14. ~Lyra~

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Minutos después de despedirme de ti llegué finalmente al conservatorio.

Me adentré por sus pasillos y corrí tan rápido como pude hacia el salón de actos donde tendría lugar la presentación de inicio de curso pero, tal y como había temido, llegué demasiado tarde así que me encontré con la puerta cerrada delante de mis narices.

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La inglesa observaba apesadumbrada el enorme portón situado ante ella.

<<¿Y ahora qué hago?>> se preguntó indecisa mientras se pasaba una de sus manos por sus cabellos dorados en una señal de evidente estrés.

A la altura de los ojos había un pequeño cristal en la puerta que hacía la función de mirilla y permitía una cierta visualización del salón de actos desde el exterior. La chica al darse cuenta de ello se acercó a la abertura de forma sutil para no llamar la atención de la gente que se hallaba en el interior de la sala y desde su posición pudo ver a un gran número de individuos representando al típico estudiante japonés perfecto situados a lo largo de todas las gradas de asientos.

La publicidad del conservatorio no mentía cuando se catalogaba a sí mismo como uno de los centros de música más elitistas del mundo pues al contemplar aquel sin fin de jóvenes repeinados y pulcramente vestidos, sentados con la espalda más erguida y tiesa que una estatua y poseedores de una mirada tan seria e imperturbable que serían capaces de callar a una jauría de lobos al mostrar tanta frialdad la pobre Lyra no pudo evitar sentirse un poco intimidada.

<<Es sólo una simple presentación. Podría esperar a que hicieran una pausa y aprovechar ese momento para colarme en el salón como si nada>> meditó mientras se mordía ligeramente el labio inferior con los dientes. <<Pero para los japoneses la puntualidad, la educación y el decoro lo es todo y si me pierdo la dichosa clase inaugural estaré dejando mi peor tarjeta de visita ante mis profesores>> concluyó mostrando una mueca de pura melancolía. <<No puedo hacerle eso a mis padres después de lo que se han esforzado para pagarme este año todos los gastos de manutención en Japón>>

—Está bien, está bien... entraré por ellos. ¡Vamos Lyra, tú puedes! —dijo dándose ánimos—. A fin de cuentas sólo llegaré tarde diez minutos, no creo que pase nada malo por eso.

Así pues armándose de valor tomó el puño de la manivela, lo giró y se adentró en el interior de la sala. Nada más cruzar el umbral de la puerta todas las cabezas giraron como un resorte en su dirección provocando que la chica agachara la suya totalmente cohibida.

—Bu-buenos días, si-siento llegar tarde —balbuceó con las mejillas sonrojándose a más no poder debido a la vergüenza que sentía en ese instante por ser el centro de atención.

—¿Y usted es...? —le preguntó el director del conservatorio en un perfecto inglés y mostrando un rostro severo.

—Soy Lyra Black señor, una de las estudiantes de intercambio.

—Ah sí, la chica de Inglaterra —dijo el hombre escudriñándola con la mirada—. Debe usted saber que en Japón valoramos mucho la puntualidad jovencita.

—Lo sé señor y lamento mucho mi tardanza. Tuve un par de imprevistos para llegar hasta aquí, pero no volverá a ocurrir. Se lo prometo.

Dicho esto la muchacha se inclinó de manera respetuosa, al puro estilo japonés, y el mayor al ver su buena disposición al final accedió a que entrara en el aula.

—Debido a que usted es nueva en este centro sólo por esta vez le permitiré pasar. Póngase en uno de los asientos libres de la primera fila —le mandó señalándole los huecos libres con la mano.

—Sí señor. Muchas gracias señor —le contestó agradecida acatando la orden de inmediato.

Una vez acomodada en su lugar, la presentación siguió su curso con normalidad.

Lyra se esforzó en anotar minuciosamente toda la información que le iba dando el director: las asignaturas con sus respectivos horarios, la clase donde se situaba su profesora de violín, el aula donde se ubicaría su grupo de orquesta, etcétera.

Tan concentrada estuvo en su labor que no se percató del par de ojos rojos que la observaban fijamente a través de la misma mirilla que ella había empleado momentos antes de entrar en el salón y que, casualmente, pertenecían al mismo chico con el que había chocado hacia tan sólo unos pocos minutos en plena calle.

Cuéntame cómo pasó || Ayato Kirishima ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora