Epílogo

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—¿Y qué pasó después de eso, tía Lyra? —preguntó con los ojos llenos de curiosidad la pequeña Ichika.

—Pues que a los cuatro días ya tenía al impaciente de tu tío Ayato en Londres plantado en la puerta de la casa de mis padres con un precioso ramo de flores —le respondió lanzándole una sonrisa socarrona al azabache quien volteó la cara ruborizado a la vez que soltaba un molesto chasquido de lengua. Tanto la tía como la sobrina, se rieron abiertamente al ver su expresión avergonzada e irritada—. A tu tío le gusta mucho hacerse el duro frente a los demás pero, en el fondo, es todo un romántico.

—Un lado secreto en Kirishima que sólo my sweet Lady es capaz de despertar —comentó Shū mirando al nombrado con burla.

—Tsukiyama, di una palabra más y te mato —amenazó el ukaku con la voz gélida.

—Jajaja... ¡qué fácil es provocarte, niño!

—Ya tengo la edad suficiente para que sigas llamándome así, ¿no crees? —le recriminó frunciendo el ceño.

—Para mí siempre serás aquel mocoso salvaje y malhablado que una vez intenté comerme —rememoró con añoranza—. Lo verdaderamente inaudito en toda esta historia es que my sweet lady te aceptara tan fácilmente como su compañero de vida.

Ayato apretó los puños y le lanzó una mirada asesina deseando acribillarlo con sus cristales en aquel instante. Lyra, al ver la expresión y el talante tenso en su esposo, se acercó a él poniéndole una mano sobre su hombro en un gesto que le indicaba claramente que permaneciera tranquilo y sin perder la sonrisa le preguntó:

—¿Y por qué te sorprende tanto, Tsukiyama?

—Incluso fingiendo ser un humano educado y comedido se nota a la legua que es demasiado tosco y huraño para una mujer tan gentil y delicada como tú.

La joven se llevó la mano a la boca en un intento por contener la risa. Razón no le faltaba al aristócrata, pero el hecho de que Ayato fuese tan serio y reservado no era ningún impedimento para ella.

—Este lado tosco también tiene su encanto. A mí me gusta —lo defendió.

—¡Qué extraña eres, my sweet lady!

—Pues no soy la única rara porque cada vez que Ayato aparece por el auditorio de Kawasaki para recogerme, no existe mujer que no se le quede mirando embobada al verlo pasar. Nos tiene a todas enamoradas, pero es sólo mío —dijo con orgullo.

—Está claro que las humanas estáis locas y os conformáis con poca cosa —sentenció rodando los ojos de soslayo—. Quizás debería pasarme por ese auditorio para mostrarles a esas pobres ignorantes un buen ejemplo de elegancia y sofisticación —comentó señalándose a sí mismo pretencioso.

—Seguramente pensarán que eres gay y no te hagan ni caso —le espetó el ukaku todavía con cara de pocos amigos para bajarle los humos.

El Gourmet al principio se quedó un poco cortado por sus palabras. Sin embargo, enseguida se recompuso del lapsus mental y, recuperando de nuevo su expresión ufana, le contestó sonriendo ampliamente:

—Me doy cuenta que cuando te sientes atacado delante de tu amada dama puedes llegar a ser muy recurrente y cruel, Kirishima.

—No voy a dejar que me humilles delante de mi chica, idiota.

—No es humillarte, es decir la verdad... ¿o ahora vas a replicarme que eres un hombre extrovertido y tierno? —lo picó con malicia.

—En realidad mi marido es como un osito amoroso, pero únicamente cuando está a solas conmigo —aclaró Lyra sin cortarse un pelo—. De todas formas, ¿nunca has oído que los polos opuestos se atraen, Tsukiyama?

Cuéntame cómo pasó || Ayato Kirishima ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora