8. ~Lyra~

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Los dos meses de verano pasaron rápido y por fin el gran día había llegado.

El viaje en avión había sido agotador, pero nada más pisar suelo japonés sentí como mis energías se reactivaban de nuevo.

Antes de venir a Tokio ya me había buscado por internet un pequeño apartamento en el corazón del distrito 2. Así que, tomando mi abultado equipaje, caminé hacia la salida del aeropuerto internacional de Narita para dirigirme a la estación de tren rumbo a mi nuevo hogar.

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Una hora y media después, la joven finalmente llegó al lugar que sería su hogar durante ese año. Allí había una mujer de mediana edad esperándola pacientemente para proporcionarle las llaves.

Cuando Lyra estuvo frente a ella la saludó en japonés en señal de respeto cosa que la casera agradeció enormemente. No obstante, aunque la joven inglesa era capaz de entender algunas palabras sueltas gracias a su curso intensivo de verano aún no se sentía con la destreza necesaria para entablar una conversación fluída con alguien; así que volvió a su lengua materna para entender perfectamente toda la información que aquella mujer tuviera que darle.

La japonesa le mostró rápidamente el apartamento: un pequeño salón con cocina americana, un dormitorio y un baño con su típico ofuro. No tenía nada de espectacular, pero era lo único que se podía permitir teniendo en cuenta los elevados precios de alquiler en la capital nipona, sobretodo para los extranjeros.

La mujer le explicó amablemente cómo funcionaban los electrodomésticos (pues la mayoría tenían los caracteres en japonés) en especial la televisión para que pudiera ver algunos canales en inglés y únicamente le dio una norma que debía cumplir sin excepción: prohibido organizar fiestas en la casa.

—No sólo por mí, sino también por los vecinos —le aclaró la mayor—. En Japón se considera una falta de respeto hacer mucho ruido y molestar la tranquilidad de los demás. He tenido problemas en el pasado con algún estudiante debido a esto y me gustaría que no se volviera a repetir.

—No se preocupe señora Himura —que era como se llamaba la casera—. Le aseguro que sólo he venido a Tokio a estudiar mucho, conocer el país y, con suerte, aprender un poco más su hermoso idioma —le dijo la muchacha con una sonrisa encantadora.

—Entonces espero que pases una buena estancia aquí, Lyra —le deseó a la vez que se inclinaba para despedirse—. Si necesitas cualquier cosa, llámame.

—Kansha shimasu (lo haré gracias) —inclinándose de la misma manera.

—Sayonara Lyra (adiós Lyra).

–Sayonara Himura-san (adiós señora Himura).

Cuéntame cómo pasó || Ayato Kirishima ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora