Amor de madre

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Victoria esperaba impaciente a que Heriberto regresara, tenía que saber como estaba su bebé, había leído mucho sobre los partos prematuros, a los seis meses es un verdadero milagro si un bebé lograba nacer con vida, era muy indefenso y sintió la necesidad de protegerlo, se levantó de la cama a pasar de su debilidad por el parto y caminó hasta la puerta, la abrió y miró a cada lado para asegurarse de que no la vieran salir, buscó la sala de parto, cuándo la encontró, entró esperando que nadie la interseptara en el camino, a lo lejos divisó a Heriberto quién tenía un bebé en brazos, era si hija, se acercó caminando muy despacio por los dolores que tenía en sus partes íntimas.

Vic: ¿cómo está? (Preguntó provocando que Heriberto se sobresaltara, no se esperaba verla allí) ¿está bien?.

H: Victoria (enojado) ¿que haces aquí?, no puedes estar de pie, Victoria, tienes que quedarte recostada (dejó a la bebé en la incubadora con cuidado de no desconectarle el oxígeno) vamos para tu habitación en este mismo instante (la sujetó de la cintura para ayudarla a caminar).

Vic: no, Heriberto, he llegado hasta aquí para ver a mi hija y no me voy a ir hasta verla (se acercó a la incuvadora y pasó su dedo indice por el contorno de su cara) ¿cuántas posibilidades tiene de vivir?, he leído que un bebé de su tamaño y de su peso podría morir a las pocas horas de nacer...no voy a dejar que mi hija muera (llorando, las hormonas y el sentimiento de creer poder perder a su hija la tenían muy sensible).

H: eso no pasará, por ahora está bien, no nombres lo malo, solo deja que el destino hable, nuestra hija debe tener tu misma fortaleza y nada le va a afectar, en una, quizá dos semanas podremos llevarnosla a casa, pero ahora necesita el oxígeno para ayudarla fortalezer los pulmones, no puedes llevarla a la habitación contigo, aquí estará mejor, tiene las máquinas que necesitan por si cualquier cosa llegara a pasar, ahora, por favor, vámonos para la habitación, tienes que acostarte.

Vic: (le dio un beso en la frente a su hija) la única lucha que vas a tener que librar en años es esta, cuándo estes conmigo, mi vida, nada malo te pasará, te protegeré por encima de todo, te lo prometo, ahora necesito que luches para crecer y desarrollarte como debes, solo eso, te quiero mi vida, te quiero mucho.

H: ya lo sabe, vamos (la agarro de nuevo y se la llevó para la habitación) no te levantes más hasta que el doctor te haya permitido hacerlo, por favor, no te pongas en riesgo a ti misma (la ayudó a acomodarse).

Vic: tengo miedo (confesó entre lágrimas) he tenido a mi hija durante seis meses en mi vientre, seis meses en los que la he sentido moverse, en los que me ha dado pataditas, en los que he añorado que llegara el momento de tenerla y ahora, ahora nace mucho antes de lo debido, es muy frágil y tengo miedo de que algo le pase...

H: no llores, amor, escúchame, el mismo miedo que tienes tú, también lo tengo yo, pero la he visto, la he tenido en mis brazos y sentí que todo iba a ir bien, como con Avelina, lo sentí de verdad, confía en lo que te digo, nuestra hija va a crecer sana y fuerte como tú.

Vic: (sollozaba) ¿como la van a lavar si tiene el oxígeno puesto?, ¿quién la va a cuidar por las noches?, ¿y si estás enfermeras no están cualificadas para tratar con bebés?...

H: basta, mi amor, las enfermeras están perfectamente cualificadas, tu tienes que saberlo, si no supieran tratar con bebés no estarían aquí, en cuánto a lavarlo, supongo que no podrán trasladarlo al baño, usaran paños húmedos para lavarla hasta que se le pueda quitar el oxígeno y ya, mmh, ahora descansa, me lo prometiste.

La MalqueridaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora