Capitulo 28

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—Shawn.—Exclamó.—Oh Dios, Shawn.—ella luchaba débilmente contra Peter, y lágrimas se deslizaban por su cara.

—Shhh, cariño. Shawn está bien. Te lo juro.

Ella no pareció escucharlo.

—Nunca les dije que... nunca les dije que los amo.—susurró.

Peter la estrechó más contra de él. Enterró los labios en su pelo y parpadeó para alejar las lágrimas.

—Dios, yo también te amo, cariño. Yo también te amo.

Se levantó, agarrándola cuidadosamente en sus brazos. No tenía idea de la extensión de sus heridas, pero tenía que bajar rápidamente la montaña.

Raul se adelanto, haciendo un camino en la nieve para Peter. Lucharon para ascender la colina, cada paso era dolorosamente lento. Finalmente, vieron el jeep. Raul siguió enfrente, redoblando sus esfuerzos.

—Raul el botiquín de primeros auxilios.—Le pidió Peter.—Yo me sentaré detrás con ella. Necesito intentar parar la hemorragia.

Raul entró y agarró el botiquín de primeros auxilios, varios mantas y un montón de vendas.

En cuanto Peter se sentó con Andrea, Raul encendió el motor y siguió por el trecho, en dirección a la carretera principal.

—¿Cómo está, Peter? Necesito saber algo.—preguntó Raul, la desesperación era presente en su voz.

—El bastardo le quebró el brazo. Parece con que la apuñaló en el tórax. ¡Cristo, tiene tanta sangre!

Encontró la herida, la vendo firmemente. Llevó un dedo a su cuello, sintiéndole el pulso. Era débil e irregular, pero batía contra la piel.
Mantuvo las fajas apretadas con firmeza contra la herida del tórax. Necesitaba reducir el flujo de sangre.

—Shawn...

Andrea estaba solo medio consciente, y completamente inconsciente de la presencia de él y Raul. Peter alejó el pelo de su rostro.

—Está todo bien con Shawn, cariño. ¿Me oyes?

Balanceó la cabeza, pequeños gemidos ásperos escapaban de su garganta.

—Frío...tan frío.

—Aumenta el calor, Maldición.—gritó Peter a Raul.

Juntó las mantas más apretadas alrededor de ella, intentando infundir calor en su cuerpo.
El ruido del radio lo interrumpió, y oyó contestar a Raul, pero su atención estaba en Andrea y en la sangre que empapaba las vendas de sus manos.

—El helicóptero está casi aquí.—le llamó Raul.—Van a aterrizar en el pasto de Duffy. Estaremos allí en aproximadamente dos minutos.

Peter respiro con alivio. Estaban casi allí; cuanto más rápido llegara Andrea al hospital, tendrá más oportunidades de supervivir.

—¿Alguna noticia sobre Shawn.—pregunto Peter.

—Camila dijo que lo trasladaron a Denver. Al mismo hospital al cual enviarán a Andrea. Están preocupados por la cantidad de sangre que perdió.

La voz del Raul mostraba su preocupación, y los nervios de Peter se agitaron más aun.

—¿Pero está bien, verdad?

—Dijo que perdió la conciencia antes de despegar. No sabía nada más.

—¡Joder!

Cerró los ojos y quiso aullar de furia y frustración. Lágrimas escapaban de sus párpados, y él cerró los ojos con firmeza para no dejarlas salir. Nunca se había sentido tan impotente en toda su vida.

Dos de las personas más importantes de su vida, aparte de Raul, arrancadas de su lado.
Se agarró al asiento, cuando el jeep paró abruptamente. La puerta se abrió inmediatamente, y el médico del helicóptero empezó a examinar Andrea.

El médico gritó instrucciones, y dos enfermeros corrieron para atenderla. Peter salió del coche y los dejó asumir el control.

Una mano se deslizó por su hombro, y Peter se volvió para ver a Camila.

—Solo quiero que sepas cuanto siento lo que ocurrió, Peter.

—Lo sé,Camila.

—¿hay alguna cosa qué pueda hacer?

Se volvió a mirarla.

—Hemos dejado al hombre en la vieja cabaña minera. Probablemente estará muerto. Podrías enviar a uno de tus ayudantes a traerlo.— Camila lo miro con agudeza.

—¿No lo mataste, verdad,Peter?

—No, pero quise hacerlo -respondió él.

Los médicos sacaron a Andrea del coche y la se acostaron en la camilla. Peter y Raul corrieron allí, pero los detuvo el paramédico.

—La situación es crítica, señor. Lo siento, pero no podemos malgastar ni un segundo.

Peter abrió la boca, queriendo hacer a pregunta, pero se detuvo. En vez de eso, observó mientras ellos empujaban la camilla al helicóptero. El médico de vuelo entró y le dio señal para despegar al piloto. Segundos más tarde, el helicóptero cortaba el aire y volaba en dirección a Denver.

—Vamos,Peter.—le llamó Raul con voz cansada. Sonaba como si él también se estuviera conteniendo a duras penas.—Nos llevara algunas horas para llegar a Denver.

Los Trillizos MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora