16. ~Lyra~

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Mis primeros días de clases fueron mejor de lo que me esperaba.

A pesar del pequeño incidente que tuve al llegar tarde y pasar la mayor vergüenza de mi vida delante de todo el salón de actos durante la inauguración de curso enseguida hice buenos amigos.

Supongo que ayuda mucho el hecho de ser extranjera. Toda la gente siente curiosidad por ti y empiezan a acercarse para hacerte miles de preguntas. Así es muy fácil entablar una conversación con los demás.

Tan sólo hubieron un par de chicos que me saludaron al principio muy animosos y súper simpáticos pero, a los pocos días, dejaron de hablarme repentinamente. Incluso cuando les llamaba por los pasillos me ignoraban olímpicamente y empezaron a actuar como si fuera peor que la peste negra...

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—¡Ey Nao! —gritó Lyra al chico asiático que se encontraba a escasos metros de ella—. ¡Hola!¿Qué tal estás? —le saludó amablemente con una sonrisa resplandeciente–. ¿Hiciste los ejercicios de armonía que nos mandó el profesor ayer?

No obstante, en cuanto el muchacho la vio su cara palideció al instante. Echó un vistazo a su alrededor claramente aterrado y, tras retroceder un par de pasos con lentitud, salió corriendo como alma que llevaba el diablo en dirección contraria a donde se hallaba la inglesa dejándola anonadada por su extraña reacción.

—¿Y eso? —preguntó su amiga Yukio a su lado.

—No... no tengo ni idea —le contestó parpadeando varias veces aún atónita—. Pero desde hace unos días me evita y no entiendo por qué —le confesó con pesar—. Creía que le caía bien. Incluso en el primer día de clases me invitó a tomar un helado y estuvimos hablando un buen rato como si nos conociéramos de toda la vida.

—Pues a saber qué bicho le ha picado ahora a ese idiota —dijo la japonesa frunciendo el ceño en una mueca desdeñosa—. Luego dicen que las mujeres somos las raras y a las que nadie comprende.

—¿Y si dije algo aquel día que no le gustó? —se cuestionó pensativa.

—Entonces no se habría quedado contigo hablando toda la tarde. Habría puesto cualquier excusa para retirarse cordialmente. Así somos los japoneses —le explicó Yukio—. No le des más vueltas, Lyra —dijo restándole importancia—. Cuando se le pase la tontería, ya vendrá y le preguntaremos.

—Ok —asintió aunque sin estar del todo convencida.

Cuéntame cómo pasó || Ayato Kirishima ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora