Capitulo 24

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—Pudimos haberla perdido hoy—dijo Shawn          

La ira aún ardía por sus venas. Quería matar alguien. Con sus propias manos.           
Se volvió, para mirar fijamente a sus hermanos.           

—No podemos quedarnos aquí. No podemos protegerla aquí en la ciudad. Hay demasiado espacio abierto.           

—Estoy de acuerdo —declaró Peter con voz neutra.— Debemos volver a casa.           

Los tres hermanos andaban por la sala de estar de la suite, como fieras enjauladas. Andrea dormía a pocos metros, en el cuarto, con la puerta entreabierta, para escuchar si ella se despertara.           

— ¿La pregunta es que vamos a hacer sobre su padrastro? —Pregunto Raul.           

—Protegeremos a Andrea y esperamos que Robert haga su trabajo —declaró Shawn.           

Peter estregó su pelo impacientemente.          

—Tenemos que hacer algo. No podemos sentarnos y esperar. Sabemos que esto no se acabó.           

—Estoy consciente de eso —asintió Shawn, intentando reducir su irritación. Sabía que Peter estaba tan preocupado como él.           

—Vamos a casa y nos mantendremos en alerta. Estará en una desventaja en nuestro terreno. Nadie conoce aquellas montañas mejor que nosotros. Cuando estamos aquí, nos sentimos perdidos.  

Raul asintió.    

—Esta noche, vi algo en ojos de Andrea que no me gustó. Más que miedo. Era el conocimiento que algo que hizo podía herirnos. No quiero que piense de ese modo.           

—Ella no hizo nada —afirmo Peter.           
Raul levantó las manos.           

—Yo no dije que lo hizo, Peter. Para. Yo solo sé lo que está pensando, y no me gusta. Piensa que es culpable de todo esto.           

—Suficiente —dijo Shawn.—Lo más importante es llevar a Andrea de vuelta a la cabaña y la vigilaremos todo el tiempo. No podemos hacer algo cosa que pueda complicar ese papeleo. Al menos, hasta que acabe. Después, podemos descubrir el mejor modo de manejar a ese sujeto.           

Un sonido procedente del cuarto de Andrea puso fin a la conversación.           
—Iré yo —dijo Peter. Antes de que Shawn o Raul pudieran contestar, se dirigió rápidamente al cuarto.           

—Él la ama —dijo Raul en voz baja.   

Shawn movió la cabeza, la satisfacción llenaba su corazón. Acercarse a Peter era tan difícil como agarrar un toro por los cuernos, pero una vez que lo permitía, correspondía plenamente. Y era ferozmente protector con aquéllos que amaba.           

—La vigilará bien —dijo Shawn.           
—Todos lo haremos —lo corrigió Raul.          

Shawn verificó su reloj. Dos de la mañana. Pero él no dormiría mucho esta noche. Si no fuese por el hecho de Andrea necesitaba descansar, les convencería salir ahora mismo. Regresar a la cabaña.           

— ¿Por qué no duermen un poco? — le ofreció Raul—. Yo siempre duermo poco. Me quedare aquí, cuidando de que todo esté tranquilo.           

Shawn suspiro.          

—Cierto. Dudo que consiga dormir, pero voy a acostarme unas horas. Iremos para casa por la mañana.           
Shawn camino hacia el cuarto. Miró y vio a Peter abrazado a Andrea, las piernas entrelazadas, las manos descansando posesivamente en las caderas de ella, los dedos ensanchados en la curva de sus nalgas.           

Los Trillizos MendesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora