Testamento

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H: adiós, fierecita (le guiño un ojo y salió riendose).


Vic: que sea la última vez que me encuentre a ese imbécil en mi casa, ¿entendieron? (puso nuevamente el seguro a su arma, la guardo en su pantalón y subió rapidamente las escaleras saltándose de dos en dos los escalónes).

Heriberto se montó en su caballo y se fue cabalgando para su hacienda, le dejo a Tormento (era el nombre de su caballo) a uno de sus peones.

H: revisale las herraduras, cojea un poco cuando corre.

X: no se preocupe, patrón, ya mismo lo reviso y veo cuál es el problema.

H: gracias, Guzmán (se fue paraa la casa) mamá, que guapa estas (le dio un beso) ¿para donde vas?.

F: (Felisa, la madre de Heriberto se cansaba cuando estaba constantemente de pie, así que recurría de vez en cuando a una silla de ruedas como en la que estaba sentada en esos instantes) no voy a ningún sitio, mi vida, me gusta estar bonita siempre por si algún día se incendia la hacienda y vienen unos fuertes bomberos a apagar las llamas.

H: hay madre, que cosas tienes (riendo, se sentó en un sofá frente a la silla de su madre).

F: ¿tu dónde estabas?, te busqué para que jugaramos una partida de ajedrez pero no te encontré.

H: fui a la hacienda Maldonado, quería hablar con el señor Carlos pero no pude terminar mi conversación con él, su maleducada y prepotente hija intervino en nuestra conversación.

F: esa niña, su madre la trajo desde bien chiquita para la hacienda, justo unos meses después de que tu padre y yo te enviaramos para el extranjero a estudiar, siempre era solitaria y fría como el hielo, nadie quería trabajar en la malquerida cuando el mando de esta lo fue tomando ella, es muy severa con sus empleados, demasiado estricta.

H: ¿sabes?, tuve la sensación cuándo la vi de que solo era una mujer llena de miedos.

F: yo pienso que hizo un pacto con el mal, nadie puede tener un corazón tan oscuro como el que ella tiene, ten cuidado, hijo, no quiero que te haga daño, esa mujer no tiene miedos, tampoco conciencia.

H: no voy a juzgarla, madre, aunque la mujer que hoy conocí, no me gustó, su rudeza, la forma en la que le habló a su padre, es caprichosa, no hay que conocerla mucho para darse cuenta, pero la culpa no la tiene ella, la tiene el pueblo y ustedes por dejarla creer que tiene un poder que no tiene, no es más que nadie (se levantó) ¿vamos a echar esa partida de ajedrez? (cambiando de tema con esa sonrisa que no borraba de su rostro).

Victoria se ducho y bajo al comedor, su padre ya estaba sentado y había comenzado a comer.

Vic: no vuelvas a dejar entrar a nadie en la casa sin mi concentimiento.

CM: la hacienda es mía hasta que yo muera, Victoria, tengo el derecho de dejar entrar a quien guste.

Vic: no colmes mi paciencia, padre, no lo voy a tolerar, no te estoy preguntando nada, te estoy exigiendo, eres un viejo que no durará mucho tiempo vivo, cuando mueras, como bien dijiste, todo esto será mío, estoy manejando las riendas de esta hacienda desde que enfermastes, me ocupo de todo, no vengas ahora a decirme que esto es tuyo, por que ya no lo es.

CM: ¿que te pasó para que seas así? (con lágrimas en los ojos) tu no eres mi hija.

Vic: (comenzó a comer) mejor dedícate a comer y a cerrar la boca, será lo mejor para ti (amenazó de cierta manera).

La MalqueridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora