-Que yo quééé..?- consigue decir ella, mientras se pone blanca.
-Imagínate esa misma pregunta pero cambiando el ‘yo’ por un ‘ella’ y saliendo de mi boca. Aunque he de reconocer que tú ganas en la interpretación, estás mucho más pálida.- respondo, utilizando el sarcasmo para no explotar de rabia. Pero ella sigue como paralizada, y sin nada de color en sus mejillas. Si no fuera por su agitada respiración se podría decir que está muerta. Quizás lo está, pero a causa de la sorpresa, o el miedo, o ambas.
-Es imposible- susurra ella, con un hilillo de voz un poco entrecortado, y tan débil como sus delgadas piernas, que parecen que van a fallar de un momento a otro.
A lo mejor eso es lo único que me controla, lo único que hace que tenga ganas de controlar mi temperamento y no empezar a insultar a la par que gritar.
El hecho de que ella sea tan inocente y vulnerable, eso es.
Y ése es el por qué de mi rabia, porque a quién le cabría en la cabeza que esta niñita dulce de papá se follara a tíos en una fiesta cualquiera. Es decir, ¡es Clary! ¡La misma Clary que no era capaz de hacer contacto visual conmigo sin avergonzarse!
-¿Cómo se llamaba, Josh? ¿Gret? Ah, no. seguro que era el fantástico Zac- noto como la estoy presionando. Mi cerebro solo quiere respuestas a preguntas que es posible ni quiera asimilar. Como sea Zac, prometo y juro encargarme personalmente de que no puede tener descendencia.
-Para. No lo sé- ella tose para ajustarse la voz después de haber hablado con un tono muy bajo que enseñaba su debilidad. No lo sabe dice. NO LO SABE. Cómo es eso posible Clary, joder.
-Maldita sea Clarissa, no mientas. Seguro que lo sabes. ¿O es que te vas a acostando con el que caiga? Oh, ya ni te molestarás en aprenderte todos los putos nombres, ¿no?!- mi tono de voz es tan alto que ella frunce el ceño y yo voy a explotar.
-¡Claro que no! ¿Qué piensas, que soy una puta barata? O mucho mejor, ¿que soy como todas tus chicas que se tiran a todo asqueroso? Claro, sino no habría explicación para que ellas estuvieran contigo.- contraataca ella, pero sus ojos siguen vacíos, sin sentimiento alguno, mientras que los míos están tan llenos de rabia que parecen rojos.
-¡No cambies de tema! Dímelo. Dime a quién preferiste esa noche antes que a mí- grito. Y justo cuando asimilo mis palabras, le doy una patada a la cama de la habitación de Clary. Maldita sea, yo no quería decir eso.
Y aunque la adrenalina que corre por mi cuerpo me impida sentir el dolor de la fuerte patada y me distraiga, lo único que veo es a Clary saliendo de la habitación.
Y yo tras ella, corriendo por el pasillo y cerrando la puerta detrás de mí después de entrar en el baño en el que hace un segundo había entrado ella. Sin saber que yo iría como perrito faldero, sin saber que estar lejos de ella no es una posibilidad.
Aunque yo esté completa e incontrolablemente lleno de ira.
-No lo sé- repite otra vez, con la voz ahogada por la palma de sus manos, porque está sentada en el váter, con la cabeza apoyada en éstas y los codos en las rodillas.
Cuando doblo mis piernas y me pongo a su altura, agachado justo delante de ella, Clary añade: “No recuerdo nada. De hecho, pensaba que todo había ido genial en la fiesta hasta hace como…5 minutos. Yo no….es imposible. Yo ni siquiera hablé con ningún chico”