15. ~Ayato~

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Me quedé mirándote como un idiota mientras te marchabas calle abajo y, en cuanto estuviste a una distancia prudencial, un impulso inconsciente me hizo seguir tus pasos.

No tardaste mucho en llegar al conservatorio y meterte en su interior. En ese instante supuse que sería la típica escuela de humanos normal y corriente así que sin cortarme ni un pelo crucé el umbral de la entrada en tu busca recibiéndome un inmenso hall muy elegante.

Recuerdo perfectamente como una mujer de mediana edad se acercó a mí dándome la bienvenida y preguntándome si necesitaba algún tipo de ayuda en particular pero yo la ignoré por completo centrándome en tu aroma.

Incluso en un lugar como aquel (con tantos humanos moviéndose constantemente por todo el recinto y entremezclándose los unos con los otros) tu olor para mí era inconfundible y su rastro me guió a lo largo de varios pasillos hasta que finalmente acabé a las puertas de un enorme salón de actos.

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Gracias a aquella pequeña abertura de cristal situada en el portón Ayato localizó enseguida a la humana y una parte de él se sintió tremendamente aliviado por haberla encontrado.

La muchacha estaba sentada en uno de los asientos de primera fila escuchando atentamente lo que le decía un hombre mayor frente a ella y, de vez en cuando, anotaba alguna cosa en su libreta.

El joven ghoul la observó ensimismado durante un buen rato. No sabía lo que tenía esa chica para que le atrajera tanto pero era incapaz de apartar la mirada de su figura. No obstante, por el rabillo del ojo vio cómo un par de estudiantes ubicados unas filas más atrás también contemplaban a la inglesa con el mismo interés que él (incluso uno de ellos se relamió sutilmente los labios) y eso le crispó de cólera provocando que sus iris adquirieran inesperadamente el tan distinguido tono rojizo entre los miembros de su raza.

En el momento en que Ayato se percató del color de sus ojos mediante el reflejo del cristal, se sorprendió de que hubiese despertado el kakugan de esa manera tan instintiva de modo que los cerró de inmediato y retrocedió un par de pasos intentando calmarse para ocultarlos antes de que fuera demasiado tarde y alguien lo descubriera.

Afortunadamente, no había nadie en el pasillo a excepción del Kirishima y la gente del salón tampoco dio indicios de notar su presencia así que cuando logró relajar la tensión de sus músculos y apaciguar la ira en su interior sus ojos volvieron a mostrar su apariencia humana.

<<Uff, eso estuvo cerca...>> se dijo a sí mismo soltando un suspiro de calma y enfocando de nuevo su mirada en aquella puerta.

Sin lugar a dudas esa humana causaba sensaciones y reacciones extrañas en él. Primero era incapaz de recriminarle su ineptitud en la calle cuando se le echó encima, después la sigue como si no tuviera nada mejor que hacer en todo el día, luego la busca ansioso en un edificio gigantesco infestado de estúpidos humanos y, por último, sus kakugan se activaron automáticamente al ver cómo dos chicos la observaban con anhelo y cierta lujuria.

—Tsk —chasqueó con los dientes enojado al recordar la imagen de esos dos babosos y enseguida negó con la cabeza.

<<¡¿Pero qué cojones me pasa?!>> bufó irritado consigo mismo. <<¿Por qué me molesta tanto?>>

Un gran movimiento de personas en el interior de la sala se escuchó interrumpiendo los pensamientos del Kirishima y pronto la puerta se abrió dando lugar a una marabunta de individuos que se dispersaban en todas direcciones.

Ayato se desplazó al otro lado del pasillo para no obstaculizar el paso de la vasta muchedumbre y ahí permaneció hasta que la distintiva cabellera dorada de la inglesa le alertó de su salida del salón como la luz de un faro en medio de todo ese mar de gente.

<<Necesito saber su nombre>> pensó desesperado a la vez que se ponía en marcha para no perderla de vista en ningún momento.

Cuéntame cómo pasó || Ayato Kirishima ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora