

—Les quiero hacer un asadito... —dijo feliz mientras en la mesa dejaba un termo, el recipiente desde donde estaba bebiendo y otro donde dos compartimientos se apilaban, había algo dentro, algo verde «Ay no, es marihuana»— ¿querés probar?

—¿Qué es? —Preguntó ella mientras miraba como el hombre colocaba azúcar y luego agua.

—Un mateecito —dijo alargando ínfimamente la «e» era agradable como alargaba algunas de las vocales, era la tonada típica de la región de donde venía— No te preocupés, los cordobeses lo tomamos dulce.

Ah ahora entendía el acento.

—Estoy embarazada, la marihuana le hace mal a mi bebé.

El hombre abrió tanto los ojos, que pudo mover los cartílagos de la oreja, luego largó una risa tremenda, que tuvo que sostener su estomago para no desfallecer.

—No mami —dijo— la única yerba que tiene este mate, es peperina traída desde Córdoba, crecidita ahí... en la pampa de achala, donde esta el curita Brochero... —dijo besando una medalla— probá.

Meli tomó el mate y estuvo a punto de mover la bombilla cuando el hombre la detuvo.

—No, vas a cortar el mate. Tomá despacito, que ta caliente.

Meli se dijo que era mejor que el té y lo saboreó hasta la última gotita, hasta que hizo "ruidito".

—¿Jonás? —preguntó, pero él ya estaba preparando la cafetera— tomate otro mami, poquito porque a las embarazadas les cae pesado a veces.

Por ti, amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora