"Inesperado, del latín -in- (no) y -sperare- (tener esperanza): que sucede sin prevenir".
El escalofrío que le había calado en los huesos a aquella hora nocturna en la que el tiempo suspiraba para comenzar una nueva rutina le fue presagio de que algo extraño se suscitaría esa mañana.
Los primeros rayos de sol atravesaban penosamente la extensa mesa del comedor. Había más de una docena de sillas a lo largo de su fina madera, pero solo cinco personas ocupaban asiento alrededor del rey.
A Fluke siempre le había parecido ridícula la cantidad de sillas sin usar, pero la vez que se le había ocurrido sugerir que su nana podía sentarse con ellos su madre le había abofeteado con tal dureza que su mejilla llevó su marca durante días.
El sonido de los cubiertos al subir, bajar, cortar, picar y sostener la comida era una sinfonía que estaba acostumbrado, y ciertamente cansado, de escuchar. En la mesa nadie podía hablar antes que el rey, así que, si su padre no tenía nada que oficiar o hablar con el virrey, nadie en la mesa emitía una palabra y se dedicaban a comer. Lo que para su primo y para él, era una tortura, especialmente para el primero que siempre tenía algo nuevo que contarle, algo nuevo de que reírse o algo nuevo que confesarle cada día.
Las mejillas rechonchas de comida de su primo en frente de él se enrojecían a punto de estallar por la necesidad de hablarle, podía ver en sus ojos la ansiedad de una travesura nueva y eso le entretenía bastante el desayuno, ocupándose entre aguantar la risa, mirar a Earth, fingir que no entendía sus gestos y repetir el ciclo por las muecas molestas que le provocaba.
Su padre carraspeó al verlo casi sonreír con los dientes y enseguida se irguió recuperando su máscara de seriedad.
— Tengo algo que anunciar hoy— proclamó con voz fuerte.
Los presentes bajaron las cucharas y pusieron atención.
— Hoy es un día glorioso, un día en el que el Sol deberá brillar—comenzó con orgullo escurriéndole de la punta de los pequeños dientes que se dejaban ver—. Como saben, fuimos afortunados al tener como hijos dos varones que sostendrán la corona sobre sus cabezas y cargarán con honor el deber de reinar estas tierras que Dios nos ha encargado.
El virrey sonrió orgulloso a su hijo que se limitó a enarcar una ceja discretamente para evitar ser sermoneado más tarde por su insolencia, pero mostrándose genuinamente curioso de lo que estaba por venir tras esas declaraciones. A Earth se le antojaba vergonzoso aquel discurso de falso orgullo cuando ambos padres estaban siempre demasiado ocupados exigiendo que, tanto su primo como él, fueran más hombres y menos adolescentes, más fuertes y menos débiles, más resistentes y menos frágiles, más inteligentes y menos estúpidos, más educados y menos pueblerinos, más duros y menos sensibles, más, más, más...
— Sin embargo, está bien escrito y sabido que un hombre, por más sangre azul que corra por sus venas, no puede reinar una tierra si no ha reinado un suelo. No puede reinar una sociedad si no ha reinado una familia. No puede reinar al Sol si no ha reinado la vela e hijo, oh querido mío —se dirigió a él señalándolo con la tosca copa que sostenía y se le llevó a los labios para beber el licor rojizo antes de concretar—, no eres ninguna excepción a la norma.
El alma del escalofrío nocturno hizo a Fluke estremecer en su asiento. Su mirada tembló de forma apenas notoria y con la incertidumbre haciendo que su corazón latiera, clavó los ojos en los de su padre.
— Quiero hacer oficial que mi hijo, Fluke Trivinit Primero, contraerá matrimonio el próximo invierno con la hija de la honorable familia Thitiwat. Neare, una doncella muy propia.
El espacio quedó taciturno hasta que el virrey aplaudió en el aire y rio con altivez —. Bendecido seas, sobrino.
Las damas en la mesa dibujaron en sus casi petrificados rostros, sonrisas de hielo al imaginar todo el duro trabajo que les esperaba para la planeación de un evento de esa magnitud en tan poco tiempo mas levantaron sus propias copas con elegancia y festejaron la nueva buena.
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Sickness [OhmFluke]
Hayran KurguEstaba molesto. Ese niño de rostro redondo y piel de porcela, ese niño con complejo de rey, ese niño con las mejillas encendidas, no sólo de un fingido asco sino más bien de vergüenza, de nervios y de expectativa por él, estaba intentando llamarlo e...