En la boca del lobo (4)

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Tenían un tiempo limitado en que la alarma se mantenía apagada, pero les era más que suficiente. Al menos antes de escuchar unos pasos que no eran suyos.

La piel de Heiji se erizó al no necesitar girarse para saber quien era, no sonaba en su pasillo, pero el guardia se estaba acercando y la puerta estaba casi abierta.

–Corre– susurro el mayor mirando la puerta, tragando saliva al saber el sacrificio que le iba a ser eso.
El detective decidió acatar y en el momento que la puerta principal se abrió apretó con su mano izquierda la muñeca del contrario corriendo tanto como sus piernas le daban.

El guardia pudo oír el ruido causado por la entrada abierta, tardando menos de un segundo en sacar su arma y caminando al pasillo principal.

–¡Se ha escapado!– aseguró saliendo del edificio y mirando al rededor, encontrando que entre las cajas abandonadas aparecía un gato negro con varias manchas de suciedad y los ojos verdes. Se miraron varios segundos antes de que el humano suspirara cansado y guardara su pistola en la funda –no vuelvas a entrar en las instalaciones, a la próxima te matare–. Volvió en sus pasos entrando en el almacén y asegurándose que cualquier salida estuviera cerrada para que no volvieran a tener problemas.

Por otro lado Hattori y Heru pararon de correr al sentirse lo suficientemente lejos. El primero apoyó sus manos en sus rodillas jadeando por la falta de aire y el segundo cayó al suelo en el momento que sus piernas se detuvieron, fallando al acto. La venda improvisaba no había aguantado eso y se podía comprobar al ver el pavimento mancharse lentamente de la sangre que escurría por su herida. Abrió su boca para recuperar algo de aire y cerró sus ojos para no sentirse tan mareado.

–Estamos al lado de la estación– murmuró el menor de los dos. –podemos subir en el próximo tren pero debemos esconder tu herida–.

El que portaba gafas se sentó a duras penas en el suelo y miró su herida, suspirando y buscando en su mochila cualquier cosa que le sirviera. Sacó un momento la bolsa protegida que contenía el BF-18 y sonrió al estar orgulloso de aquello, volviéndolo a guardar. Encontró dos vendas las cuales estaban ahí desde que sacó la mochila para la misión, se agradeció internamente vendando la parte herida de forma que quedara disimulado, sin embargo lo podía ver cualquiera.

–Así estaré bien, esta pasando la hora punta así que aún habrán personas transportándose–. Se apoyó en una farola para poder levantarse, agradeciendo que Heiji también le ayudara.

Heru tenía razón, había gente en el tren pero no tanta como para sentirse apretados. Los dos se habían sentado casi al final mirando al techo y sumergiéndose en sus propios pensamientos, tan idos que casi no se percataron de la llegada a su destino.

El científico rechazó la ayuda a pesar de ir cojeando, sintiendo cierta alegría al ver su hogar.

–Ran, llegamos–. Alzó la voz el detective entrando con una sonrisa, al no recibir respuesta se asomó a la habitación para verles, tragando saliva y perdiendo la respiración.

–¿Todo bien?– podía estar herido pero notaba la palidez en el joven.

–Ran... Ninguno de los dos estan–

Y es que la historia de aquellos dos había acabado en el hospital.

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¿Muchas publicaciones seguidas? xd

¡Jelowa!
Este es el especial del que os hablaba sobre el almacén, he venido para escribir el final y voy a darlo todo! :3/

Dejen sus comentarios e ideas, es todo un placer leeros uwu/

Nos vemos pronto!

San, Ni, Ichi... Zero!

El Detective Conan:Un caso preocupanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora